El llanto de dos asesinas.

Lara

  Caminando junto a su novio iba Lara, se dirigían hacia un parque que habían cerrado hace poco por algunas modificaciones que se le iban a hacer. La chica había sido convencida por su novio para reunirse con sus amigos en aquel lugar; a pesar de que no había tratado con ninguno de ellos, los conocía y no le agradaban, ella se lo hizo saber a Nathan, su novio, el cual simplemente le dijo que tenía que darles una oportunidad.

—Sigo sin entender por qué quieren reunirse en un parque a estas horas de la noche.—Dijo Lara maldiciendo el tacón de sus zapatos.—Pudieron juntarse en tu casa o algo así.

—Se paciente cariño, tenemos una actividad preparada, te va a gustar mucho.—Aseguró Nathan, haciendo más sólido su agarre.

  Ella no estaba muy seguro de ello, más sin embargo no quería defraudar a el hombre que amaba y por lo tanto le siguió hasta allí. Una parte de sí le gritaba que diera media vuelta y se fuera por donde vino, que no mirara atrás porque realmente lo lamentaría, mientras que la otra parte le recordaba que Nathan era quien la había invitado. Un par de minutos después vio a unos cuantos metros a dos chicas y un chico de pie bajo una de los pocos faroles que aún estaban en funcionamiento, el alumbrado público era algo en lo que debían trabajar. 

  Caminaron en dirección a los individuos los cuales saludaron a su pareja, Lara se limitó a saludarlos también.

—Hagamos esto rápido antes de que llegue alguien y nos vea aquí—Dijo Andrew, el único hombre además de Nathan.—Charlotte, saca la tabla y el triángulo ese.

  La chica del vestido verde agarró una mochila negra y sacó una tabla ouija junto con el triángulo, Nathan sintió como su brazo era apretado con más fuerza, su novia nunca fue la más valiente y temeraria del mundo. Organizaron todo en el suelo y se sentaron, Andrew tiró su lata de cerveza a un contenedor cercano y aunque no acertó dio una pequeña celebración.

—Coloquen los dedos sobre el triángulo—Ordenó la otra chica, la del pantalón negro—Vamos a comenzar.

  Todos colocaron sus dos dedos indices en la tabla, excepto Lara, la cual seguía dudosa acerca de la situación.

—¿Toda la noche?—Pregunta Andrew.

—¿Están seguros de lo que estamos haciendo?

—Estemos o no—Le dice la del pantalón negro—ya estás aquí ¿No? Solo coloca tus asquerosos dedos dónde van.

  Una última bocanada de aire y los dedos de Lara ya estaban junto a los de los demás, luego de algunos movimientos acompañados de bromas, comenzaron las preguntas. La velada comenzó tranquila, eran preguntas básicas, ¿Hay alguien aquí? ¿Eres un hombre o una mujer? Cosas como esas. Todos se culpaban entre todos diciendo quién movía el triángulo.

—Es tu turno.—Le dijo Andrew a Lara.

—Paso de ello.—Contestó.

—Todos tenemos un turno, sin excepción.

  Lara no sabía que preguntar, no se había planteado en una situación como tal y tampoco quería obtener ningún tipo de respuestas a preguntas hechas a fantasmas. El grupo notó que Lara estaba en blanco y comenzaron a bromear.

—Podrías preguntar si era prostituta.—bromeó la del pantalón negro.

—O cuánto cobran la hora.—siguió el juego Nathan.

  "Esto no es divertido" pensó Lara. Entonces el triángulo comenzó a moverse con fuerza des un mismo punto a otro, ocho, centro, ocho, centro, ocho, centro. Con cada parada aumentaba más la velocidad. El bombillo sobre sus cabezas estalló, todos quitaron las manos del triángulo y las colocaron sobre sus cabezas; excepto Lara.

  Ella sentía como si unas fuertes manos estuvieran apoyadas sobre las de ella y no le permitieran movimiento alguno, un extraño y tétrico frío cruzó lentamente toda su espina dorsal y finalmente pudo levantar las manos. Miró a su novio que se reía con los demás por lo extraño de la situación, y le dieron unas ganas imparables de besarlo, se abalanzó sobre él y comenzó a besarlo salvajemente. A Nathan le gustaba por lo tanto solo le siguió el extraño comportamiento a su novia.

—No quiero ver esto.—Dijo Andrew—Yo me voy

  Las otras dos chicas se fueron con él. Los besos de Lara comenzaron a bajar lentamente por el cuello de Nathan, aquella acción causaba una reacción placentera entre las piernas del chico, realmente le gustaba. La velada hubiese sido perfecta si no fuera porque de un momento a otro Nathan sintió un dolor insoportable en su cuello: Lara lo estaba mordiendo de manera muy violenta. Él trataba de apartarla pero cada empujón era una razón más para que Lara apretara con más fuerza su mandíbula. Entre forcejeo y forcejeo, Lara llegó a la vena del cuello y con fuerza la mordió, rompiendo la conexión entre el corazón y el resto del cuerpo. 

  El pasto quedó manchado de sangre, brillante cual río en noche de luna llena, junto a esta quedó el cuerpo de un hombre que sin saber en qué momento, murió. 

 

 



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En el texto hay: muertes, ouija, sangre y odio

Editado: 17.11.2019

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