Las palabras de Esme todavía resuenan en mí cabeza. Estas junto con su cara de preocupación me hace replantearme la filosofía con la que acepté la idea de que podía ser peligroso que alguien descubriera quién soy. Si bien es cierto que me lo creí, no aprecié el peligro hasta la noche anterior.
"BEEP BEEP" suena la alarma de mi teléfono otra vez y decido por fin levantarme, apagarla, e ir al baño a hacer mi rutina diaria. No dormí mucho anoche, así que no me extraño al verme las ojeras en el espejo. No solo el tema de mi posible latente muerte me tiene preocupado, sino que también le estuve dando vueltas al tema de Caín y esa chica que estaba tumbada en la oscuridad. Intento llevar esos pensamientos al lugar más recóndito de mi mente y pensar en algo más positivo, no quiero pensar más, quiero ir en piloto automático.
Tras finalizar mi rutina diaria, esta vez sin ningún percance, voy al salón para encontrarme a mi familia desayunando tranquilamente. Decido unirme a ellos pero Esme y Dante se levantan rápidamente y me interceptan y Dante dice:- Vamos a hacer un conjuro que nos permita localizarte en todo momento.
Mis ojos se abren de par en par. ¿Dónde queda mi libertad de decisión? Por lo visto, ya no existe. Mi ceja se levanta como claro signo de sorpresa y mis ojos viajan de los azules orbes de Dante a los marrones de Luka buscando ayuda, pero parecen resignados a complacer a su esposa y madre. Posteriormente me rindo y un suspiro escapa de mi boca.
-Adelante.- digo yo, preparándome psicológicamente para todo el dolor que conlleva eso.
Una sonrisa escapa de los labios de Esme. Me toma de la mano y me arrastra a su oficina. En el escritorio veo un mapa enorme, junto con un cuchillo afilado, un vaso vacío y una pluma.
- Bien, hagámoslo rápido. Sé que la teoría te la sabes, no hace falta que te explique como funciona.- dice ella y razón no le falta. Si fuese un brujo, sería bastante aplicado.
Cojo el cuchillo con mi mano izquierda y me corto la palma de la mano derecha, derramando así la sangre sobre el vaso. Mi izquierda toma la pluma y moja la punta en mi sangre para después escribir sobre el papel: "Àite". Esme se coloca delante del papel y me concentro para no llorar de dolor.
-"Is mise do threòraiche"- musita ella con un susurro. De repente, la sangre sobre el papel se va juntando hasta situarse en un punto concreto, mi ubicación, mientras la cicatriz de mi pecho empieza a arder incontrolablemente. Mis ojos, al igual que mis dientes, se aprietan por el escozor y me repito una y otra vez que debo de ser fuerte. Tener una cicatriz que reacciona tan mal ante el contacto con la magia no es de mucha ayuda en un mundo donde debo de estar rodeado de ella.
De repente, el escozor termina y mis hombros, hasta ese momento tensos, descansan. Esme se acerca a mí y pasa su mano por mi rostro, con sutileza y cariño. Comprendo que lo ha hecho por mi bien, así que le agradezco con la mirada.
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El viaje en coche es bastante tranquilo, yo me dedico a pasar el rato repasando con mis dedos cada ramificación de la cicatriz que se encuentra en la parte izquierda de mi pecho. No recuerdo como me la hice, pero sin duda parece como una quemadura hecha por un rayo, según google. Sigue un patrón bastante... artístico, diría yo. Las ramificaciones crean ondulaciones sobre sí mismas, en sus extremos, estas se dividen dando la impresión de que se están expandiendo. Parece casi como hiedra, esa planta que escala las casas sin importarle mucho lo que se lleva por delante.
Al llegar al instituto, Luka se va con sus nuevos amigos y me ofrece ir, a lo que yo me niego. Él asiente y, antes de irse, me recuerda que si en una semana no he hecho un amigo me llevara de los pelos a conocer a los suyos. Mierda, me olvidé de eso. Por mi parte, decido alejar la preocupación, llegado el momento me inventaré una excusa.
Me muevo a paso seguro hacia las puertas del instituto, dándome cuenta de que alguien me sigue con un pobre intento de ser sutil. No lo consigue. Todavía no hay mucha gente dentro del insti, siguen en el parking o todavía no han llegado, lo que le da pie al "alfa" de la manada para tirar de brazo y arrastrarme hacia unos baños vacíos.
-Se lo que eres.- dice el castaño sorprendiéndome con sus palabras.
-¿Ah, sí?- le respondo. - Pues ilumíname, porque yo no tengo ni idea, amigo.
Su sonrisa se ensancha de una forma bastante sádica, pero no me intimida. Aun así el hace el intento, acercando su cuerpo y agrandando los hombros. La verdad es que juaga con desventaja. Por un lado, la altura no la ayuda, no es que sea bajito, es que yo soy muy alto. Por otro lado, ni siquiera es un alpha.
- Eres un humano de mierda, perdido en un mundo al que no pertenece.- suelta con rabia. "Oh, que sorpresa, si no me lo dices tú, no me doy cuenta."
Harto de la situación, me dirijo hacia la salida, pero este me vuelve a interrumpir: - Eres un parásito, todos los humanos lo sois. Y ahora mismo un parásito está intentando devorar mi territorio.- me quedo estático ante esto, dándole la espalda y dejándole decir lo que tenga que decir. Eso sí, con más curiosidad que miedo, si soy sincero.
- Y juro que voy a erradicar los parásitos, con mis manos si hace falta. Como que me llamo Xavier Amato.- así suenan sus últimas palabras mientras me adelanta hacia la puerta y luego desaparece.
Vamos, no me jodas. ¿Acaso tengo un cartel en la frente con la frase "mate aquí" o algo parecido? Encima llego tarde a clase, miro mi horario y me toca Historia de lo sobrenatural. Simplemente maravilloso...
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Editado: 25.12.2020