Lado A
— Sonaba más bonito en mi cabeza…
Han pasado cuatro meses desde mi accidente. He asistido a rehabilitación, la fractura de mi pelvis provoco que dejara la universidad durante este semestre; pero la verdad no era así, tenía vergüenza de lo ocurrido, desde entonces me volví una chica muy tímida (rayos ya era tímida pero ahora es el doble), insegura y de más cosas.
Decidí encerrarme en mi habitación, mi mamá nombro a mi habitación cuevita porque siempre estaban apagada las luces. Además olvide cuidar de mí; mi cabello era un desastre todo enmarañado.
Ordene a mi madre que no quería visitas de nadie eso incluía a mi dichoso enamorado y a mis compañeros en general.
— Sonaba más bonito en mi cabeza…
Sigo con un bolígrafo en mi mano y una hoja apoyada en un cuaderno, tenía en mente escribir una poema o una historia pero en vez de ello fueron palabras sin sentido y además la hoja termino llena de garabatos (dibujos, firmas cuadros y números).
Llevo mis manos a mi cadera y la toco con fuerza. El dolor es agudo pero soportable; lo más genial es que ya no debo pedir ayuda para ponerme de pie o que me ayudaran ir al baño, el médico me recomendó que llevase puesta una sonda para poder orinar pero le rogué tanto que al fin accedió pero me dio más recomendaciones y que sea cuidadosa cuando vaya al inodoro.
Doy pocos pasos en mi habitación, trato de que mis piernas no tiemblen con el andar pero no es posible. La recuperación tardaría un tiempo pero durante casi 4 meses use desde un andador hasta un bastón, la verdad es que me es más fácil andar con un bastón, si, como una abuelita.
Camino hasta el baño y me veo en el espejo que hay allí, me veo el rostro y la mayoría de raspones, golpes han desaparecido en su totalidad.
Miro el suelo y veo mis pies, trato de no llorar, pero no me es posible. Lagrimas recorren mis mejillas, aunque dijesen que estaría bien pero que debería ser más cuidadosa de ahora en adelante, se me hace difícil aceptar la realidad. Tengo un ligero cojear en mi pierna derecha, Vienen palabras a mi mente como: “podre correr o viviré como una abuelita desde ahora”
Devuelta en mi cuevita tomo mi teléfono, suspiro con desdicha, la pantalla se a trizado en su mayoría pero aún se puede escribir en él.
En él hay quince mensajes todos son de Erick:
— “como te encuentras”
— “Estas bien”
— “Podemos hablar, estoy preocupado por usted”
— “su mamá no me permitió visitarla”
— “me está evitando”
— “le lleve chocolates y unas rosas”
— “conteste por favor”
— “estoy aterrado, ayer golpee mis puños contra la pared”
— “no puedo dormir, hábleme”
Los mensajes continuaron pero deje de leerlos, me sentía hastiada y casada por lo ocurrido, pero de pronto un mensaje llego.
— Hola, sé que es tarde, quería decirte… recupérate pronto, atte.: León
Estaba sorprendida y con una sonrisa en mi rostro, le respondí.
— Oh gracias, eres muy amable, la verdad es que ya puedo caminar sin bastón
— ¿En verdad?! Eso es maravilloso, ¡lo sabía!
— ¿lo sabias?
— Sabía que eres una chica muy fuerte y no te diste por vencida
— Oww, gracias me haces sonrojar
— Pues imagino en ti una bella sonrisa
— Vaya lo me pones colorada, lo dice el chico que pasa por los pasillos muy serio
— Crees que soy muy serio en la Universidad
— No solo yo creo eso, hasta los profesores creen que eres ummm… un chico misterioso
— Me haces sonreír, suenas como un amigo de la capital
— ¿Porque lo dices?
— El habla de una chica de su edificio a cada momento. Dice que es una chica misteriosa pero no lo sé no la he llegado a conocer.
— Jajaja, vaya está bien. León, ¿Tienes novia?
— La verdad no, desde hace un tiempo atrás que no salgo con nadie.
— Entiendo, ya llegara la indicada