Cap 2

Esteban arribó a la residencia de su flamante compañero con el fin de asegurarse de que asistieran al parque sin falta, ya que era el cumpleaños de Rose, tenían la determinación de organizarle una celebración por sorpresa, un gesto de considerable gentileza debido a las aciagas circunstancias socioeconómicas que enfrentaba la familia de la cumpleañera.

- Hola, Charlie, ¿listo para el plan de mañana?

- ¡Claro que sí!

- Queremos organizarle una sorpresa en el parque. La familia de Rose ha estado pasando por tiempos difíciles, así que queremos hacer algo especial para ella.

- Tenía en mente decorar una sección del parque con globos y luces, podemos llevar algunos aperitivos y bebidas, y quizás organizar algunos juegos.

- ¡Eso suena genial! Creo que Rose se sorprenderá- añadió Esteban - ¿pero cómo podemos asegurarnos de que ella esté allí sin saberlo?

- Creo que podemos pedirle a su hermano menor que la lleve al parque bajo un pretexto, y nosotros estaremos listos para recibirlos.

- Perfecto. Contamos con poco tiempo, así que creo que mañana empezaremos a organizarnos de inmediato.

- Totalmente de acuerdo. Vamos a hacer de este cumpleaños un día que Rose nunca olvidará - dijo Charlie emocionado.

Ambos pasaron la tarde juntos, Charlie, con un atisbo de travesura en su mirada, consiguió una botella que su padre reservaba para ocasiones realmente especiales, el suave clic al abrir la botella inspiró a ambos, como si desencadenara un momento de rebelde complicidad entre los dos jóvenes, el líquido ámbar chisporroteó en sus vasos con fragancia, mientras disfrutaban de aquel líquido preciado, el carboncillo se desplazaba sobre el papel, los rostros concentrados, las miradas capturaban instantes que se plasmaban en líneas curiosas, el suave tintineo de los vasos y el crujir del carboncillo rompían el silencio cómplice, ambos estaban cubiertos de manchas de carboncillo, Charlie mantenía sus manos temblorosas mientras intentaba dar vida a sus visiones, los dibujos de Esteban dejaban ver una casa abandonada, con ventanas rotas, que por un momento parecia la casa de los Thomson, desprendiendo una atmósfera de misterio y nostalgia que se hacia percibir en cada línea, en los trazos de Charlie, en cambio, cobraban vida rostros extraños y retorcidos que emergían entre espirales hipnóticas, dibujos que emanaban una inquietante sensación de lo desconocido, los ojos de los personajes parecían seguir a los observadores con inquietante insistencia, como si buscaran una salida de las páginas del papel para adentrarse en el mundo real.
La intensidad de sus emociones reflejadas, como si su dibujo fuera la manifestación tangible de sus pensamientos más profundos y oscuros.

Después se despidieron en la puerta principal con la esperanza de volver a encontrarse más tarde.

- Increíble, ¿verdad, Charlie? - comentó Esteban, con entusiasmo mientras ajustaba su mochila sobre el hombro.

- Sí, definitivamente. Nunca había sentido algo así mientras dibujaba - respondió Charlie, su voz temblorosa reflejando la intensidad de las emociones durante la sesión de arte.

- Tienes un talento increíble para capturar la esencia de las emociones - elogió Esteban con algo de curiosidad y duda, pero con una sonrisa genuina en su rostro.

- Gracias, Esteban. Tú también. Tus dibujos tienen un poderoso efecto visual - expresó Charlie, con admiración.

-¡Nos vemos luego! - grito Esteban alejándose de la casa.

La mañana mostraba un cielo azul pero en la tarde, repentinamente, el cielo manifestó su temperamento caprichoso con la amenaza de una tormenta en el horizonte, enfocado en llevar a cabo su plan original, Charlie, decidido, desplegó su paraguas y se encaminó hacia el parque, haciendo caso omiso de las advertencias de sus preocupados padres, apesar de haber escuchado las advertencias en la radio, llevaba consigo un ramillete de rosas negras, las favoritas de Rose, al llegar al parque, su corazón se comprimió al descubrir que el lugar estaba desolado, consumido por la furia del cielo.

El paraguas de Charlie cedió rápidamente ante el feroz embate del viento, obligándolo a buscar refugio en la biblioteca más cercana. Una vez dentro, se encontró con otras tres personas, además del guardia de seguridad, que también buscaban alivio de la tormenta. Mientras tanto, afuera, la lluvia caía con una intensidad que reducía la visibilidad a la de una densa bruma. De repente, un estruendo y un resplandor cegador se filtraron por los ventanales: un accidente había ocurrido. Un Ford descontrolado, tras chocar con un farol, se estrelló contra una tienda de modas, la tormenta amainaba cuando las sirenas de emergencia empezaron a propagar su lamento acústico, Charlie, empujado por un presentimiento agónico, salió al exterior y quedó petrificado ante una escena dantesca: dos cuerpos inmóviles yaceían en el automóvil siniestrado, eran sus padres. No hubo en él un gesto, ningún estallido emocional, simplemente observó, abrumado, la sangre diluida por la lluvia, sus rostros ahora transformados, los que alguna vez fueron signos de calidez y seguridad, ahora eran irreconocibles piezas de tragedia. El rostro de su madre, antes iluminado por una sonrisa, estaba pálido y sereno, casi como si estuviera sumergida en un sueño profundo y tranquilo, la luz que alguna vez jugaron en sus ojos era una memoria apagada, reemplazada por la muerte, sus labios, que habían murmurado innumerables veces palabras de amor y consuelo, ahora permanecían entreabiertos y sin color, como flores marchitas por un sol implacable.El rostro de su padre, un pilar de fuerza y resolución, estaba marcado por una herida que se deslizaba desde la frente hasta la mejilla, en un río siniestro, su mentón, ahora se relajaba en el abandono final. El accidente no sólo había robado sus vidas, sino que había sustraído la oportunidad de despedirse, dejando en su lugar una imagen que atormentaría a Charlie hasta el final de sus días. Era un recuerdo que lucharía por olvidar, pero que su mente insistía en recordar con una claridad despiadada.