Una melodía dulce y agridulce se desliza a través de su habitación, inquietante y melancólica, lo arrastraba a un estado de melancolía imposible de ignorar, la tristeza que se aferraba a el con garras sigilosas, cediendo a la irresistible llamada, se acercó al tocadiscos y dejó que las notas tristes fluyeran.
"Dulce música, aniquiladora de penas", musitó Charlie, mientras contemplaba com la aguda aguja rozaba el vinilo con un crujido lastimero, arrancando sus propias lágrimas.
En un impulso irrefrenable, sus dedos buscaron dos cuchillos en la cocina, chispeando con un brillo peligroso a la luz tambaleante del tocadiscos, la música seguía danzando en su oídos, tarareando en voz baja movía los cuchillos al compás de la música, dibujaban arcos en el aire, como los trazos de un pintor maldito, imbuido de una gracia siniestra, un espectáculo privado para una audiencia invisible, sus movimientos eran precisos, cautivadores y, sin embargo, impregnados de una locura latente, como siendo poseído por una fuerza oscura que lo impulsaba hacia el abismo de descontrol mental.
La habitación se convirtió en un escenario distorsionado, un teatro de pesadillas donde su danza macabra era la única representación. Cada impulso, cada giro de muñeca, estaba impregnado de una intensidad salvaje, como si estuviera dirigiendo una orquesta de caos y desesperación. El mundo se desdibujaba en la neblina de su mente, superpuesto por una realidad distorsionada alimentada por la sinfonía de la locura que inundaba sus sentidos.
Mientras en el Instituto de Neurociencia Avanzada, los científicos se preparaban para iniciar un nuevo experimento, proyecto pionero conocido como "Proyecto Pandora", luces en el espacioso laboratorio, sobre las filas de monitores y la maquinaria de vanguardia.
- Esto es un gran avance para la ciencia - murmuró el Dr. Henderson, el director del proyecto, con una chispa de emoción en sus ojos detrás de sus gafas. - Estamos a punto de cambiar la vida de muchos pacientes con esquizofrenia para siempre.
Mientras tanto, Clara se encontraba parada en una esquina, observando con una mezcla de nerviosismo, apesar de su entrenamiento como psicóloga, la magnitud de este proyecto la abrumaba, como una figura solitaria en medio del bullicio, se mordió el labio inferior, atormentada por la responsabilidad que recaía sobre sus hombros. La elección de ella para seguir de cerca el caso de Charlie la había colocado en un dilema emocional, mezclando la lealtad a su amigo con la urgencia de descifrar su misterioso cambio de comportamiento.
Mientras tanto, en una oficina oscura en un rincón apartado del edificio del Ayuntamiento, Leonard revisaba una pila de expedientes con una expresión sombría, sus ojos escudriñaban cada informe, buscando desesperadamente un hilo de conexión que pudiera explicar lo sucedido con Carl, la sospecha le nublaba la mente, convenciéndolo de que la trágica muerte de su colega estaba relacionada con el enigmático comportamiento de Charlie.
- Clara, ¿todo bien? - preguntó el Dr. Henderson, poniendo una mano reconfortante sobre el hombro de la joven psicóloga.
Clara asintió, forzando una sonrisa nerviosa. - Sí, estoy lista para comenzar - respondió con determinación en la tensa atmósfera.
A través de la brillante pantalla de una de las máquina, los patrones neurológicos de un paciente con esquizofrenia se mostraban, la respiración de Clara se detuvo mientras observaba los datos, su mente girando con preguntas sin respuesta.
- Este proyecto tiene como objetivo desarrollar una terapia genética y neurológica revolucionaria para tratar a individuos con esquizofrenia - continuó el Dr. Henderson -
abordando tanto los aspectos bioquímicos como psicológicos de la enfermedad - Tomó una profunda bocanada de aire, su mirada fija en la pantalla. "Es hora", declaró en voz baja, pero su tono resonó con una autoridad inflexible, instando a su equipo a llevar a cabo el próximo paso, entre ellos la joven psicóloga.
Clara se encontraba en una encrucijada emocional, había sido designada como la psicóloga encargada del caso debido a su estrecha relación con el joven Charlie, su amistad con él la llevó a asumir la responsabilidad de investigar su enfermedad. Mientras tanto, Leonard había estado siguiendo de cerca los pasos de Charlie, consciente de que su amigo ya no era el mismo.
A pesar de las perturbadoras sospechas que rodeaban a Charlie tras la muerte de Carl, Clara se sentía atrapada. Su compromiso como profesional y su afecto por su amigo la impulsaron a buscar una forma de ayudarlo.
Tras una larga y tensa deliberación, se tomó la decisión de no involucrar a la policía en el caso, en su lugar, se acordó dejar a Charlie en libertad bajo la custodia de guardias en la cabaña, con la condición de llevar a cabo una exhaustiva investigación para descubrir la verdad. Sin embargo, el tiempo apremiaba, ya que dicha investigación se realizaría en cuestión de semanas, la falta de respuesta por parte de Charlie a esta situación podría resultar en su arresto como sospechoso.
Clara visitó la casa de Charlie innumerables veces, pero nunca logró obtener respuesta, el no era capaz de abrir su puerta.
El joven Thomson se asomaba a través de la cortina entreabierta y observaba furtivamente a sus vecinos que llevaban a cabo las tareas diarias: la anciana del cuarto piso arrastrando pesadas bolsas de basura, el joven matrimonio del edificio contiguo cargando bolsas de la compra repletas de víveres, y el hombre solitario del apartamento de enfrente saliendo con prisa con su chaqueta mal abrochada, los movimiento de ellos parecían proyectar una sospecha sobre su ventana, y la inquietante certeza de que estaban al tanto de lo sucedido lo consumía, cada mirada furtiva, cada murmullo reprimido, solo reforzaba su convicción de que el incidente era el tema principal de todas las conversaciones en su barrio y la paranoia se apoderaba de su mente, convirtiendo su propio hogar en una cárcel de juicios silenciosos.