El día que Griff cumplió trece años hacía calor.
Mucho calor.
Más calor que en el infierno, probablemente.
De hecho, era un día tan sofocante que todo Nueva York
Parecía derretirse. Volvíamos en un auto de alquiler de nues-
tras de verano –tal vez debería decir días festi-
vos- y mientras nos acercábamos lentamente a Brooklyn, yo
Atrapaba los los destellos de Manhattan a la distancia. Sus altos
rascacielos parecían tambalearse por el calor.
El radio del auto estaba encendido, pero el a un volumen
Muy bajo. A ratos, se escuchaban canciones pop y, otros, solo
Conversaciones aleatorias. En realidad casi no estaba ponien-
do atención. Pero entonces escuche a un DJ: vaya que hace
Calor hoy, amigos.
Genio, dije. Pero fue solo una palabra en mi cabeza. En
Realidad, no la dije. No tenía energía.
¡Y para aquello de ustedes que escuchan en Nueva York, la tem-
peratura ahora está rondando los cuarenta grados! Eso es cuatro-
ceros grados. Así que manténgase frescos, amigos y cuídense. Sigan
utilizando ese bloqueador solar y no suelten esos sombreros y gafas
para el sol.