El viento aullaba como un lamento olvidado, un susurro que atravesaba las copas de los árboles del bosque que bordeaba Eldoria. La brisa traía consigo una fragancia de tierra húmeda y hojas caídas, un aroma que siempre había resultado reconfortante para Theron. Pero en aquella tarde, el viento tenía un tono diferente, casi como si estuviera llamando a alguien.
Theron, un joven de cabellos oscuros y ojos profundos, se sentó en el tronco caído de un roble, su mente llena de pensamientos que danzaban como hojas arrastradas por el aire. La vida en Eldoria era monótona; los días transcurrían entre la rutina de los aldeanos, que trabajaban arduamente en sus campos y compartían historias junto al fuego. Pero él soñaba con algo más grande, algo que iba más allá de la seguridad de su hogar.
Mientras sus amigos se afanaban en juegos de juventud, él se sentía como un ave atrapada en una jaula dorada, ansiando la libertad de surcar cielos desconocidos. En su corazón palpitaba una inquietud, una curiosidad insaciable por los secretos que el mundo tenía reservados. Había escuchado las historias que su madre le contaba sobre los antiguos magos, sus poderes y las hazañas que desafiaban la lógica. Sin embargo, en su pueblo, la magia era solo un eco del pasado, un tema que los ancianos susurraban en noches de tormenta.
Theron se levantó, dejando atrás el tronco, y se adentró en el bosque. Las sombras se alargaban a medida que el sol comenzaba a descender, y el cielo se pintaba de matices anaranjados y morados. Cada paso lo acercaba más al corazón del bosque, donde los árboles se estrechaban y la luz se convertía en un tenue resplandor. Allí, los murmullos del viento parecían más intensos, y su corazón latía al compás de un antiguo canto.
De repente, un chillido desgarrador rompió el silencio, seguido de un temblor en el suelo. Theron se detuvo, alerta. Sus sentidos estaban en alerta máxima; la magia en el aire vibraba con una intensidad desconocida. En ese instante, algo emergió entre las sombras, una figura oscura que lo observaba con ojos brillantes, como dos faros en la penumbra.
—¿Quién eres, niño? —preguntó la criatura, su voz resonando como un eco distante, cargada de poder y misterio.
Theron sintió un escalofrío recorrer su espalda. La criatura tenía la forma de un hombre, pero su piel parecía hecha de sombras y su sonrisa, aunque amplia, era inquietante. En su interior, una mezcla de miedo y fascinación brotó.
—Soy… soy Theron —tartamudeó, tratando de recordar las enseñanzas de su madre sobre la valentía en momentos de peligro.
—No importa tu nombre. Lo que importa es tu poder —respondió la criatura, acercándose con movimientos fluidos y casi hipnóticos. Theron sintió cómo su corazón se aceleraba; algo en su interior lo instaba a retroceder, pero sus pies estaban firmes en el suelo.
En un impulso, levantó las manos, como si quisiera conjurar un hechizo que lo protegiera. Un torrente de energía fluyó de su ser, una fuerza desconocida que comenzó a emanar de él. Las runas en su túnica brillaron con un fulgor intenso, y un torbellino de viento se levantó a su alrededor, girando con una fuerza que lo asombró.
—¡Vete de aquí! —gritó, sintiendo el poder pulular en su interior, una sensación embriagadora que lo llenaba de confianza y miedo a partes iguales.
La criatura se detuvo, sorprendida por la repentina explosión de magia. La sombra que la envolvía se retorció y se contrajo, como si la energía del viento la estuviera ahogando. Theron no sabía de dónde había surgido esa magia, pero en ese momento, se sintió invencible.
La criatura, desbordante de sorpresa, retrocedió lentamente, su sonrisa desvaneciéndose en una mueca de desdén.
—Esto no ha terminado, niño —susurró antes de desvanecerse en el aire, como un susurro llevado por el viento.
El silencio regresó al bosque, y Theron cayó de rodillas, jadeando, sintiendo que el peso de lo ocurrido lo abrumaba. ¿Qué había sido aquello? Había enfrentado algo que ni siquiera podía comprender, y, sin embargo, había sobrevivido. La magia había despertado en él, pero las preguntas se arremolinaban en su mente como hojas en una tormenta.
Mientras se recuperaba, una sensación de claridad comenzó a infiltrarse en su ser. La llamada del viento había resonado en su interior, y sabía que su vida nunca volvería a ser la misma. Era solo el principio de algo grandioso. La magia lo había elegido, y no podría ignorar su destino.
Con el corazón aún acelerado, Theron se levantó, dispuesto a enfrentar lo que viniera. Mientras el sol se ocultaba tras las montañas, un nuevo horizonte se dibujaba ante él, y con cada paso que daba, se sentía más cerca de su verdadero propósito.
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Editado: 19.11.2024