-El tiempo pasó, y en la bella Valarión se reunió el gran consejo y, de común acuerdo, me eligieron para partir en una misión primordial: encontrar al hombre indicado. Yo fui designado El Enviado. Tengo en mi poder la llave que abrirá el portal por el cual solo uno puede pasar al otro mundo: El Elegido. Esta llave fue llamada El Legado de los Cinco. Lo que nunca supuse es que me llevaría tantos años dicha búsqueda, y te explico el por qué: La misión no debía durar más de dos mil años, tiempo suficiente para que encuentre a El Elegido, pero el secreto de la existencia de la llave había llegado a oídos de Aldirk. Lleno de pánico, y, en una nueva demostración de poder, distorsionó aún más el espacio-tiempo de los humanos. Así fue como mí llegada a tu mundo fue terriblemente modificada, y aparecí en la cuna de la civilización, en los albores del comienzo humano. Por supuesto que esto yo no lo sabía, solo sabía que en el transcurso de dos mil años yo tenía que encontrar al elegido. Los años se sucedieron, y noté con horror que algo no resultó en mi paso por el portal. Todo dependía de mí y de cuanto soportase con vida. Los siglos fueron pasando. Mis ojos han visto casi cinco mil años de historia humana. A lo largo de mi estadía en tu dimensión he visto nacer y morir civilizaciones completas; fui testigo presencial de momentos únicos. Gabriel, he recorrido este mundo a lo largo y a lo ancho cientos de veces; miles de veces. Conozco prácticamente toda la historia escrita y no escrita de la humanidad. En mi incesante peregrinaje, he aprendido mucho de cada cultura y de cada pueblo; he hablado cientos de idiomas y dialectos; he compartido con grandes héroes una y mil batallas. Miles de años descansan sobre mi agotado cuerpo. Todos estos siglos estuve buscando infructuosamente a El Elegido en aquellas personas cuya vida han tenido un tinte heroico, en las que han marcado un rumbo, en las que han llenado páginas de gloria con sus actos a costa de su sacrificio. Pero no. Jamás pude encontrarlo. Entonces comprendí que nuestra esperanza radicaba en el hombre común, en alguien con valores bien formados; pero alguien sencillo, que no supiese que en su interior, en lo más profundo de su ser, se esconde una semilla que espera germinar con estos valores e ideales que lo impulsarán a luchar hasta las últimas consecuencias, hasta lo indecible, por hacerlos realidad. Esa persona, en principio, no lo sabría; se sentiría uno más en el montón; sería alguien que estaría luchando por subsistir, asistiendo desesperanzado al lento decaer de la especie. Y hoy, después de tanto, tanto buscar, podré decirle a esa persona que tiene una oportunidad única de cambiar el curso de las cosas, de poder culminar para siempre con todos los flagelos de la humanidad.
-¿Qué me quiere decir con toda esta fascinante historia? ¿Qué El Elegido soy yo? -expresó Gabriel con cierto sarcasmo, sin poder dar crédito a nada de lo narrado por el viejo.
-Sé que no me crees, muchacho. Sé que es difícil abrir la mente en estos tiempos. En el pasado, los humanos pecaban de supersticiosos. En estos tiempos pecan de incrédulos. Solo te pido que, al menos, me otorgues el derecho de la duda. No te cierres por completo ni sucumbas al escepticismo total.
-¿Cómo pretende que le crea? No lo conozco. Es la segunda vez que lo veo en mi vida. Me estuvo enviando esos libros durante todos mis años de permanencia en el orfanato sin saber yo que era usted. Me cita en su casa y me cuenta toda una historia de leyenda tratando de hacerme creer que es verídica y, por si fuera poco, me dice que yo tengo un papel que jugar en esa historia. ¿Por quién me ha tomado, señor? No quiero ser descortés, pero no me gusta que me traten de imbécil.
-Lo lamento, Gabriel. Lo lamento y entiendo tu furia, pero no he hecho más que cumplir con mi deber. Yo no hago las reglas, las cumplo. Y si mi rol era el de buscarte, ya lo he cumplido. No es mi culpa que tu papel en esta historia fuera el central. Ya estoy viejo, muy viejo; y poco es lo que me queda de vida. No tendría que hacerme más mala sangre y decir: "basta, al diablo con esto". Si quieres aceptar, acepta; y si no, haz lo que quieras. Pero no... No me conformo con eso, tengo valores y tengo amigos que guardan la esperanza de que cumpla mi palabra y de que tú juegues el rol que te toca. Si quieres pruebas: pruebas tendrás, muchacho. Ahora vete y reflexiona.
-Usted me habla de pruebas. Enséñemelas y quizás... quizás, pueda llegar a creer en sus palabras.
-No soy humano. Te podría mostrar mis orejas puntiagudas y tampoco creerías; pero sí tengo un don, uno que la mayoría de los humanos no tiene: la percepción. Algo va a pasar en el transcurso de esta semana. Algo que puede adelantar el fin de la raza humana. No sé cuándo ni dónde, solo sé que en el transcurso de esta semana algo va a suceder. Estate atento. Y, si eso te convence, yo estaré esperando tu respuesta.
El viejo no habló más. Tomó un viejo libro que yacía sobre la mesa y se puso a leer, dejando a Gabriel confuso y furioso.
-Le puedo asegurar que no volveré a pisar esta casa.
El viejo no respondió. Gabriel subió las escaleras y se marchó dando un portazo. Don Anselmo cerró el libro, dio una profunda pitada a su pipa y sonriendo dijo:
-¡Oh, sí! ¡Sí que volverás!