No pude conciliar el sueño en toda la noche. Enciendo la televisión que está justo frente al sillón y me dispongo a ver las noticias. Todas hablan de la "cuarentena" obligatoria. Nadie puede salir de su hogar, o donde sea que se encuentre por un tiempo determinado. Al parecer, en el caso de los universitarios, el campus entregó previamente cajas con provisiones necesarias para subsistir el aislamiento. Me dirijo a la cocina y veo las tres cajas enormes llenas de harina, pastas secas, verduras y todo tipo de alimentos esenciales.
Escucho un carraspeo detrás de mí y ahí lo veo. Hiram, con su sonrisa burlona. Su cuerpo es delgado pero su espalda ancha. Luce fuerte. Tiene una extraña mariposa tatuada justo sobre su abdomen, la cual nunca había notado hasta ahora. Su cabello cae de forma desordenada sobre su frente, y sus ojos lucen un poco más pequeños e inofensivos de lo normal. Evidenciando que recién se levanta de un sueño profundo. Su carraspeo me despierta de mis pensamientos.
— ¿Disfrutando la vista? — dice burlón y pedante, al mejor estilo Styles—. Ya veo... No creo que sea casualidad que te hayas metido a mi departamento, quieres aprovecharte de mí y de mi dinero— levanta una ceja acusadora, y siento la ira apoderarse de mi. En otra oportunidad hubiera considerado su comentario inofensivo y de poca importancia, pero esta vez no fue así.
Toda la angustia y desesperación acumulada dentro de mí arremetió contra mi boca y dejé salir todos mis sentimientos en miles de palabras torpes y a la vez firmes que solté a continuación, mirándolo justo a los ojos.
— Eres tan pretencioso, misógino e ignorante, crees que por tu clase social todas las mujeres simplemente vamos a venerarte y seguirte. Por ser el estereotipo de chico rico y mimado, no quiero nada de ti, ni de tus estúpidos privilegios. Estaré abajo de la pirámide social por siempre, quizá. Pero tendré la conciencia tranquila de que no mancharé el nombre de Virginia Woolf, Taylor Swift, ni ninguna de las otras luchadoras y mujeres fuertes que hicieron historia, ¿me escuchaste? — dije casi sin respirar, ni siquiera supe cuándo las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas.
— Estoy acá no porque quiera, sino porque no tengo salida, no creo que nadie pensante quisiera estar por voluntad propia— continúe divagando en torpes y desordenados pensamientos.
Me miró fijamente con sorpresa y empezó a reír un poco, ocultando su notorio enojo.
— Claro claro, nadie es lo suficientemente perfecto cómo tú ¿no? señorita cultura y pureza. ¿Eres demasiado buena para la sociedad actual? —ríe— Lo que realmente eres es una mediocre nerd que vive en sus libros porque en la realidad no es nadie, ningún chico jamás se acercaría a ti porque eres estirada y aburrida completamente insulsa. Te crees tan especial, pero sé que morirías porque te preste atención. No se que clasé de trauma de niña pobre y desclasada tienes, pero estas en mi departamento, y sé —se acerca despacio y me agarra el mentón— que no tardarás mucho en caer ante mis encantos —puedo sentir su respiración cerca de mí y odio con todo mi ser que su cercanía me ponga nerviosa—, y yo tampoco quisiera estar contigo por voluntad propia, jamás.—dice y se aleja. Abre la heladera y se dispone a desayunar en una pequeña mesada con una banqueta frente a mí.
— ¿Qué? — escupe — ¿Acaso quieres?— me mira apuntando a su cereal— ¿Quieres que este fuerte hombre te provea alimento? —niega con la cabeza—. Por qué no te lo provee Trotsky, Eva Perón o no se Taylor swift — ríe como si hubiera dicho la oración más inteligente en el planeta Tierra.
— Eres irritante — le respondo y me agarro la cabeza.
Este chico me saca de quicio. Me alejo lo más posible de él, aunque sea físicamente imposible debido a que estamos encerrados en un departamento de tan solo tres ambientes y hay una pandemia mortal afuera.
Me siento en el sillón con las piernas cruzadas, el estómago hambriento pero mi orgullo intacto. Aún a la distancia lo oigo reír de mi exabrupto previo, puede que haya exagerado un poco ... solo un poco. Bueno exageré mucho, pero es su culpa, todo ese aire de superioridad, me dejo sola ayer notando que estaba indefensa como si no le importara en lo absoluto, y ahora, se dispone a comer relajadamente.
Ya es mediodía, Hiram no ha salido del cuarto de invitados o lo que sea que es el dormitorio frente al suyo. No me moví de el sillón estoy aislada en esta esquina solo salí para ir al baño. No tengo fuerzas, estoy hambrienta y angustiada. Recuerdos de mi abuela y mi hogar me atormentan. Pienso en lo mal que está todo afuera, temo por mis seres queridos.
Al verme en el espejo del baño hace rato note que mi piel esta mas pálida de lo común, mis ojos están rodeados por dos círculos negros y mi pelo es un desastre. Quisiera poder cambiarme tan solo traigo unos viejos jeans azules y una camisa sencilla a rayas. Me abruma la situación, me siento sola y muy asustada así que vuelvo a llorar. Creo que nunca había llorado tanto o más bien tan seguido anteriormente.
Al parecer mis lágrimas conmovieron a mi frívolo compañero de celda. Oigo como detrás de mí deja un plato de cereal con leche.
—Come— ordena, al darme vuelta y agradecerle lo veo alivianar la mirada.
Instantáneamente me siento avergonzada por haber estado llorando frente a él. Para mi sorpresa cuando me recompongo y empiezo a comer el no se va. Se queda en silencio, sentado en un pequeño sofá frente a mi. Después de un rato me siento cómoda como para iniciar una conversación. Bueno, no precisamente "cómoda" pero por lo menos no temo por mi vida.
— Así que Hiram— lo miro pensativa— no nos conocemos mucho, pero vamos a tener que pasar mucho tiempo juntos, quizás podríamos empezar de nuevo y conocernos, jugando a las 20 preguntas o algo así—sugerí, intentando cultivar una relación amistosa. Hiram ríe cínico.
— ¿Ahora quieres qué seamos "amigas"? Parece que tienes doce años o quizá trece y cambios hormonales hace dos minutos estabas llorando— Me responde en su habitual tono burlón.