Hiram
MIs ojos se abrieron con pesadez, la oscuridad de la habitación no me permitía distinguir si era de madrugada o ya pasado el mediodía. Aclarando mi vista, tomé el móvil que reposaba a un lado de mi cama. Al cogerlo compruebo que son más de las doce y que la tarde está cercana a caer.
Me incorporo sobre mis pies y camino directo al comedor, no veo la necesidad de arreglarme, ya que Gia y yo tenemos confianza más que suficiente a este punto. Con poca ropa y el cabello completamente enmarañado camino derecho, atravieso la puerta y en dos pronto estoy justo en la parte central del apartamento.
Mi vista se topa con Gia de espaldas en la cocina. Luce bastante arreglada, normalmente suele llevar solo mis camisetas y el pelo despeinado en una coleta. Su forma de vestir no me inquieta mucho, ya que, ella suele ser bastante extraña e impredecible, al fin y al cabo es una mujer. Yo nunca me he terminado de entender con ellas.
Me dirijo a ella para rodearla con mis brazos, pero al fino roce ella se separa de mí. Se desprende con vergüenza y sorpresiva timidez. "¿Qué?", pregunto ante su reacción, y ella simplemente se voltea con educación. Evitando señalar, hace que mi vista se dirija a la otra punta de la habitación.
Completamente shockeado, no puedo creer lo que se encuentra frente a mis ojos, o más bien quién. La figura fuerte de un hombre adulto sobre la silla del comedor. Sus piernas cruzadas con una petulante elegancia, sus pantalones perfectamente planchados, su camisa en las mismas condiciones y un chaleco demasiado pretencioso para la hora del desayuno.
Mi padre me mira fijamente con una sonrisa engreída. Da un sorbo artístico a la taza de café que carga elegante y puedo leer sus pensamientos a la perfección.
Piensa en lo desarreglado que está mi cabello y la vulgaridad de mis tatuajes. Ni hablar de lo poco propio, que es para él, despertar a estas horas del día, perdiendo el valioso tiempo que podría invertir en ganar dinero o arruinar la vida de unos cuantos seres vivos según el manifiesto Styles.
— No te preocupes querida Gia, mi hijo nunca tuvo modales. Pero en mi defensa aclaro que no es mi culpa, mal educado no fue, sino mal aprendido— pronunció con un desdén políticamente correcto, digno de él. Escucharlo pronunciar su nombre revolvió mi estómago.
— Hiram— dijo Gia acariciando mi hombro con ternura, en un intento de despertarme de mi ensimismamiento.
— ¿Qué haces aquí?— pregunté con brusquedad, dirigiéndome a él.
— "Hola papá, cómo estás"— pronunció mi padre con fingida decepción, dejando en evidencia mi falta de modales al no saludarlo —, he venido a visitar a mi querido hijo, el cual no ha respondido mis llamadas llenas de preocupación, ¿cómo puedes hacerle eso a un padre?
— ¿Cuándo has llegado?— ignoré su discurso hipócrita, mientras la ira se apoderaba de mí.
— Hace algunas horas, esta amable señorita me ha servido muy bien... Y no la culpes, ella se ofreció a despertarte pero me negué, sé lo agresivo que puedes llegar a ser cuando te levantan a la fuerza—, como siempre, intentaba exponer mis falencias y resaltar todos mis defectos, dejándose a sí mismo como todo un perfecto señor.
— Hiram, aquí está el café— dijo Gia con una voz diferente, ¿más refinada?, claro, actuaba así porque para ella esto era una especie de presentación ante su suegro. Pobre inocente.
— La señorita te está sirviendo hijo, agradécele y siéntate con nosotros— dijo mi padre disfrutando por completo del teatro que se ha montado, casi tan falso pero totalmente impoluto como su cabello blanco.
Tomé asiento y Gia se sentó a mi lado, su rostro caucásico y amable hizo que la culpa y el temor regresaran a mí, no podía soportar haberla expuesto a esta situación.
— Gia, ¿puedes creer que no me ha llamado?, ni siquiera me había contado de ti, por cierto —dijo dirigiendo su mirada hacia mí— tu novia es una chica muy bonita y educada hijo, no la dejes escapar ni hagas ninguna estupidez.
Me limité a beber el café y apretar fuerte el puño de mi mano, no quería arremeter mi ira contra él frente a Gia, de esa forma él habría ganado, notando mi incomodidad ella cogió mi mano y su calidez relajó mis tensiones.
— Nos la hemos pasado de maravilla, Gia tiene un magnífico gusto para la literatura, me ha sorprendido
— Gracias señor Styles— dijo Gia sonrojándose, perdida ante los halagos estirados de mi padre.
— Aunque debo decir que su última elección ha sido un poco oscura— dijo tomando la copia de Demián que descansaba sobre la mesa—, pero bueno, ahora comprendo por qué le gustas tú, vuelves realidad la escalofriante ficción — añadió en un susurro fulminante, y Gia sólo rió, como si hubiera sido una broma intelectual y llena de gracia.
— Vamos al cuarto y ahí hablaremos del trabajo — dije cambiando el tema, mi paciencia estaba comenzando a acortarse.
— Hijo, ¡siempre tan brusco!, arruinando los buenos momentos— se quitó la servilleta de su falda y se puso de pie— me disculpas Gia, tendré que interrumpir la charla para resolver ciertos asuntos con mi hijo.
— Claro señor— respondió ella poniéndose de pie también.
— Te entrego tu libro, muy buena elección, y me despido con mi frase favorita de Hesse —dijo aparentemente citando al autor de la copia sobre la mesa— "Los hombres con valor y carácter siempre les han resultado siniestros a la gente".
Gia sonrió, encantada ante los conocimientos de mi padre, y yo sólo pude rodar los ojos, era increíble la forma en la que él podía desplegarse, mover sus piezas con precisión y destreza, disfrazando la calumnia y la hipocresía, batiendo espadas como si de fino lino se tratara, enamorando a cualquiera que escuchara sus letales poesías.
Cerré la puerta con fuerza detrás de mí, mi padre ingresó a mi pequeño laboratorio con una expresión divertida. Comenzó a revisar mis muestras sobre la mesada y a tocar mis cosas, yo se las quite con fuerza de la mano.