Irma baja del canasto del globo aerostático, después de ella baja Kiwi. Al llegar al final de la escalera, ella salta hacia el suelo. La niña sonríe y ayuda a su protector a bajar.
—Tenemos que ir hacia ese castillo —dice Kiwi, apuntando al castillo de oro que se ve entre los árboles. Un camino de ladrillos azules, los guía hasta su destino.
Mía se une a la aventura de Kiwi e Irma. Los tres juntos caminan platicando y riendo. Irma observa los árboles a su alrededor y busca entre los arbustos, conejitos o algún otro animalito.
—¿Por qué tenemos que ir al castillo? —pregunta Irma.
—En ese lugar, te están preparando la fiesta más hermosa que puedas soñar, te esperan maravillosas personas, con sus brazos abiertos —dice Kiwi.
—Así es, Irma. Me han contado que, a las niñas como tú, les hacen un obsequio especial, nadie sabe lo que es, solo las afortunadas a las que se lo han dado —dice Mía.
Falta poco para llegar a la entrada principal del castillo. Un canal lleno de agua lo rodea, tiene destellos dorados con azul. Irma se siente cada vez más emocionada y nerviosa.
Bajan el puente hasta que llega al suelo y se les facilita la entrada a los tres amigos al jardín real.
Cruzan el puente. Siguen caminando por un hermoso lugar con árboles enormes, sus hojas son color rojo y naranja, es como si dentro del castillo fuera otoño. Irma ve asombrada todo a su alrededor, al final del camino está la puerta de entrada, es gigantesca y está abierta de par en par, la bella dama que había visto en la visita anterior, los espera para recibirlos.
—¡Bienvenidos! —dice la bella dama.
—Gracias —responden mía y Kiwi, haciendo una reverencia a la bella dama.
—Justo, te estábamos esperando —dice la bella dama —el banquete está por dar inicio. Ven conmigo —dice, mientras le da la mano a Irma.
—Gracias, hermosa dama —le dice Irma haciéndola ver aún más tierna.
—Gracias a ti, por acompañarnos hoy. Ahora, es momento de entrar, te acompañaré a tu lugar —responde.
Irma y la bella dama se toman de la mano, caminan hacia el enorme salón donde se llevará a cabo el banquete. Las cortinas azules con leones dorados decoran las paredes, enormes globos en color mostaza recubren el techo y las mesas. Todo se ve verdaderamente hermoso.
En la orilla de la mesa hay una mujer blanca de ojos ámbar y cabello plateado, algo en ella le recordaba al fuego que había visto la primera vez que vino, después estaba el joven príncipe, el rey con sus vestimentas color oro, al otro lado de él se sienta Irma y por último la bella dama, pero no menos importante.
La comida aparece en las mesas como por arte de magia, con el chasquido de los dedos del rey. Todo se ve suculento, a Irma se le hace agua la boca. El rey dice algunas palabras para dar gracias por los alimentos que hay en la mesa y el festín comienza.
La comida es deliciosa, la mejor que ha probado en su corta vida. Cada mordisco que le da, lo disfruta más que el anterior. Da un trago al agua, tiene un sabor diferente a la de este mundo. Esta es más fresca y hace que cada rincón de su cuerpo, cobre vida.