Camila no durmió esa noche.
La ciudad seguía encendida por el escándalo que había provocado su declaración en vivo. Pero ella sabía que eso solo era el inicio. Exponer la mentira era una cosa. Demostrar quién la tejió, otra completamente distinta.
A las seis de la mañana, se encontraba en la sede de su nuevo bufete de abogados, revisando cada expediente, cada hilo que conectara a Elías Ramírez con los jueces corruptos, con los fiscales vendidos, con la prisión donde Mateo estaba encerrado.
—No me importa si hay que pagar a medio sistema —dijo Camila con voz firme—. Quiero la verdad. Y quiero a Mateo libre antes de que este día acabe.
Su abogada, una mujer de aspecto austero y mirada letal, le asintió:
—Podemos forzar una audiencia urgente si conseguimos una firma. La del juez superior que Elías aún no controla.
—Entonces búsquenlo. Y díganle que esta no es una petición. Es un ultimátum.
Mientras tanto, en la prisión federal, Mateo estaba aislado. Sin contacto con el exterior. Sin saber si lo que vio anoche en la nota era real… o un truco.
Hasta que escuchó un ruido.
—¡Muévete! —gritó un guardia—. Tienes visita legal.
Lo condujeron por un pasillo helado, hasta una sala de reuniones custodiada por cámaras. Y ahí, al otro lado del vidrio, la vio.
Camila.
No llevaba maquillaje. No llevaba joyas. Solo un abrigo negro y los ojos más determinados que había visto en su vida.
—Estás bien —susurró él, casi sin voz.
Camila no respondió con palabras. Solo alzó una carpeta y la presionó contra el vidrio.
Pruebas.
Mateo cerró los ojos. La fe regresaba. No porque fuera libre aún, sino porque ella nunca lo había dejado atrás.
—Vamos a sacarte —dijo Camila, bajando la voz—. Pero necesito que me digas si Elías mencionó algo… algo que podamos usar.
Mateo asintió.
—Está negociando con un grupo en Europa del Este. Quieren hundir tu imagen para tomar control del fondo de inversiones que creaste.
—Perfecto —susurró Camila—. Entonces los voy a hundir primero.
Horas después, en una conferencia de prensa convocada de emergencia, Camila reveló grabaciones de llamadas, documentos bancarios, y testimonios anónimos que apuntaban a una red internacional de manipulación financiera dirigida por Elías Ramírez… con apoyo directo de Valeria Varela.
La sala estalló.
—He jugado con reglas que ustedes han escrito para aplastar a mujeres como yo. Pero hoy traigo mis propias reglas —dijo Camila—. Y créanme: en este tablero, yo decido quién cae.
Los periodistas la aplaudieron. Las redes sociales la proclamaron como “la mujer más temida del hemisferio”.
Y mientras Valeria recibía una orden judicial para presentarse a declarar, Elías vio su rostro por última vez en la portada de todos los diarios, con una frase que lo estremeció:
"Camila Varela no perdona. Camila Varela reina."
Esa noche, Camila volvió a la prisión. No como visitante. Sino con un auto blindado y una orden judicial.
—¿Está lista para llevarlo? —preguntó el juez, entregándole el documento.
Camila solo asintió.
Cuando la puerta se abrió, y Mateo salió, la ciudad se detuvo.
Caminaron juntos. No se abrazaron. No lloraron.
Pero cuando sus manos se entrelazaron ante las cámaras, el mundo entendió algo:
La reina no estaba sola. Y su guerra recién comenzaba.
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fantasia, título: él me juró lealtad, yo le dediqué venganza géneros: romance
Editado: 16.05.2025