Él Me Juró Lealtad, Yo Le Dediqué Venganza

Capítulo 48: La Cena del Traidor

La invitación había llegado en papel dorado, con letras cursivas y una firma inconfundible: Hassan el-Bakri, magnate petrolero y miembro influyente del Consejo Árabe de Inversiones. La cena tendría lugar en el Palacio Çırağan, junto al Bósforo. Una noche para honrar nuevas alianzas, decían. Pero Camila olía la trampa antes de que se sirviera el primer vino.

Vestida con un diseño negro de corte imperial, su presencia al entrar silenció la sala. Hombres acostumbrados a dominar territorios bajaron la mirada ante su paso. Sonriente, elegante, pero con los ojos afilados como dagas. Camila Varela no asistía a una cena. Asistía a una guerra con cubiertos de plata.

Mateo caminaba a su lado, más tenso que nunca.

—No me gusta esto —susurró—. Están todos los que alguna vez quisieron destruirte… reunidos como si celebraran algo.

—Exactamente —dijo ella—. Están celebrando que creen tener una oportunidad.

La cena comenzó. Platos exquisitos, conversaciones diplomáticas, risas fingidas. Y en medio de la velada, Hassan alzó su copa.

—Hoy no solo celebramos a una mujer poderosa —dijo, mirando a Camila—. También celebramos la verdad. Porque en este mundo, los tronos construidos sobre mentiras… se desmoronan con un suspiro.

Una gran pantalla descendió en la pared del salón. Imágenes comenzaron a proyectarse: Camila reunida con líderes acusados de corrupción, fragmentos de llamadas, transacciones bancarias manipuladas.

Un montaje.

Una trampa.

Un intento de destruir su reputación.

Los murmullos estallaron como tormenta. Algunos invitados se levantaban, otros fingían sorpresa. Hassan sonreía como un chacal. Todo estaba fríamente planeado. Un golpe maestro. Y sin embargo…

Camila se puso de pie, lentamente, y levantó su copa. El salón enmudeció.

—Bonito montaje. Lástima que olvidaron un pequeño detalle: yo ya sabía que harían esto.

Mateo accionó un dispositivo. La gran pantalla se apagó por un instante… y luego se encendió de nuevo. Esta vez mostrando videos reales, grabaciones originales, donde se evidenciaban los sobornos de Hassan, las amenazas a testigos, y su conexión directa con los Montiel.

—¿Creyeron que podían manipular el relato sin que yo lo reescribiera primero?

Hubo un silencio sepulcral. Luego caos. Algunos huyeron, otros intentaron apagar la pantalla. Pero ya era tarde. El daño era irreversible… y no para Camila.

Al final de la sala, un hombre se levantó lentamente. Elías Ramírez.

—No todo esto fue idea de Hassan —dijo, con voz grave—. Algunos aquí... simplemente necesitaban saber de qué lado estabas realmente.

Camila lo miró con el hielo en la voz:

—Yo no tengo lado, Elías. Soy el filo de la balanza. Y ustedes… están desangrándose.

Esa noche, la cena se convirtió en un juicio. Los traidores, en platos fríos. Y Camila… en leyenda.




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