Él Me Juró Lealtad, Yo Le Dediqué Venganza

Capítulo 53: El Juego del Rey

El silencio era un arma.
En los pasillos del hotel Waldorf Astoria, no se oía más que el eco de pasos medidos. Camila caminaba escoltada por dos asistentes de seguridad, mientras Mateo recibía actualizaciones en tiempo real.

—Interceptamos otra señal —dijo él, revisando el dispositivo—. Esta vez viene de Suiza. Alguien movió cinco millones a una cuenta en Zurich… y usaron tu antiguo número fiscal.

Camila no frunció el ceño. Solo se detuvo y giró lentamente.

—Están preparando una trampa. Una donde yo parezca la corrupta.

—Exacto —asintió Mateo—. Y el nombre detrás de todo es Eloy Varela.

Ese nombre cayó como una cuchilla en el pecho de Camila.

—¿Mi tío? —murmuró—. Pensé que se había retirado después de la muerte de mamá.

—Eso fue lo que te hizo creer. Pero parece que Eloy nunca dejó el juego. Solo esperó que tú hicieras el trabajo sucio… para luego robarte el trono.

Camila caminó hasta la ventana. La ciudad parecía brillar de inocencia, como si no supiera que una guerra silenciosa estaba por estallar.

—Entonces llegó la hora —susurró—. Hora de mover a la reina… para cazar al rey.

Al día siguiente, Camila convocó a una conferencia de prensa en el corazón financiero de Berlín. Periodistas de medio mundo llegaron esperando explicaciones. Pero lo que recibieron fue una lección.

—En las últimas horas —dijo frente al micrófono—, han circulado documentos que buscan implicarme en delitos que no cometí. Quien lo hace no solo subestima mi inteligencia… también subestima mi memoria.

Se volvió hacia la pantalla gigante detrás de ella.

—Permítanme refrescársela.

Aparecieron grabaciones. Archivos. Transacciones antiguas. Todo apuntando al mismo nombre: Eloy Varela. El tío que la crió tras la desaparición de su padre. El hombre que fingía ser familia… mientras cavaba su tumba financiera.

—Quiso usurparme. Quiso marcarme como corrupta. Pero olvidó que yo fui la que lo sacó de la quiebra hace diez años. Y guardé todas las pruebas.

La sala estalló en flashes. Algunos periodistas se levantaron para aplaudir.

Pero Camila aún no terminaba.

—No pido justicia. La ejecuto.

Y con un gesto de la mano, sus abogados presentaron la denuncia penal ante la corte internacional.

Esa noche, en un rincón oscuro de Ginebra, Eloy Varela miraba la transmisión en un televisor antiguo.

—La mocosa aprendió demasiado —dijo, rompiendo su copa de whisky—. Será más difícil de quebrar de lo que imaginé.

Una mujer se acercó a él entre sombras.

—Entonces no la quiebre —dijo con voz suave—. Rómpale el corazón.

Mientras tanto, en Berlín, Camila abría una vieja carta que Mateo encontró entre los archivos de su madre.

Dentro había una fotografía. Un niño, una mujer… y un hombre de espaldas.
La firma era clara: León Varela.

Y una línea escrita a mano:

"Si te enfrentas al Rey, asegúrate de no ser su hija."

Camila apretó los dientes.
Porque a veces, la verdad no libera. La verdad destruye.

Y si el juego había comenzado… ella iba a terminarlo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.