Él Me Juró Lealtad, Yo Le Dediqué Venganza

Capítulo 61: Sangre, Sudor y Renacimiento

El frío de la madrugada madrileña no podía apagar el fuego que crecía en el pecho de Camila. Con cada paso que daba sobre las piedras antiguas del monasterio donde se celebraría la cumbre empresarial más cerrada de Europa, sentía que su cuerpo se rompía... pero su alma se templaba.

Había pasado noches sin dormir, enfrentado traiciones, expuesto secretos que podían destruir imperios, y aún así estaba de pie. Aunque no lo dijera, aunque no lo llorara, había días en que deseaba rendirse. Pero entonces recordaba una sola frase que su madre le susurró antes de morir: “No heredamos poder, hija. Lo conquistamos con cada herida.”

Y esa mañana, sangrando por dentro, Camila iba a conquistar.

La reunión no era pública. Ninguna cámara estaba permitida. Solo los veinte nombres que decidían el flujo del capital europeo. Gente que nunca miraba dos veces a una mujer joven, mucho menos a una mujer que venía desde la miseria.

Mateo caminaba detrás de ella en silencio, sintiendo en la espalda la presión del momento.

—Si todo sale bien, hoy no solo entras en el juego —dijo él con voz grave—. Hoy tomas el tablero.

Camila no respondió. Sus ojos estaban clavados en la gran puerta de roble oscuro que guardaba los secretos de la cumbre. Al otro lado, estaban los Leclerc, los Von Klaus, los Arkov, los De Medeiros… Y ella, una Varela, sin más escudo que su nombre reconstruido.

Entró.

El silencio fue inmediato.

Una mujer de traje púrpura —con fama de quebrar bancos con una sola llamada— la observó como si midiera su valor. Un hombre viejo, con bastón de marfil, le dio un asentimiento breve. Y entonces habló el presidente del círculo:

—Señores, ella es Camila Varela. La mujer que incendió un imperio para fundar el suyo.

La tensión era densa como el humo.

—No vine a suplicar su aceptación —empezó Camila, mirando a cada uno directamente—. Vine porque ustedes conocen el miedo. Y yo soy lo que viene después del miedo.

Un murmullo se alzó. Unos se sintieron amenazados. Otros, fascinados.

—He destruido un apellido corrupto. He demostrado que la sangre azul no protege cuando la verdad sangra en público. No busco pertenecer. Vengo a advertir: el poder ya no está en sus apellidos. Está en quien sobrevive cuando ustedes caen.

La sala, por un instante, quedó helada.

Y luego, el aplauso comenzó. No todos lo hicieron, pero bastaron los suficientes.

Había ganado algo más que respeto. Había sembrado miedo... y admiración.

Esa noche, Camila se encerró en su habitación sin siquiera quitarse los tacones. Miró su reflejo en el espejo. No era la misma.

Su rostro tenía sombras bajo los ojos, cicatrices emocionales aún abiertas, pero también una firmeza nueva. No se trataba solo de poder. Se trataba de evolución.

Recordó a Elías Ramírez y su propuesta. Recordó a Isabela Montiel encerrada, jurando venganza. Recordó el nombre de su padre, León Varela, marcado en un sobre anónimo.

—¿Dónde estás ahora? —murmuró—. ¿Y qué papel jugaste en todo esto?

Pero no había tiempo para nostalgias. Su nuevo plan estaba en marcha. Uno que implicaba reestructurar el mapa financiero de Sudamérica, limpiar la política de Buenos Aires desde dentro... y revelar por fin la identidad de aquellos que financiaban las amenazas contra su vida.

Tres días después, en una finca secreta a las afueras de Sevilla, Camila se reunió con cuatro líderes del nuevo bloque económico latinoamericano. Lo que debía ser una conversación privada se convirtió en una encerrona: uno de ellos era un traidor.

La trampa fue rápida: micrófonos ocultos, documentos falsos, y una acusación directa de corrupción.

Pero Camila ya lo esperaba.

Sacó una carpeta con imágenes, audios, e incluso confesiones firmadas por empleados bancarios. Y con una sola orden, el traidor fue arrestado por la policía internacional que ella misma había convocado.

—¿Creyeron que seguiría jugando sucio? —dijo con los ojos brillantes de furia—. No. Ahora juego limpio. Y aún así gano.

De regreso en Madrid, recibió una llamada inesperada. Un número desconocido. Voz distorsionada.

—¿Quieres saber la verdad sobre tu padre?

—Sí.

—Entonces prepárate. No todo lo que se encuentra bajo tierra está muerto.

Y luego… silencio.

Camila respiró hondo. No temblaba. No dudaba.

Porque ahora no era solo una mujer con sed de venganza. Era una arquitecta del nuevo orden. Y lo que venía... no era para los débiles.




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