Alguien la observaba mientras dormía, podía sentirlo, su sexto sentido se lo susurraba al oído.
Giró sobre su costado y entreabrió los ojos, vislumbrando la delgada y rosa silueta instalada en la silla instalada en una de las esquinas de su dormitorio. Olfateó el ambiente, recibiendo de golpe el tan familiar aroma almizclado del costoso perfume Shumukh que Leisa recibió como regalo de cumpleaños por parte de una de sus mejores amigas con residencia en Dubai; hija del diseñador de la lujosa y distinguida marca de perfumería The spirit of Dubai, y del cual estaba más enamorada que de su prometido y quién no, solía cuestionarse Elea cuando se enteró que la fragancia costaba más de un millón de dólares. También ella estaría embelesada de un frasco que valiera semejante cantidad.
—¿Elea? —La voz de Leisa sonó bajito, pero aun así Elea tuvo que maldecirla por interrumpirla—. ¿Estás despierta?
—No —cuchicheó. Enterró el rostro en su almohada—. Vete.
Leisa se puso de pie y avanzó directo a la cama.
—Venga, hermana, si estás despierta —insistió. Se sentó a su lado y dejó escapar un largo suspiro—. Necesito hablar con alguien.
—Hazlo con otra persona y a mí déjame dormir, ¿vale? —masculló Elea, molesta por ser privada de su sueño—. Vete, Leisa.
—No, tú eres la persona que me interesa para desahogarme —insistió, ignorando los deseos de Elea por continuar descansando—. Por favor, escúchame solo unos minutos. Te prometo que me iré y te dejaré reposar hasta muy entrado el día.
Elea resopló, fastidiada. Apartó la almohada y se giró en el colchón, enderezándose sobre los codos y estudiando a su hermana mayor con el ceño fruncido.
—¿Qué quieres? —Le echó en cara con tono ácido.
En medio de la oscuridad, Elea distinguió a su hermana morderse las uñas.
—Estoy nerviosa.
—¿Por qué?
—Estoy en la semana de casarme con Boone y justo el día de hoy me han entrado muchas cuestiones al respecto —explicó en voz baja, muy baja—. Me pregunto si es buena idea dar el paso definitivo hacia el altar porque quizás no estamos preparados. —Se perdió en su explicación—. Ésta noche, cuando estábamos reunidos en uno de los restaurantes más costosos y elegantes de la ciudad…
—Ve al grano, ¿quieres?
—De acuerdo, me estoy desviando del tema —se disculpó—, bueno, como iba diciéndote, esta noche al estar todos reunidos y ver el panorama que me pintaba con Boone quien no habla para nada de negocios con el abuelo, quien lo único que hace es seguir sus sueños de ser algún día mundialmente famoso, me di cuenta que quizás Boone no es el hombre que en realidad quiero para envejecer sin preocupaciones por el futuro.
Elea se sentó en la cama, estiró una mano en busca de la lámpara que reposaba sobre la mesita de noche, al lado y una vez iluminado el lugar, pudo contemplar el semblante serio de Leisa. No parecía estar bromeando, Leisa hablaba muy en serio y ese detalle preocupaba a Elea porque no conocía el porqué de la reciente duda que le asaltaba a tan poco tiempo del gran acontecimiento.
—Tú estás muy enamorada de Boone —señaló Elea—, no deberías cuestionarte.
Avergonzada, Leisa bajó la mirada a sus manos entrelazadas en el regazo.
—Lo sé, no es que no esté enamorada de él, pero me refiero a que no creo que nuestro futuro sea igual de bueno al que tengo actualmente, ¿entiendes?
—No.
—Soy diseñadora de interiores, mi sueldo no es tan alto como el de prestigiosos abogados y el de Boone es muchísimo más bajo que el mío, ¿crees que nos alcance para vivir en un mundo como éste? —Sacudió la cabeza, danzando sus oscuros cabellos alrededor de su rostro—. Vivimos en una ciudad muy costosa y tengo gustos caros. He intentado hacer recapacitar a Boone para que sea participe de la empresa de su familia, ellos un día morirán y quién heredará todo: Boone, pero si no sabe cómo carajos manejarlo, se irá a la ruina… Nos iremos a la ruina y no soportaría un desastre de tal magnitud.
—No deberías preocuparte por el futuro, Boone está triunfando en la industria musical y quizás más adelante su banda sea tan conocida como Maroon 5 —le explicó con simpleza. Sonrió para infundirle alientos y se inclinó hacia ella, dándole unos ligeros golpecitos en el dorso—. Tranquila.
Leisa hizo un mohín, mirándola a los ojos y dándose cuenta que ni su propia hermana ni ella misma parecían seguras referente al futuro.
—¿Y si pospongo la boda?
—¿Por qué ibas a posponer la boda? —Quiso saber Elea, evitando que su tono sonara escandalizado.
Estaban a menos de una semana de la boda, su hermana y madre habían planeado cada detalle con minucia y sería una total aberración postergar un suceso que desde que Elea podía recordar, Leisa vivía planificando. Quizás no estuvo presente para ayudarlas con los detalles, pero sí para evitar que su hermana cometiera una estupidez.
—Tal vez porque no estoy muy segura de querer casarme con los sueños de Boone.
—Leisa…
La aludida se puso de pie tan de repente que provocó que Elea casi se fuera de bruces al frente. Hizo una mueca y alzó la mirada hacia el sereno rostro de su hermana.
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Editado: 24.10.2023