Presente
Al salir de la iglesia nos dirigimos al cementerio, el camino fue incomodo y triste a la vez, no existía tema de conversación posible y mamá no dejo de llorar en todo el camino. Papá iba conduciendo, mi otro hermano Daniel iba a mi costado solo mirando a la ventana, yo se que estaba triste, pero el jamás me lo daría a saber.
Yo con solo imaginar la horrible descripción que el forense dio estoy más que horrorizada. 12 puñaladas en el pecho, arañazos y contusión cerebral, la última fue la causante de la muerte. Llevaba puesta una camisa de vestir, pero no llevaba nada en la parte de abajo, eso es lo que más conflicto me causa ya que no hubo señales de abuso ni nada de ese estilo.
El caso sigue en investigación, aunque no ha habido suerte. Ningún rastro, ninguna huella o alguna equivocación por parte del asesino. El crimen perfecto.
Apenas entrar al sepulcro todos los que no había visto antes me dan el pésame, aquel abrazo tan frío y desalentador —Lo siento tanto— ¿Por qué lo sienten? El día de mañana seguirán viviendo sus vidas como si esto nunca hubiera pasado, como si esto fuera un simple evento al cual están obligados a ir para que no me sienta el triste pedazo de porquería que me siento ahora.
Cuando termino de repartir abrazos me atrevo a mirar dentro del sarcófago. Lo veo... su piel blanca tornándose amarillenta, su pelo negro en gel, el traje que uso en mi fiesta de quince el mes pasado. Dios... no puede ser verdad «¿Por qué» me pregunto en voz baja, me acerco más al ataúd poniendo mis manos en este —No te debiste de ir, no te tocaba— Murmullo en voz un poco más alta, mis lágrimas caen encima del cristal y se deslizan lentamente hacia la derecha cayendo al suelo —Te extrañare—. Digo en voz alta, no me importa —me harás falta, demasiada falta— Suspiro.
Daniel está junto a mi, dándome golpecitos en el hombro, seguido de un abrazo.
Las miradas de lastima me abruman, puedo sentir como me miran; seguro sienten pena, —Pobre de la niña, perdió a su hermano, y ella que tanto lo amaba—, cuchichearán los desconocidos, me esperarán cuando salga y querrán hablarme; "consolarme" se quieren hacer creer que son de ayuda. Casi nunca lloro frente a la gente, lo cual es irónico ya que soy la persona más llorona que conocerán en sus vidas. Me siento tan desconcertada, aun no puedo creer que esto está pasando, en el momento que decida soltar este ataúd y retroceder hacía el resto de la muchedumbre te abre perdido, nunca volveré a ver tu rostro, nunca más veré tu sonrisa o la forma tan particular en la que lograbas hacerme sentir mejor.
El nudo en mi garganta es tan fuerte que me deja sin aire agitando mi respiración. Te tengo que dejar ir pero no puedo ¿tu me salvaste recuerdas? Me dijiste que siempre estarías aquí para mi ¿! Dónde demonios estas ahora!?¿Por qué me mentiste?
Lloro con todas mis fuerzas y sostengo el brazo de mi otro hermano con las uñas, que tonta fui creyéndole que sería feliz, que era solo cuestión de tiempo para que todo mejorara. Nada esta mejorando.
Tomo fuerza de dentro de mí para apartarme del sarcófago y limpiar mis lagrimas; miro su rostro por última vez estremeciéndome de sólo pensar lo que vivió en sus últimos momentos de vida: semidesnudo en el sofá de su propia casa, acuchillado 12 veces en el pecho, contusión cerebral. Me da dolor de cabeza sólo pensar en eso, sostengo una última bocanada de aire y doy media vuelta... ya no hay chance de mirar atrás, quiero girar y estar allí más tiempo, pero no lo haré, me encuentro destrozada, mi pecho arde y estoy tan debilitada.
Fuerzo a mi mente a decir adiós y me dirijo hacia el atiborrado cementerio, no me interesa lo que tengan que decirme o cualquier discurso que quieran darme sobre como lo vamos a superar y saldremos adelante. Salgo con la cabeza gacha e ignoro a aquellos que claman mi nombre, tengo la mente perdida entre asuntos más importantes "¿quién lo hizo, porque lo hizo?" no existe ninguna razón que conozca para que alguien decidiera hacerle eso, no estamos peleados con nadie y no tenemos dinero que ofrecer. Cuando menos cuenta me doy me estrello contra una figura femenina que me rebota dos pasos hacia atrás tropezando con una piedra y haciéndome caer de espaldas al piso.
—Ay, ay, lo siento— le digo a la mujer pelirroja levantándome del piso y tratando de huir sin hacer contacto —¿Podrías fijarte?, casi me tiras— Me dice la pelirroja apartando la mirada, guau, su exceso de amabilidad solo me hace soltar una risa incrédula. El doctor dice que no debo ofrecer disculpas por cada cosa que hago, pero no puedo evitarlo, no tengo tanto el temple necesario para reclamarle a una tonta teñida que deje el celular y mire por donde camina. Salgo de entremedio de la multitud y miro mi vestido color negro lleno de tierra y pequeñas raspaduras en el costado izquierdo que es donde caí.
Ahg, este vestido era mi favorito, todo el mundo dice que parece de funeral así que no me costó mucho decidirme. Además de que no me guste el maquillaje y la joyería que uso me la regalo mi abuela difunta; siempre estoy lista para un funeral.
Necesito despejarme un poco, descansar la cabeza; salir a caminar pienso yo que ayudará. El sol está a punto de esconderse así que el frio era obvio, más aún en esta época del año; le hago una seña a mi papá de que estaré por aquí cerca y este responde con un asentimiento de cabeza.
Empiezo mi recorrido con una tumba chica, está dentro de una cerca de filosos barrotes, obviamente con una forma elegante para disimular el que te podrías quedar sin un ojo con una de esas pequeñas espadas. Acabo de sonar tan a mi mamá "no te acerques a ellos" siempre ha sido ha sido tan protectora conmigo "no, no puedes subir" no se si agradecerle o estar molesta. talvez puedan ser las dos...
Como adoro el atardecer, mucho más que al fastidioso amanecer, estoy segura. Amanecer... así se llamaba mi gato, recuerdo la vez que papá lo arrollo con el coche.