Astrid
Presente
La lluvia cae fuerte, la adrenalina quema todo el frio que provoca el viento de más de medianoche —¡Ame, espera! — trato de gritar, pero el cansancio solo me deja soltar un jadeo que se pierde entre los ruidos del agua, todavía la veo, sus zapatos de colores no la dejan salir de mi vista; pero no soy lo suficientemente rápida para alcanzarla.
Al llegar a la primera intersección Amelia cruza sin mirar a los lados y un carro se detiene en seco, aprovechando la situación cruzo yo también ignorando los gritos furiosos del conductor. Ya no puedo más, siento flemas en la garganta después de correr tantas cuadras en medio de la lluvia, mis pies arden y me detengo, Amelia no se para y finalmente la pierdo, da vuelta en el siguiente cruce y yo sólo me siento en el piso a descansar.
Estoy empapada totalmente, me pongo el gorro de mi sudadera para tratar de mitigar este frio y de un instante a otro me doy cuenta de algo... no sé dónde estoy.
Todas las luces apagadas, la negrura total del ambiente me asusta. Son casi las 2 de la mañana, debería de irme ya, llamaría a alguien; pero para explicarles por qué estoy tan lejos de mi casa y en medio de la tormenta, en lugar de en mi cuarto durmiendo, prefiero caminar.
Inhalo, exhalo, inhalo. Sin pensarlo dos veces me pongo de pie y me propongo a caminar hacia atrás esperando identificar algún semáforo o una casa para orientarme.
Apenas dar mi quinto paso escucho un grito, un grito que de inmediato distingo su procedencia, es de Amelia, seguido de eso escucho la bocina de un auto pitar y empiezo a imaginar lo que sucedió. Sin pensarlo una segunda vez corro hacia donde provienen esos ruidos, voy a más lento que hace 2 minutos, pero no me detengo, en no más de dos calles llego a la escena.
Amelia esta tirada en el piso, hay algunas personas a su alrededor y pegada al cuerpo esta un hombre adulto, pelo negro con pocas canas y una barba descuidada, llamando a la que espero sea una ambulancia esta una mujer de pelo rojo, su aspecto se me hace similar pero no le doy importancia.
—¿Qué paso? ¿Está bien? — lo sé, no son las preguntas más inteligentes que pude pensar en tan poco tiempo, el hombre me mira y pone dos dedos en el cuello de la chica
—Si, está respirando— eso me tranquilizó un poco, está viva. Aunque ciertamente hay algo que se me hace raro, no soy una experta que digamos, pero cuando atropellas a alguien no puedes tocar el cuerpo de la víctima tan libremente; además de que la tranquilidad con la que habla el hombre me perturba en cierta forma.
—Ya vienen— dice la mujer soltando el teléfono, no pude ver bien su rostro cuando me da la espalda y se sube al auto, cabe recalcar que ella va en el asiento del conductor.
Ahora solo me queda esperar y buscar la forma de convencer a la ambulancia de que me dejen ir con ella, si alguien la estaba persiguiendo, (además de mi) puede que esa persona vaya a volver, puede que le quiera hacer algo, inclusive asesinarla. Debería informarle de esto a sus padres o a sus hermanos que viven por aquí cerca.
¡Es verdad! Recuerdo que en mi celular tengo el contacto de Cristian, hermano de Amelia.
"Oye necesito decirte algo" no existe una manera linda de decirle a alguien que atropellaron a su hermana "Amelia tuvo un accidente en Judith Polgàr 710, cerca de la escuela, te necesito con urgencia" No tarda en ver los mensajes y mi corazón se acelera, recuerdo la forma en que me contaron la muerte de mi hermano, no fue una forma linda como habría querido, fue de parte de una fría y ronca voz de policía, llegamos a casa después de un largo rato con mis padres, un viaje sumamente estresante del cual llegue echa un trapo, nos topamos con algo que no esperábamos encontrar, tres carros de policía en la entrada de nuestra casa, una cinta amarilla cubriendo la puerta de entrada y dos oficiales interrogando a Diantha, la amiga de mi hermano que descubrió el cuerpo. En el momento no me imagine siquiera que algo le pudiera haber pasado a José, esas no son cosas que cruzan por mi cabeza recurrentemente, siempre pensamos en los asesinatos, como algo muy imposible, algo que nunca va a pasarnos a nosotros ni a nadie conocido, pero si lo hacen... más de lo que debería.
Mi padre y yo nos acercamos con los policías y mi madre se dirige con la chica, "Disculpe, no puede entrar" la cara de papá dejo de estar seria para no sé muy bien de que emoción tratarse "esta es mi casa oficial, me podría decir que es lo que está pasando" antes de que el oficial dijera una sola palabra sobre lo que ocurrió mire a mi mamá, estaba pálida, sus ojos se empaparon rápidamente y entonces supe. "Encontramos el cuerpo sin vida de un joven dentro de esta casa" así, sin más, de un momento a otro. En una sola frase lanzo miles de puñaladas hacia mi pecho como si no se tratase de nada, como si no me estuviera haciendo añicos el corazón cada mísera palabra que salía de esa boca. Salí corriendo hacia el auto y me encerré dentro, lo demás es historia.
La vibración del teléfono me regresa al mundo real.
"Voy para allá." Es lo único que me dice su mensaje.
No me dice nada, suelto mi celular y observo hacia el cuerpo de Amelia, la lluvia se calma, puedo ver la sangre en su húmeda ropa y en su labio posterior una cortada espantosa, está encima de una cama de pequeños cristales, el golpe debió ser muy fuerte, al levantarme del suelo y observo los alrededores, la gente empezó a salir para ver que había sucedido, de un momento a otro había luces, todo me empezó a cobrar sentido, no estoy tan lejos de mi casa después de todo.
Miro a la mujer dentro del auto, se le ve preocupada, todo lo contrario a su marido, decido mirar al asiento de atrás y me quedo fría al ver que conozco a la persona que está sentada ahí.
Es una chica pelirroja muy parecida a su mamá, está mirando su celular, más despreocupada que su padre que tan siquiera se dignó a bajarse del auto. De inmediato me viene a la cabeza la otra vez; ella estaba en el funeral, choqué con ella. No es que conozca a muchos de los conocidos de mi hermano, pero esa chica es una desconocida para mí.