Querido diario:
"La esperanza es lo último que se pierde".
Esa frase que seguro has escuchado millones de veces; que seguro ya te has grabado de inicio a fin, cómo una canción que suena cada vez que el rendirse es la opción más sensata y las intermitentes de una catástrofe brillan en la oscuridad.
Cuento con mis callosos dedos cada día, cada vez que esa rama sin hojas golpea en la ventana siento que es una señal de que me cuelgue de una vez, dejar de hacerme tonto frente al mundo real. No puedo vivir una vida normal, ya no.
Han pasado dos meses. Desde que tu viniste conmigo aquella noche pensaba que mi vida como hombre cambiaría para siempre, me desilusiona de gran manera seguir viviendo una vida normal, quiero distraerme con algo y no se en que gastar mi tiempo.
Me desespera estar absorto en el aburrimiento y ser presa de la soledad, el anhelo de hacer algo en tu nombre, que te haga muestra del buen esposo que pude llegar a serte. Dejaría todo con tal de ser tuyo, y no dejar nunca que alguien te lastime.
Jamás había intentado ser poeta, ni siquiera puedo pensar en una rima ingeniosa para "poeta"; sólo quería escribir lo que siento, y quién sabe, quisiera dejar registro para el día en que yo muera, día que seguro llegará pronto. Te esperare con ansías muerte, te espero con los brazos abiertos, no quiero oponerte complicaciones.
Me aburro... él tiempo pasa tan lento cuando uno se lamenta.
Escucho pisadas desde fuera, no vienen hacía acá, suenan sigilosas y ay Dios que martirio tan eterno, necesito algo en que gastar mi tiempo, ya. No pienso hacer manualidades, tampoco quiero quedar con amigos, menos salir de fiesta o hacer el intento de divertirme.
Necesito hacer algo para vengarla, quiero poder darle un legado. Talvez será recordada como la ficha que corrompió a un joven de buen corazón, incapaz de matar a una mosca, pero es asechado por un recuerdo adherente e inevitable. El recuerdo de un alma que fue arrebatada demasiado pronto y su propia inocencia fue perdición total en su vida, su falta de madurez le hace preguntas, de las que él no maneja sus respuestas.
Me duele el pecho, creo que me dará un infarto de lo rápido que mi corazón late. Algo cruza por mi mente, una idea, un relámpago de sandeces y horrores. Hay sangre y sufrimiento, ojos atravesados mediante el filo de lápices, cabezas sin alma rodando por la avenida; solamente siendo llevadas por la lluvia y el viento.
Me quiero ir de acá diario, ya no soporto escuchar a mi corazón bombardearme, me duele la cabeza, no puedo eliminarlo de mi mente.
La cabeza rueda por la calle sin ser vista, está pudriéndose. Mi pecho palpita hasta hacerme preocupar. Los lápices se incrustan hasta el fondo, ya han atravesado todo el aspecto verdoso que había en sus pupilas.
Dios, no, no. ¿Pero qué mierda es todo eso?
Necesito medicina, luego continuaré.