Mi abuelo fue un verdadero caballero.
Fuerte, poderoso, honorable y siempre dispuesto para seguir el código de la caballería al pie de la letra. La gente a menudo solía comentar que sus grandes hazañas en combate no tenían igual durante su mejor momento, incluso en la vejez, mostró una gran habilidad con la espada que pocas veces se veía en individuos viejos.
Pero sobre todas las cosas, fue su personalidad lo que más llamó la atención de los bardos y poetas de la época.
Cuando murió, lo encontramos abrazando la tumba de mi abuela.
Él dejó este mundo cerca de la persona que más amo y ese detalle fue contado a todos los habitantes del feudo. De inmediato, las canciones sonaron por todo el reino, la historia del viejo caballero que murió cerca de su amada cruzó fronteras y en pocos años, el panteón del palacio fue visitado por muchos enamorados para jurarse amor eterno en el mismo lugar donde mi abuelo falleció.
Incluso yo me casé aquí, para conmemorar el amor que mis abuelos se tuvieron en vida.
Aun así, mi abuelo jamás buscó ser un héroe reconocido ni un súper caballero recordado por generaciones. No, él simplemente vivió su vida al máximo, cumplió con sus obligaciones e hizo lo correcto en momentos críticos, también fue amado por mi abuela Juana y él la amó con todo su corazón.
Sir Fred fue en efecto, un gran hombre.
“Estoy realmente agradecido por haber tenido a un abuelo como el mío”
Su ejemplo me motivó a convertirme en un caballero como él, alguien humilde y fuerte, cuya espada se movía más rápido que la lengua.
—Lord Héctor, su caballo lo espera. —Uno de mis escuderos me llamó a la distancia, era un niño flaco y de ojos grandes, con cabello corto negro y mirada curiosa. Lo tomé bajo mi servicio porque me agradó lo rápido que cumplía las órdenes, además, entendía perfectamente el código de caballería.
—Iré enseguida, dame unos minutos más, yo mismo iré a los establos.
—Lo que usted ordene, señor.
Seguí viendo las tumbas un rato más, en mis ratos libres o cuando necesitaba pensar, me pasaba por este lugar para recordar viejos tiempos, una época donde todo era más fácil.
—Al final tuviste razón, siempre la tuviste, abuelo, ser un caballero no significa nada más blandir la espada como un maestro. Eso puede hacerlo cualquiera, hasta un campesino. —Hice una pausa a mi discurso mientras elevaba se semblante al cielo, como si estuviese buscando los rostros de mis abuelos entre las nubes —. Honor, gloria, respeto… Valores que nos separan de los asesinos corrientes.
Por fin entendía el código de caballería.
Tardé mucho en comprenderlo, más del que pensé, pero finalmente podía llamarme a mí mismo Sir Héctor.
Una suave brisa golpeó mis cabellos levemente, ya se acercaba el otoño.
—No te preocupes, tú no rompiste nuestra promesa, la mantuviste hasta el final.
En el momento final del duelo, Sir Fred realizó un movimiento perfecto que jamás olvidaré, la técnica definitiva del estilo relámpago. Mi padre, el antiguo señor del Castillo Marea, Sir Pedro, jamás había visto ese movimiento antes, fue un destello fugaz que nos dejó con la boca abierta y que apenas hoy, quince años después de su muerte, logré dominar al cien por ciento.
“Aquel movimiento, el Trueno Destructor, fue la última enseñanza que nos dejó a mi padre y a mí.”
—Debo irme, abuelo, como el nuevo señor del Castillo Marea, tengo la responsabilidad de proteger a los habitantes. Tú mismo me lo enseñaste, espero que estés orgulloso de mí.
Dejé el cementerio y me dirigí hacia los establos, ahí me esperaban otros diez jinetes acorazados con espadas colgando en el cinturón.
“Solo mírame, abuelo, voy a superar tu leyenda y me convertiré en un señor del que hablen por cien años, ya lo verán”
Y mi historia no será nombrada: “El mes del caballero”
Sino…
El caballero del siglo
FIN
Editado: 16.03.2020