Es curioso.
¿No les ha pasado alguna vez que todo lo que ven en las películas y leen en los libros lo viven en carne propia? Yo sí, y es por eso que ahora comprendo la famosa frase: la realidad siempre supera la ficción.
Algo que me gustaba ver en las películas eran esas escenas en donde te mostraban, que una vez que encontraras a esa persona que provocaba que se aceleraran los latidos del corazón, ignorarías todo lo demás. Como cuando recibes ese beso tan ansiado, todo a tu alrededor desaparece, o cuando bailas con esa persona tan especial, cuando a tu alrededor hay puro reggaetón.
Mi caso fue diferente, pero parecido al mismo tiempo. Lo sé, que contradicciones estoy diciendo. Pero es la verdad, porque en esos instantes el tiempo lo congelaba todo.
No, no todo.
Yo soy la que se encontraba congelada, y todos a mí alrededor seguían su curso. Indiferentes a lo que me estaba sucediendo en esos precisos instantes.
Ethan no dejaba de sonreír mientras que paso por paso se iba acercando a donde me encontraba, junto con todo su atractivo. Sentía que mi corazón iba a desfallecer en cualquier chico rato. Me sentía viva, despierta por primera vez.
Él me ponía nerviosa, provocaba sonrojos involuntarios en mi piel, mariposas locas dentro de mi estómago, que no pensara con claridad y dijera estupideces de inmediato.
—Yo, solo bromeaba… me refiero a lo que les comentaba a ellas —trastabillé al hablar, sentía toda mi garganta reseca —. No lo decía en serio.
—Descuida —de sus labios comenzó a brotar una risa ronca —. En primera yo tuve la culpa al no pedirte tu número de celular, y debido a eso te he dado una mala impresión —con pasos seguros se acercó más y me susurró al oído —. Pero la realidad es que quería darte una sorpresa —la piel se me puso como de gallina.
— ¿Una sorpresa? —Me aclaré la garganta —, ¿por venir aquí?
—En parte. Quiero que me acompañes a dar un paseo por todo San Francisco —un grito escapó de los labios de mis amigas —, ¿Qué dices?
—Suena bien —me extendió la mano y rápidamente me despedí de mis amigas que no dejaban de hacerme señas —, ¿en qué nos vamos a ir?
—Me alegra que preguntes eso, nena —me miró con una enorme sonrisa en su rostro —. ¿Motocicleta o auto?
— ¡Cielos! —si mi madre se llegaba a enterar de eso, me iba a acribillar sin piedad. Así que básicamente estaba entre salir ilesa o solo se vive una vez. Olviden mi dilema de hace unas horas, eso sí que era un dilema —. Motocicleta —pero solo se vive una vez, y tenía que aprovecharlo al máximo.
—Sabía que dirías eso —me llevó a donde se encontraba una motocicleta Italika verde con negro. De inmediato me hizo entrega de un casco.
— ¡Ivanna!
—Mierda —masculle entre dientes. Les voy a confiar algo, yo tenía la jodida suerte de que la vida siempre me la jugaba de forma cruel, por lo que ya no cantaba victoria cuando las cosas iban demasiado bien. Siempre había algo que podía salir mal. A ella lo voltee a ver una vez que ya me encontraba arriba de la moto.
— ¿Qué haces? —interrogó al verme arriba.
—Estoy arriba de una motocicleta —mordí mi labio inferior —. Es algo obvio, ¿no crees?
—Pero tenemos que repasar para las olimpiadas, no tenemos el lujo para perder el tiempo en juegos.
—Mira rata de biblioteca —Olivia la encaró una vez que llegó a donde nos encontrábamos —. Búscate una nueva vida y deja vivir a los demás, por lo que más quieras.
—Estoy hablando con ella, no a ti —Liz le lanzó una mirada asesina —. El día que pida la opinión de una zorra, te metes.
— ¡Ya cállate Lizbeth! —no iba a dejar que echara a perder mi tarde. Ethan miró hacia otro lado —. Por hoy terminó la escuela, necesito un descanso —rechinó los dientes —. Y una cosa más…
— ¿Qué? —me escupió la palabra con rabia. Lo que más detestaba era que nunca me iba de su lado.
— ¡No te metas en mi vida! —listo, lo dije. Y que bien me sentía de haberlo hecho. Si no hubiera abierto la boca, se hubiera tirado al barranco más próximo para acabar con su existencia —. Lo que yo haga con mi vida, es asunto mío —ella quedó con la boca abierta. Mis amigas estallaron en carcajadas. De inmediato me coloqué el casco —. Adiós —Ethan arrancó sin darle la oportunidad de decir algo más.