ANIMARME

Animarme

¡Hasta aquí llegó mi paciencia!

Ese fue el pensamiento que acompañó al ruido que hizo el libro de historia al ser arrojado por los aires hasta chocar en una de las paredes de mi habitación. Tenía mis motivos. En primera, me sentía demasiado frustrada con eso de estudiar en casa para puntos extras, ya tenía suficiente con lo que veía en la escuela más tareas.

Lo cierto era que no me encontraba de humor para estudiar, las dichosas olimpiadas académicas no eran de mi interés, ni tenía la intención de participar —cosa que no les había mencionado a ninguna de las dos —. Así que no servía de nada estar repasando.

Retire la silla del escritorio para poder ponerme de pie, y de inmediato me dirigí hacia el estéreo para poner algo de música. Quería sacar el estrés de mi cuerpo de la mejor forma. Me recosté en la cama mientras mis labios iban cantando los versos de la canción de Lily Allen, It's not fair.

Era increíble lo que la música lograba hacer en nuestro organismo. De inmediato me quitó el estrés. Sentí como mi cuerpo se iba relajando conforme iban pasando las canciones. Sola. Aislada de todo el mundo.

Una sonrisa apareció en mis labios al recordar las cosas que hacía de niña. Cosas como tomar un cepillo redondo, poner la música a todo volumen y ver mi reflejo en el espejo. Lana siempre cantaba todas las canciones de Britney Spears, en especial las canciones de stronger y Oops I didn't again.

Mientras que yo era más fanática de Christina Aguilera, podía pasar horas y horas escuchando todo el disco de Stripped y Back to basics. Si, Lana y yo éramos fanáticas de las princesas pop cuando éramos niñas, y hasta la fecha lo seguimos siendo.

— ¡Ivanna! —me sobresalté a mi madre dentro de la habitación con el rostro encendido de ira. Estaba tan ensimismada en los recuerdos, que no me di cuenta en que momento entró —, ¿Qué significa esto? —apuntó al estéreo.

— ¿A qué edad se aprende a tocar la puerta? —lo admito, no me gustó hablarle de esa forma.

—No me hables en ese tono —hice una mueca —. No deberías perder el tiempo escuchando música como esta —por acción inmediata se encargó de apagar el aparato.

—Solo fue por unos instantes —me defendí —. Para despejar la mente.

— ¿Para cuándo son las olimpiadas? —preguntó ignorando mi comentario anterior. ¡Demonios! Pensé, ese no era un buen momento para comentarle mi decisión.

—Todavía no nos han dicho —mentir una vez en la vida no le hacía daño a nadie, o eso creía yo.

—Qué extraño —me miro con confusión —. Nunca habían tardado tanto en empezar.

—Demasiado extraño —tomé mi bolsa, me incline a darle un beso en la mejilla —. Adiós mamá, regreso pronto.

La dejo con la palabra en la boca y salgo de la casa lo más pronto que me es posible. Bien dicen que todo tiene un límite en esta vida. Bueno, yo estaba llegando al límite de la mía.

* *

Me mecía con calma en uno de los columpios del parque, mientras escuchaba reír a todos los niños que se encontraban jugando. Debido a mi situación me daban unas ganas de gritarles que aprovecharan su infancia. Porque el crecer apestaba. Si, toda una amargada andante.

— ¿Puedo tomar este columpio? —me sobresalté al escuchar eso, voltee a donde provenía la voz y entonces lo vi. Ethan se encontraba a lado mío —. Hola, por cierto.

—Hola —se sentó en el columpio que se encontraba a lado mío. Pude haber dicho algo más, pero en esos instantes no se me ocurrió nada. Su sola presencia acababa con mi parte más sensata. Me robaba la cordura.

— ¿Todo bien?

—Si —levantó una ceja —. No, problemas en casa, por lo que decidí despejarme un poco.

— ¿Te digo la verdad? —asentí con la cabeza —. Luces muy apagada.

—Gracias —respondí con sarcasmo —, a las chicas nos gusta escuchar eso.

—Yo te pregunté si querías que te dijera la verdad —se encogió de hombros.

—No puedo decir que hoy haya sido mi mejor día.

— ¿Unas carreras? —preguntó con una enorme sonrisa en el rostro.