parte II
Nueve...
Diez...
Once...
Y doce.
Los cortos mechones rubios rozaban su mandíbula cubriendo casi por completo su rostro, pero a ella no le importaba, estaba tan concentrada dibujando con un poco de jalea un pequeño "12" en la mitad del muffin.
—¡listo! —anuncio con emoción y la anciana sonrió, haciendo que las arrugas en su rostro se hicieran más notorios.
—. Muy bien, ahora sonríe que te tomare una foto, linda.
Y justo como la mujer ordenó, la rubia sonrió con el pequeño muffin en las manos, el flash de la antigua cámara hizo que parpadeara, aturdida.
Entre charla y charla la tarde se fue y la noche llego. La risa de la anciana se mezclaba melodiosamente con las sonoras carcajadas de la pequeña rubia, quien no se había dado cuenta que el reloj ya marcaba las nueve y cuarenta.
Golpes fuertes interrumpieron las risas y la expresión alegre de la pequeña, fue remplaza por angustia total. Y antes de que lo notara la mujer se había levantado a abrir la puerta.
—. Sara— saludó la anciana y el rostro de enojo de la mujer fue remplazado por una sonrisa dulce, obviamente fingida.
—. Señora Mari— se adentró al pequeño trailer cerrando la puerta a su espalda, sin dejar de sonreír— pequeña, saluda a mami.
Los sentimientos de Charlotte se volvieron un lio y sin saber que hacer dominada por el miedo se fue a la cocina lo más rápido que pudo.
La risa burlona de la mujer resonó y los nervios de la pequeña se incrementaron.
—. Niños— se encogió de hombros, sonriendo, como si nada.
—. claro— aseguro la anciana, desconfiada aproximándose a la cocina, donde estaba Charlotte apretando con fuerte un plato— ¿estás bien, linda?
La pequeña se sobresaltó al sentir la mano de la anciana en su hombro y cuando se encontró con el par de ojos café verdosos parte de su miedo se canalizo y una sonrisa fingida se formó en sus labios.
—. Si— afirmo, asintiendo repetidas veces con la cabeza y con la mirada, trato de buscar una excusa por su repentina actitud—. Le quería dar un muffin a mami.
Mami. Se repitió en la mente tratando de echar fuera de su cabeza, pensamientos poco correctos. Ella no era su mami. Ella era maldito monstruo que la atormentaba a diario.
Los monstruos con sus acciones desencadenan y despiertan criaturas temibles en el interior de sus víctimas. Y poco a poco, sus víctimas se convierten como él.
Charlotte no quería ser eso. Ella no quería pensar en las cosas malas que podría hacerle a la mujer que decía ser su madre. Ella no quería hacer daño. Pero una vez algo dentro de ti se rompe, solo hay una cosa que la sana, y lamentablemente es la venganza, ver como quien te destruía ahora estaba sufriendo de la misma manera que tú lo hiciste.
Y con una amplia sonrisa en el rostro, Charlotte se acercó a su mami y le ofreció el muffin, para después darle un abrazo.
—. Hola mami— sonrió, tratando de ocultar todo el miedo que la corroía lentamente.
Y en cuanto la anciana desapareció por la puerta. La actitud de la mujer cambio completamente viniéndose sobre la joven y sin pudor alguno, los golpes chocaban contra el pequeño y débil cuerpo de Charlotte. Quien no lloraba. Ya no había lágrimas. Solo sollozos mudos que emitía su alma herida, al ver a la mujer que la trajo al mundo, golpeándola e insultándola. Y como siempre, su cuerpo se estremecía sobre la sucia colchoneta sin poder hallar reposo.
Eso era su vida. Era la costumbre. Pero esa noche fue distinta.
Una voz aguda y débil replico en su mente, insistente.
Charly...
Esa sería la primera, pero no la última vez, que la débil voz, que con el pasar del tiempo se iba fortaleciendo, le hablaría.
—¿Cuál es tu color favorito? —cuestionó la pequeña con la mirada pegada en el suelo.
Azul, aunque el amarillo es muy bonito también. Respondió Leila, la voz en su cabeza, que hace poco había descubierto.
Y aunque para algunos se ve extraño o alocado. Para Charlotte o como Leila le decía, Charly, no era extraño, al contrario, era reconfortante y alentador. Leila era su única compañía. Nadie podía alejarla. Leila y ella eran una y a la vez, eran completamente distintas.
Y así las charlas se hacían confortantes, hasta que llegaba la hora.
Charly cierra los ojos...
No, no...Murmuro en su interior mientras cubría su rostro con ambos antebrazos. Un puño impactó fuerte en su estómago y un grito ahogado ardió en su garganta.
¡Charly cierra los ojos!
Charly...
Confía en mi...
Y sin poder soportar más la pequeña cerró los ojos, dejando que su interior cayera en un vacío oscuro y aterrador, y este la acogiera por completo.
Sus ojos ardieron ante la luz parpadeante de la habitación, cuando el efecto paso logro ver con claridad su pequeña habitación.
Su cuerpo se movió adolorido hacia adelante y su cabeza dio vueltas cuando se puso de pie, los recuerdos eran imágenes confusas y ajenas.
Avanzo al pequeño comedor y se vio a obligada a sentarse, todo su cuerpo dolía y las manchas en su pálida piel se iban tornando cada vez más oscuras. Pero ella estaba acostumbrada a eso. Lo que realmente la tenía aturdida era el hecho de no recordar nada. Sus ojos se habían cerrado, pudo sentir como si su alma se desprendiera de su cuerpo y luego todo era vacío, como estar encerrado en una oscura y poco acogedora habitación.
—. Leila...—Llamó por tercera vez y su tono se iba tiñendo cada vez mas de preocupación.
¿será que se fue?
Tal vez me dejo.
Tal vez solo eran pensamientos tontos. Tal vez solo era yo creyendo, que por fin alguien iba a estar de mi lado y no en mi contra...
Estaba sola...