El misterio de Helena Surchs

capítulo 16

 

Darme cuenta de que mi mejor amiga me había estado engañando por tanto tiempo me dolía, pero no era que me mintiera lo que me provocaba el dolor, todos alguna vez hemos mentido y tenemos secretos, a veces hay cosas que solo tú puedes comprender y que nadie puede saber. Lo que me lastimaba tanto era que hubiese regresado con un tipo que la maltrataba física y psicológicamente después de haber hecho hasta lo imposible por alejarlo de ella, la misma Helena me pidió ayuda. ¡Salía con Liam! Se suponía que había olvidado a ese tipo para siempre, y de pronto me entero de que se estaban viendo en secreto y encima le vendía droga. ¡Droga! Helena ni siquiera fumaba tabaco… ¿Por qué llegó a ese punto? Me sentía perdida y confundida. De pronto, mi mejor amiga, no era la persona que siempre creí que fue, era una extraña… A demás, si me había ocultado eso pudo haberme escondido muchas cosas peores.

Tras Jack haberme dicho eso corté la llamada y arranqué el motor de mi coche, en esos momentos lo que necesitaba era estar sola y lejos de todos, no podía regresar y seguir con el caso como si nada. Conduje por varios minutos sin un rumbo fijo, solo quería huir de todo lo que me preocupaba y enfadaba, por un rato me apetecía estar a solas con Yelina Cruz, no la agente federal, la simple chica que necesitaba un respiro.

Treinta minutos después aproximadamente decidí detener el coche, mi dolor de cabeza estaba regresando y no tenía mis pastillas, no iba a ser una buena idea conducir con las migrañas, ya lo había comprobado en más de una ocasión, por lo que decidí dejar mi vehículo estacionado en una calle poco conocida. Apagué mi teléfono para que nadie me molestara y cogí mi arma y mi placa, siempre las llevaba encima, nunca se sabe cuando las puedes necesitar. Enfrente de donde había aparcado se encontraba un bar, el cual no estaba muy lleno, por lo que decidí entrar y tomar algo.

—¡Buenos días señorita! ¿Qué le sirvo? —Al entrar en el local un amable camarero que estaba tras la barra me saludó animadamente. Observé el lugar con detenimiento mientras me quité el abrigo y avancé hasta la barra. El bar era bastante acogedor, y al no haber mucha gente era un ambiente agradable.

—Buenos días. —Me senté en una de las banquetas que había frene a la barra y dejé mi abrigo en otra que estaba junto a mí. El camarero me miraba esperando una respuesta a su pregunta, pero yo no tenía una respuesta para él. —Quiero algo fuerte, digamos que hay cosas que no quiero recordar por un rato. —El hombre asintió con una sonrisa y se dio la vuelta, unos segundos después volvió a girarse con un vaso en la mano.

—No le diré que es, pero sin duda logrará el resultado que usted busca. —El vaso contenía un líquido de color ámbar con un olor muy fuerte, por lo que sin duda alguna el líquido iba a lograr lo que buscaba. —Suerte, que lo disfrute. —El camarero me sonrió y luego se fue para seguir con sus tareas dejándome sola con ese vaso casi lleno.

—Bueno, veamos por qué Helena es tan fan de esto. —De un solo trago me bebí el contenido del recipiente y luego me arrepentí. —¡Sí que es fuerte! —Miré el vaso vacío y le pedí otra copa al camarero, el cual gustoso me la sirvió.

Había pasado media hora y yo no había cesado en mi intento por olvidar todo lo que sabía y el día a día. El camarero terminó por cansarse de dar vueltas y me entregó la botella de aquella bebida, así que estaba muy entretenida.

—¡Buenos días Rick! —Estaba con la botella en la mano, a punto de darle un buen trago, cuando escuché una voz que conocía demasiado bien. Puse los ojos en blanco y dejé la botella en la barra para darme así la vuelta más fácilmente, aunque no lo fue, puesto que estaba ya algo mareada…

—¡Tú! —Exclamé señalando al pesado de Kristian, quien por ciento se sorprendió mucho de verme ahí. —¡Me has seguido!

—¿Yelina? —Me miró de arriba abajo, parecía no creer que era yo la que estaba allí. —¿Qué haces aquí? Pensé que ibas a ver a Samanta.

—Esa no es la pregunta correcta abogado, la adecuada es …—Me quedé pensando en lo que iba a decir, pero se me fue de la cabeza y no podía recordarlo. —Deberías de estar con tu cliente, ¿no? —Me costaba un poco hablar, se me trababa la lengua.

—Eso hago, he quedado aquí con mi cliente, es un bar al que suelo venir. —Me puse de pie y caminé hasta él tambaleándome.

—Mientes, Liam está en prisión, no pudiste haber quedado aquí con él... ¡A menos de que lo hayan sacado de la cárcel sin mi consentimiento. —Él puso los ojos en blanco y se acercó a mí.

—Liam no es mi único cliente. Estás ebria. ¿Por qué? —Me miraba preocupado y confundido, yo retrocedí unos pasos hasta regresar a mi asiento a beber nuevamente.

—Larga historia. —Respondí y luego bebí, pero él se acercó rápidamente y me quitó la botella.




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