Unos días más tarde, James Harper estudió cuidadosamente el plano del edificio donde se encontraba la oficina de Blake. Tenía un plan simple pero arriesgado: colarse en la oficina de Blake por la noche para encontrar al menos algunos documentos o pruebas que pudieran revelar la verdadera conexión entre él y Caulfield. A Harper no le gustaba infringir la ley, pero sabía que no tenía mucho tiempo: Blake y Caulfield debían estar tramando algo.
La noche era fresca y clara. Llevando consigo sólo una pequeña linterna, el detective se dirigió con cuidado a la entrada trasera del despacho de Blake. Gracias a uno de los vigilantes que conocía, logró acceder a la puerta trasera que conducía a los pisos superiores.
Subiendo rápida y silenciosamente al piso derecho, Harper se encontró frente a la puerta de la oficina de Blake. Abrió silenciosamente la cerradura con una ganzúa que le había prestado un conocido de la policía y entró. La oficina estaba ricamente amueblada: una enorme mesa de roble, estanterías con documentos comerciales y un cuadro en la pared, en un enorme marco dorado.
En primer lugar, Harper se acercó a la mesa. Lo examinó cuidadosamente, estudiando montones de papeles y notas de negocios. Entre ellos, notó una extraña correspondencia con cierta firma financiera, que hablaba de grandes transferencias relacionadas con las inversiones de Caulfield. Las cantidades que aparecieron en los periódicos fueron muy impresionantes.
Mientras Harper hurgaba en los documentos, un débil sonido fuera de la puerta llamó su atención. Era evidente que alguien se acercaba. Era demasiado tarde para moverse: antes de que tuviera tiempo de esconderse, el detective se quedó paralizado y escuchó. Se oyeron voces a través de la puerta apenas abierta. Uno de ellos lo reconoció de inmediato: era la voz de Roland Blake.
—¡Te dije que este detective no era un novato! —dijo Blake irritado—. "Está claramente cerca de llegar al fondo de nuestro caso".
—No te preocupes —respondió una segunda voz, hueca y ronca—. Harper se dio cuenta de que era Caulfield. "Ya hemos hecho todo lo necesario. Mañana la carta será destruida y no quedará rastro. Que busque todo lo que quiera, no encontrará nada".
Harper apretó los puños. Estas palabras confirmaron que ambos estaban involucrados en el caso. Pero, ¿qué significaba la "destrucción de la carta"? Tuvo que actuar rápidamente para evitar la destrucción de pruebas.
De repente se oyeron otros pasos y Harper se dio cuenta de que lo habían visto. Tratando de permanecer lo más discreto posible, se sentó en su escritorio, pero la puerta se abrió bruscamente y Blake apareció en la oficina. Sus ojos se entrecerraron cuando vio al detective.
—Señor Harper, no esperaba verle aquí —dijo con un tono apenas reprimido—. "Un lugar interesante para salir por la noche, ¿no?"
Harper rápidamente recogió sus pensamientos, manteniendo la calma. "Tengo la autoridad para investigar el caso de mi cliente, y estaba bastante seguro de que encontraría lo que necesitaba aquí".
Blake sonrió. – Es una lástima que haya cometido un error, detective. Aunque, tal vez, yo mismo te ayude a encontrar las respuestas.
Con eso, Blake le hizo un gesto a Harper para que abandonara la oficina, dejando en claro que ya no era bienvenido. Harper sabía que sería inútil enfrentarse a Blake ahora, y decidió retirarse para superarlo más tarde.
Más tarde, en su despacho
Cuando regresó a su habitación, Harper pensó detenidamente en lo que había sucedido. Ahora tenía suficientes pruebas y pruebas verbales de que Blake y Caulfield habían planeado destruir la carta. Sabía que necesitaba un plan para atraparlos con las manos en la masa. Y para ello, había que averiguar dónde iban a destruir las pruebas.
Harper decidió recurrir a la señorita Allison, quien podría arrojar algo de luz sobre el horario de Caulfield y los lugares a los que planeaba ir al día siguiente. Por la mañana fue al despacho del abogado, donde encontró a la señorita Allison en su escritorio.
—Señorita Allison —dijo Harper—, necesito que me aclare algo. ¿Tiene el señor Caulfield alguna reunión importante mañana?
La mujer lo miró con cierta preocupación, pero aun así respondió: "Sí, tiene una cita en la casa de campo del señor Blake. Por lo general, estas reuniones se llevan a cabo de manera confidencial".
Harper le dio las gracias, e inmediatamente se formó un plan en su cabeza. Irá a una casa de campo a esperarlos con pruebas.
Al día siguiente, en una casa de campo
Por la noche, Harper se dirigió sin ser visto a la finca, donde las luces ya estaban encendidas. A través de la ventana vio a Blake y a Caulfield de pie junto al fuego, y entre ellos, sobre la mesa, había un sobre sellado, probablemente la carta.
El detective esperó el momento adecuado en que se distrajeron y entraron, escondiéndose detrás de una cortina junto a la puerta. Blake y Caulfield encendieron un fuego en la chimenea, y Blake tomó la carta, preparándose para arrojarla al fuego.
En ese momento, Harper salió de las sombras.
—No tengan prisa, caballeros —dijo en voz alta, y ambos hombres se estremecieron ante la sorpresa—.
Blake se volvió bruscamente, con el rostro contorsionado por la rabia. "¿Cómo llegaste aquí?", gritó.
Harper se limitó a sonreír. "Tenía curiosidad por saber por qué necesitas deshacerte de esta carta con tanta urgencia. ¿Quizás valga la pena mostrarlo en la corte y no destruirlo?"
Caulfield intercambió miradas nerviosas con Blake, y el detective se dio cuenta de que había logrado desequilibrarlos.
—No vas a demostrar nada, Harper —trató de justificarse Caulfield—. "¡Esta carta no tiene ningún valor!"
Pero Harper sabía que no era así. "Entonces, ¿por qué lo destruirías? ¿No prueba esto su acuerdo financiero, señor Blake, y su papel en ocultar la verdad a la justicia?
Blake trató de acercarse al detective, pero Harper lo detuvo abruptamente. "No te acerques. Esta vez vendrá usted conmigo, señor Blake, y explicará al tribunal qué intereses está defendiendo.