Mientras el avión surcaba los cielos rumbo a Milán, Nick y Stiven observaban a través de las ventanillas los bellos paisajes que se extendían debajo. Los cálidos rayos del sol se filtraban entre las nubes, iluminando los campos y las ciudades con una apacible serenidad.
Nick se reclinó en su asiento, con una mirada soñadora en su rostro. "¿No es hermoso? Siempre me ha fascinado volar. Es como si pudiéramos elevarnos por encima de todo y contemplar el mundo desde una nueva perspectiva."
Stiven asintió, perdido en sus propios pensamientos. "Sí, es verdad. Es como si pudiéramos escapar de los problemas terrenales y encontrar un poco de paz."
De pronto, la voz del piloto irrumpió en el sistema de altavoces. "Estimados pasajeros, en breve estaremos aterrizando en el Aeropuerto Internacional de Milán-Malpensa. Les pedimos que se abrochen sus cinturones y preparen sus pertenencias."
Nick y Stiven intercambiaron una mirada cómplice y se prepararon para descender. Sabían que les esperaba una misión delicada, pero la emoción de resolver el misterio y salvar a los secuestrados les daba alas.
Una vez en tierra, caminaron por los luminosos pasillos del aeropuerto, con sus ojos destellando de determinación. Pronto se encontraron con Luca, el amigo de Nick, quien los recibió con una amplia sonrisa y un cálido abrazo.
Luca, un hombre de aspecto bonachón y manos callosas, los guió hacia su taller de avionetas. El lugar parecía sacado de un sueño, con enormes ventanales que permitían la entrada de la suave luz del atardecer y el aroma a gasolina y metal recién pulido.
"Bienvenidos a mi pequeño reino volador," dijo Luca con orgullo. "Aquí tengo una hermosa avioneta que puede llevarnos directamente al puerto."
Nick y Stiven intercambiaron una mirada emocionada, sintiendo como si se hubieran adentrado en un mundo mágico, donde todo parecía posible.
"Gracias, amigo," dijo Nick, palmeando la espalda de Luca. "Sabía que podíamos contar contigo."
Mientras subían a la avioneta, Stiven se detuvo por un momento, contemplando el cielo que se teñía de naranja y violeta. Una sensación de esperanza y determinación lo inundaba, como si la misma naturaleza les estuviera dando su bendición.
"Vamos a resolver este misterio, Nick. Estoy seguro de ello," dijo Stiven, con una sonrisa serena en su rostro.
Nick asintió, encendiendo los motores de la aeronave. "Sí, amigo. Nada ni nadie nos detendrá."
Y así, con el rugido de los motores y la promesa de un nuevo amanecer, Nick y Stiven se elevaron hacia el cielo, listos para enfrentar los desafíos que les aguardaban en el camino.
Mientras subían a la avioneta, Luca les hizo una propuesta inesperada.
"Oigan, chicos, tengo una condición para prestarles esta avioneta," dijo Luca con una sonrisa traviesa.
Nick y Stiven intercambiaron una mirada confundida.
"¿Condición? ¿De qué se trata?" preguntó Stiven, arqueando una ceja.
Luca se rascó la cabeza y soltó una risita. "Bueno, verán, mi casa es un completo desastre, y me vendría bien una ayudita con la limpieza. ¿Qué les parece si a cambio de la avioneta, me ayudan a poner mi hogar en orden?"
Nick y Stiven se miraron, sorprendidos por la inusual petición de su amigo.
"¿Hablas en serio? ¿Quieres que limpiemos tu casa?" Stiven no podía creer lo que escuchaba.
Luca asintió con entusiasmo. "¡Claro! Tengo que admitir que soy un poco desordenado, y mi pobre esposa se ha estado quejando de ello. Sería un gran favor si pudieran echarme una mano."
Nick soltó una carcajada. "¡Vaya, Luca! Eres todo un personaje. Bueno, supongo que no nos queda más remedio que aceptar."
Stiven suspiró, pero luego esbozó una sonrisa. "De acuerdo, amigo. Haremos el trato. Tú nos prestas la avioneta y nosotros nos encargamos de poner tu casa en orden."
Luca se frotó las manos, visiblemente emocionado. "¡Excelente! Vamos a trabajar entonces. Les mostraré el caos en el que vivo y pongámonos manos a la obra."
Los tres hombres se dirigieron a la casa de Luca, que resultó ser una pintoresca casita de campo, rodeada de hermosos jardines. Sin embargo, al cruzar la puerta, Nick y Stiven se encontraron con una escena digna de una película de caricaturas.
Ropa sucia, platos apilados, polvo por todas partes y objetos dispersos por doquier. Parecía que un huracán había pasado por allí.
"¡Por todos los cielos, Luca! ¿Cómo puedes vivir en medio de este desastre?" exclamó Stiven, abriendo los ojos como platos.
Luca soltó una risita avergonzada. "Les dije que era un poco desordenado. Bueno, a trabajar, chicos. ¡Vamos a dejar esta casa reluciente!"
Y así, Nick y Stiven, entre risas y quejas, se pusieron manos a la obra, dispuestos a cumplir con su parte del trato para obtener la preciada avioneta que los llevaría a su siguiente destino.
Mientras Nick se tomaba un descanso para sacar la basura, decidió aprovechar el momento para despejar su mente. Al salir a la calle, notó algo peculiar: un hombre de pie junto a una pequeña avioneta, observándola con admiración.
Intrigado, Nick se acercó al hombre. Tenía una apariencia robusta, con un sombrero de ala ancha que le daba un aire misterioso.
"Hola," saludó Nick, sonriendo. "¿Te gusta la avioneta?"
El hombre se volvió hacia él, revelando un rostro curtido por el sol y una sonrisa amigable. "Sí, es una belleza," respondió con un acento francés marcado. "Estoy deseando ver más de cerca ese tal barco volador."
"¿Barco volador?" Nick frunció el ceño, curioso. "¿A qué te refieres?"
"Ah, el barco que ha estado haciendo ruido en la costa," explicó el hombre. "Se dice que es algo extraordinario, un misterio en el aire y en el mar. Quiero ver qué hay detrás de todo esto."
"Interesante," dijo Nick, sintiendo que había algo más en la historia del hombre. "¿De dónde eres?"
"Me llamo Henri," respondió con orgullo. "Soy de Francia. He venido a investigar algunos rumores sobre esa embarcación."