Un fuerte dolor me hace doblarme de dolor y me veo obligado a dejarme caer al suelo, las risas de esas gemelas me atormentan por un momento pero en el preciso momento en el que ellas van a acercarse más unos cuernos me comienzan a salir y unas largas alas negras, se paran en seco y esos pasos que habían avanzado los retroceden.
Masacre.
Destrucción.
Matalas.
Esas palabras resuenan en mi cabeza con odio.
Doble personalidad.
Peligro letal.
La sangre reina.
Me incorporo con dificultad y las miro a los ojos fijó,ellas hacen lo mismo con odio y a los minutos corren hacia mi aunque no llegan a darme ningún golpe.
Antes de que lo logren me aparto con agilidad y me retiro el traje de seda negra que llevo dejando al descubierto mis fuertes brazos y firme pectoral y unos pantalones de samurai junto a unas botas altas típicas en la aristocracia.
Las gemelas vuelven a pararse y con filosas garras deciden atacarme con toda su fuerza, sacó unas dagas escondidas en mis botas; éstas fueron bendecidas por el dios demonio Asmadeth para atacar.
Esos dos demonios no dejan ver su forma real, cuando voy a atacar Astaroth, mi otra personalidad me hace doblarme de nuevo y cuando me levanto de nuevo deja salir su poder real como el demonio que se esconde en mi interior, al poco noto como unos cuernos comienzan a aparecer en mi cabeza y cuando me vuelvo a poner erguido compruebo que ellas sigan en el mismo lugar.
Están.
Voy caminando y al poco comienzo a correr con mis dagas por delante, al llegar a los escasos centímetros de sus caras hago impulso con mi pie izquierdo y disparado al cielo muestro unas alas negras de murciélago y tras planear me dejo caer en picado con las armas cruzadas, ya a un centímetro de sus cuellos pongo mis brazos, que estaban cruzados, bien cortando así sus cuellos.
Muerte y dolor junto con la destrucción.
Palabras retumbaban en mi mente sin remedio, ya muertas las gemelas una escritura aparece en ella, ésta dice:
"Solo puedo elegir una de las dos opciones, vivir y que permanezca muerto o, morir y que él renazca".
La verdad es que ninguna de ellas me gustaba pero solo podía hacer una cosa, arrugo la carta que recogí del suelo.
Los muertos no reviven.