El muérdago del amour

4. Los espías

Después de la llamada, Sábrini concluyó que el día había pasado sin penas ni glorias, es decir, que había estado normal y tranquilo.  Conversó con sus amistades, estudió en la tarde noche para sus exámenes finales y aunque no lo quería admitir a viva voz, fantaseó de vez en cuando con la cita que tendría con Keissart, porque era así, ella asumió que era una cita y que no necesariamente era una en plan de amigos. De este modo, el tiempo pasó volando y ya se hacía tarde. En la noche se cambió su ropa por su pijama de dos piezas rosado que era de franela, y como era costumbre vio recostada en su cama un capítulo de su serie favorita sobre vampiros, que le encantaba y le dio sueño, es por ello por lo que se fue a dormir. Alisa no dormiría hoy con en su habitación porque su tía favorita estaba de visita en Brundalia, por lo que, pidió permiso a las autoridades del internado para poder sacarla por esa noche y ponerse al día con sus asuntos.

En el fondo, Sábrini agradeció la intromisión de la tía, porque así evitaba dar explicaciones de su salida de mañana por la tarde. Se fue a dormir sin más, porque el sueño la vencía y se rindió a los brazos de Morfeo.

Al otro día, despertó, se higienizó en el baño, se cambió sus pijamas por otra vestimenta, que consistía en un chaleco rojo, una camiseta negra y unos jeans azules ajustados y fue a cumplir su rutina como desayunar, hacer sus deberes estudiantiles, y almorzar en el comedor. Ella se alimentó en compañía de las chicas del consejo y de Nikolai y entablaron conversaciones triviales. Una vez que el almuerzo terminó, Sábrini fue a su habitación a maquillarse en el baño. Se colocó rubor para su piel pálida, una sombra suave de color plateado y un rouge de tonalidades mate que le hacía resaltar sus voluminosos labios. Al salir del baño se encontró a Alisa sentada en su cama. Ella usaba una chaqueta marrón con chiporro en el cuello, una minifalda de jeans, y unas medias de polar. Al encontrarse sus miradas, le preguntó de inmediato como había estado esa salida con su tía ante lo cual ella sonreía mientras le contaba que todo había salido bien y que pidieron pizza y bebieron ponche sin alcohol. No era que ella no pudiera tomar alcohol, debido a que ella y al igual que Sábrini tenían diecinueve años, era solo que no era fanática de los tragos.

Sábrini se alegró por su amiga e hizo amago de caminar hasta la puerta, cuando Alisa le preguntó qué hacía adonde iba tan arreglada.

—Eh, tengo una cita —Sábrini se acercó a su velado, tomó su celular, lo guardó en su bolsillo y salió sin más.

Ella no quería decirle con quien era su cita, y conociéndola, Alisa le preguntaría todos los detalles, los cuales no estaba dispuesta a decírselos.

Alisa quedó con la curiosidad en mano, salió detrás de ella con la intención de preguntarle más, pero Sábrini había caminado muy rápido y la perdió de vista. En eso, en uno de los pasillos comunes se encontró con Mikhail, vestido con un suéter de tonos azulados y unos jeans negros. Ellos eran simples conocidos, pero no se llevaban mal.

—¿A dónde iba tan apurada Sábrini? —dijo Mikhail encarando a Alisa.

—A una cita.

Mikhail cayó en cuenta de eso y al ver como Alisa hacía amago de irse, le tomó del brazo. Ante lo cual, ella lo miró con ojos desconcertados.

—No puedo permitir eso.

—Y yo muero por curiosidad por saber quién es el afortunado —dijo Alisa en forma repentina, pero que no dejaba de ser cierto.

En ese momento, una idea fugaz surgió en ambos a la vez. Es que era evidente que ambos querían saber detalles de la cita de Sábrini, es por ello por lo que dijeron al unisono.

—¡Sigámosla!

De esta manera, los chicos corrieron a todo pulmón para llegar a la salida del internado, al llegar a la recepción vieron como Sábrini salía de la puerta, ellos se escondieron tras el muro que colindaba con la puerta. Después, esperaron cinco minutos a que Sábrini se alejara lo suficiente de la puerta de la entrada para que así ella no notara de que ellos también saldrían por ahí y al terminar el tiempo salieron, se escondieron rápidamente tras unos árboles y se fueron acercando a la vez que se escondían tras arbustos y follaje y desde el arbusto más cercano a la entrada se pudieron dar cuenta de quien era el afortunado. Al ver que Keissart y Sábrini se alejaban para irse a quien sabe dónde, ellos siguieron en su misión de espiarlos. Ya que esto no se quedaría así.

Al caminar en una distancia prudente, se dieron cuenta de que Keissart había llevado a Sábrini a un lago congelado que fue adaptado para poder patinar sobre él. Entonces, habían puestos cercanos en donde se podían arrendar útiles de patinaje, como patines, entre otras cosas. Se escuchaba la música clásica proveniente de una orquesta aficionada que tocaba en ese sector en todas las vísperas navideñas.

Alisa y Mikhail quedaron observando tras una pila de arbustos y quedaron en cuclillas. Se dieron cuenta de que, Sábrini tenía talento sobre la pista, pues patinaba con soltura y delicadeza, mientras que Keissart era un patinador espléndido. Él bailaba sobre el hielo con técnica, al parecer ambos podrían participar en las olimpiadas y llegarían lejos, al menos eso fue lo que pensaron los espías.

Sábrini patinaba sobre el hielo y al no leer los movimientos de su acompañante, chocaron logrando que ambos cayeran uno sobre el otro. Sábrini estaba sobre el chico, de abrigo café claro y jeans oscuros, y se largó a reír. Para Keissart, dicha acción fue contagiosa y también se rio. Después de que la risa cesara, Sábrini y el pelinegro se quedaron observando con detenimiento. Sábrini observó esos ojos contrarios que le traían recuerdo al vasto cielo despejado y que le inundaban de paz, mientras que Keissart se perdía de forma irremediable en la mirada jade de la chica. Sin saber cómo, él levantó un poco su cabeza para que sus labios quedaran más cerca el uno del otro, ante lo cual, Sábrini se acercó a su rostro para besarlo. Sintieron una electricidad desde el primer momento en que sus labios se rozaron, era una sensación dulce y cálida la que el movimiento de sus labios les traía a ambos. Sábrini saboreó el beso con ternura a medida que se iba dejando llevar. Keissart, por otro lado, ante tal exquisita caricia sintió una ola de sentimientos que no podía ignorar para esos momentos. La besaba con dulzura. Sus labios eran tan suaves que podría besarla para toda la vida, o eso quería creer. Cuando cortaron el beso por la falta de aire, Sábrini volvió a besarle de manera casta, porque no quería que el momento acabara y a Keissart no le molestaba en lo absoluto.




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