El muérdago del amour

5. La magia se desvanece

Luego, Keissart se disculpó diciendo que su departamento quedaba cerca de unos edificios de por ahí cerca, se despidió de los tres y se fue sin mirar atrás. Sábrini y los demás se despiden de él. Al rato, se sumieron en un profundo silencio, en donde, una conspiración se estaba creando. Los chicos se dispusieron a caminar hacia el instituto.

—Sábrini, desconozco que tan cercana seas a ese tal Keissart, pero deberías alejarte de él —dijo Mikhail con determinación.

Finalmente, un plan malévolo le había surgido y no, no iba a dar su brazo a torcer en cuanto a Sábrini. Él iba a reconquistarla costase lo que costase, y si eso implicaba decir esas clases de mentiras, pues entonces lo haría.

—¿Por qué lo dices? —dijo Sábrini observando al muchacho deteniendo su andar.

—Porque unos amigos míos estudian con él en la universidad de aquí y me contaron que era un mujeriego empedernido, y que su pasatiempo era el jugar con las mujeres.

Sábrini abrió sus ojos impactada. Eso, eso no podía ser cierto, ¿o sí? La verdad es que creía que como recién lo estaba conociendo podría ser verdad lo anterior o no. Pero ¿por qué Mikhail le mentiría?

Alisa se mantuvo al margen de la situación por unos momentos, después intervino de forma espontánea.

—Es verdad, tengo una amiga que lo conoce y él tiene fama, ya sabes, de ser un patán con las mujeres.

Lo que le ocurría a Alisa era que se había encaprichado con Keissart. Lo quería solo para ella. Lo encontraba tan atractivo, y era verdad que ella tenía ventaja por haber sido cercana a él de niños. Además, el poseer una personalidad carismática la beneficiaba mucho más. Por lo mismo, creyó que apoyando de esa forma a Mikhail, podría lograr que Sábrini se desencantara de Keissart despejando el camino solo para ella. Le gustaba tanto Keissart que cometería cualquier locura por obtener su amor. Como decía la famosa frase en el amor y en la guerra todo vale, ¿no?

Sábrini se desilusionó de inmediato por los comentarios anteriores. Es que no podía creer que un chico tan amable como él fuera de esa clase de chico. Ella no era una de esas que aceptaban ser el juguete de los chicos, ella se hacía respetar y por sobre todo valorar. No permitía en ninguna circunstancia que él jugara con ella.

—A decir verdad, creo que tienen razón. No le volveré a hablar —dijo decaída Sábrini.

Pasaron los días y ya quedaban dos días para navidad. El misterioso sentimiento que sintió Sábrini hacia Keissart, según ella, se extinguió. No había vuelto a contactarse con él bajo ningún concepto. De que él la buscaba, lo hacía. Pero ella no le respondía. Había seguido el consejo de sus amigos, y es que, era mejor estar lejos. Debía proteger a su corazón.

Era de noche y Alisa se encontraba en su habitación recostada sobre su cama, usando un piyama de polar rosado, mientras aprovechaba que Sábrini se duchaba para llamar a Keissart. Ella encontró que tuvo suerte en que él haya mantenido su mismo número aún. Lo llamó y él contestó.

—Keissart, querido. Hay algo que debes saber sobre Sábrini.

—Dispara—contestó del otro lado de la línea el chico de forma inmediata.

—Comprenderás que Mikhail y ella son exnovios. Se nota a millas de distancia que él aún gusta de ella —. Alisa hizo una pausa—. Así que deberías de alejarte de ella para siempre, porque Sábrini aun gusta de él, ellos hacían tan bonita pareja.

Para Keissart, dichas palabras le hirieron el corazón que solo Sábrini pudo aclarar. Fue como un disparo al corazón. Si lo que decía Alisa era verdad, entonces él sería noble y no insistiría con la chica.

—Tienes razón, además ella no me ha contestado ninguna llamada, debe ser por lo que dices —dijo tratando de disimular su tristeza, pero se escuchó abatido de todas formas.

Alisa se despidió de él y cortó la llamada. Ella se metió en su cama y se dispuso a dormir, mientras sentía el secador de cabello que Sábrini estaba usando dentro del baño. De lo último que se pudo percatar es que Sábrini salió del baño y se fue a acostar y ambas apagaron la luz para irse a dormir.

Al otro día, Sábrini y Alisa, se despertaron, se levantaron, se higienizaron, se vistieron y fueron a desayunar. Al acabar, Alisa se excusó diciendo que le dolía el estómago y se fue a dormir a su cama, lo cual era mentira, pues recordó su nota mental y debía indagar en las páginas web. Al llegar, se tendió en su cama y buscó en su notebook sobre el famoso mito. Al hacerlo lo encontró interesante, y se dio cuenta de que la fórmula secreta para evitar el enamoramiento era con el ponche prohibido. Cielos. Se preguntó en dónde podría encontrar algo como eso, cuando recordó que los padres de Mikhail trabajaban como gerentes en una empresa que se especializaban en producir diferentes tipos de brebajes embotellados, ella sabía que ellos tendrían ese tal ponche. Sólo debía mover los hilos y la mística leyenda sería eso, solo una leyenda más del montón. Una sonrisa traviesa y malvada se reflejó en su bonito rostro. Luego, llamó a Keissart. Le dijo que hoy debía venir al internado pues Sábrini tenía algo que decirle. Keissart se inquietó, pero dijo que ahí estaría. Y es que, todo de esa chica le aceleraba su palpitar. Ignoró por completo el hecho de que iba a ser noble con Mikhail. Después, Alisa, que vestía un polar abrigador negro con unos jeans, salió en búsqueda de su cómplice. Mikhail Petrov.




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