El Sol del Atardecer
19
Y la mañana llego con un hermoso amanecer por los cielos, llenando de esperanza a los refugiados como al mismo Tolfian, que a pesar de querer ir lo antes posible en busca de Eileen. Tuvo que atender algunas demandas en la Villa, los suministros de las huertas y demás estaban escaseando, las cosechas resguardadas cada vez eran menos.
En tanto el solucionaba aquel problema de alimentos; el rey estaba a la espera de su fiel amigo a quien lo había mandado a traer y resguardar por una elite de guerreros que ya lo traían en camino. El Lord de Lunas no venía solo, consigo traía un buen ejército de soldados para ayudarle a combatir si era necesario, también traía carretas de suministros de todo tipo, desde granos hasta frutas. Aquello lo tenía de buen humor ese día.
Al pacer, todos en palacio tenían un buen semblante, el cielo era despejado y los rayos del sol iluminaban todo a su esplendor. Incluso los soldados tenían una sonrisa en sus rostros, se corrió el rumor entre ellos que esa tarde llegarían refuerzos y no pelearían solos ante Turnia.
Ese día Eileen se vistió con un vestido verde esmeralda, con bordados por el frente en hilos de oro. Ella hubiera querido usar algo menos ostentoso, en cambio Kara le tenía listo su atuendo, argumentando que debía resplandecer como un girasol. Eileen se miró una última vez en el espejo, por fuera se veía espectacular. En cambio, debajo de aquella apariencia había tristeza, de verdad que deseaba sentirse alegre, hoy tenía su primer cita, el único problema era que no con el amor de su vida.
―Ves… luces hermosa ―comentó Kara luego de ver completo su trabajo con todo y peinado.
Eileen asintió intentando sonreír, era medio día y como no tenía más entrenamiento, podía practicar un poco de magia en la biblioteca antes de verse con Yaldair. Por lo que estuvo ahí con Kara, mientras la elfa leía un poco, ella se ponía a practicar magia con los elementos.
En tanto Yaldair, se había ido más temprano al bosque para no ser visto, de ese modo nadie podía interrumpirlo, siendo que quizá Tolfian podía ordenarle alguna tarea. Esperaba el príncipe se encontrara ocupado.
Lo cual estaba, Tolfian había ido a la armería para asegurarse de que se contaba con el armamento debido, debía saber cómo iba la elaboración de las armas de plata. La que se estaba llevando dinero y mineral, ese era el gasto más grande que tenía el reino hasta el momento.
―Estamos listos para desplegar nuestro ejército. Lo felicito alteza, logró la meta antes del tiempo estipulado.
―Aún queda el entrenamiento de Eileen, antes de eso no puedo decir que hemos terminado.
―Alteza, Lady Eileen terminó su entrenamiento ayer ―comentó.
Tolfian permaneció en silencio. ¿Terminó el entrenamiento? Entonces… ¿Por qué Yaldair no dio aviso? Estaba faltando a sus funciones como guardia.
―El primer guardia, ¿se lo notificó a usted? ―cuestionó Tolfian.
―Sí, Alteza.
―¿Ha sabido si los lo lobunos siguen en tierras lejanas?
―Sí, rondan más allá de los vigilantes, por el momento no son un peligro. Ya podemos dar por terminada la etapa del plan resguardo.
―Bien, haré el informe para la misión. Buen día, Lord.
Tolfian se retiró de la armería bastante molesto no podía creer que Yaldair estuviera pasando una de sus órdenes. ¿Por qué no le aviso que el entrenamiento terminó? ¿Dónde se había metido entonces?
Cuando pregunto por él, nadie supo darle razones, algunos le dijeron que en la mañana se encontraba en palacio, luego de ahí nadie lo vio, por lo que tuvo que reunirse sólo con Argus para trabajar en el informe, una vez terminado podía ir a buscar a Eileen, no podía dejar pasar un día más sin hablar con ella.
Pero por azares del destino no la encontró. Kara le notificó que Eileen había bajado a leer al jardín, recorrió los jardines y ella no estaba por ningún lado. Algo no le gustó, y pareció un rayo la idea que pasó por su mente. Yaldair y Eileen no estaban por ningún lado. Aquello le provocó una sensación de angustia en su pecho, como un nudo en la garganta al pensar que podrían estar juntos.
En tanto Eileen había ido hasta el bosque en donde se quedó de ver con Yaldair, aun pensando si estaba bien o mal. Prácticamente era una cita y no con Tolfian. Al llegar, el elfo ya se encontraba sentado sobre el pasto verde, a distancia de él también los ciervos.
―Se ve hermosa, mi Lady ―Yaldair sonrió al ver a la bella mujer que era Eileen.
Pues pocas veces podía verla con vestidos, siempre la veía con ropas de guerrera.
—Gracias —agradeció alejando la vista de él, le incomodaban esos elogios.
Sin decir más, ella tomó lugar al pasto, dejando una distancia prudente del elfo. Ante esa acción los ciervos, en especial el pequeño se encaminó hacia ella.
―Sí. A los elfos les deben gustar, ¿no es así?
―A la mayoría, otros no del todo.