Elfa Lunar
20
Esa noche, cuando Tolfian se presentó en el comedor, se llevó la gran sorpresa de que tenían invitados. Se trataba del señor de Luna y su hija, una elfa bastante joven; ambos ya estaban en la mesa junto al rey, al parecer esperándolo.
―Príncipe Tolfian, es un gusto verlo ―saludó el señor de Luna, se puso en pie y reverenció al elfo.
Tolfian respondió el mismo saludo reverencial ante el elfo mayor, este era alto, sus túnicas azul oscuro hacían juego con sus cabellos y ojos grisáceos.
—El gusto es mío Lord Abgar, sea bienvenido al reino de Ruas —saludó Tolfian con un tono cordial―. Usted y su apreciable hija.
—Gracias. Esperamos no causar ningún inconveniente —respondió el elfo.
—Desde luego que no, Abgar. Nos complace tenerlos en palacio. ¿No es así Tolfian?
—Así es, padre —respondió con formalidad ante la pregunta y recobrando su postura ante la sorpresa pasando a su lugar, justo frente de la dama elfa.
Ella sonrió con él y no aparto la mirada del elfo. Una vez todos en la mesa, la comida comenzó a servirse. Asado de lechón con aderezo dulce, ensalada verde con setas, tartas de arándanos, bayas con crema y un frutero lleno de gran variedad de frutos.
Luego de mucho tiempo en donde el comedor real solo era ocupado por dos miembros, esta noche tenía dos invitados especiales. Y desde luego las conversaciones no se hicieron esperar.
—Me complace saber que vuestro viaje haya pasado sin por menores —comentó el rey.
—Ha sido por su honorable guardia Rey Erumahtar, viajamos sin problema alguno.
Tolfian escuchó la conversación con sumo interés, era un hecho que Abgar y su hija Maeva no eran refugiados. No cuando consigo trajeron pelotones de soldados y carretas de suministros.
―Y nosotros le agradecemos su ayuda, Lord Abgar ―expresó con gratitud.
―En tiempos como estos, la fuerza es la unión. Nosotros somos tan parte de Eterna como Ruas, mi deber es apoyar al futuro esposo de mi hija.
Tolfian sintió que se atraganto con su comida ante las palabras de Abgar, pero lo disimuló bastante bien, en cambio no encontró su voz para hablar de inmediato.
Maeva por su parte sonrió para sí, ante lo expuesto por su padre.
―No hay lugar más seguro para mi heredera que aquí, a su lado príncipe.
―No dude de ello… Lord ―trato de ser cortés «Tengo que salir de aquí, ahora» pensó.
―Mi hijo cuidara bien de tan hermosa dama ―comentó el rey con gusto.
El elfo joven no pudo comer más, darse cuenta de su situación le cerro el estómago, no podía creer lo miserable que era su vida. Se compromete eternamente con Eileen y aparece su futura esposa.
Los rumores de invitados importantes no se hicieron esperar. En el comedor de los nobles donde cenaban los concejales y familia, el principal tema era la visita de los señores de Luna. Todos apostaban que está vez el príncipe Tolfian iba a ser comprometido sin escapatoria.
Por lo que Argus fue el único en permanecer en silencio, todos podían suponer, después de todo la última palabra la tenía Tolfian, aunque sinceramente no quería estar en su situación. Yaldair a diferencia, tenía una sonrisa total en su rostro y también apostaba que los días de celibato del príncipe habían terminado.
Con la idea de un pronto compromiso entre Tolfian y la hija del señor de lunas, Yaldair se fue en busca de Eileen luego de la cena. Argus por su parte, fue en busca de Tolfian, quizá podía hablar con él.
Para sorpresa de Argus, se encontró al príncipe en la terraza frente a la sala previa del comedor real, se encontraba junto a la dama elfa de Luna. Los dos parecían conversar. Tal vez debía esperar a mañana para hablar con él, dio media vuelta y se encontró con Kara quien también veía a la pareja de elfos.
—Así que es verdad, el príncipe tiene una prometida ―susurró sin poder creerlo.
―Aún no es su prometida oficial.
―Sólo porque no lo ha hecho oficial no quita que lo sea ―frunció el labio con fastidio.
Argus sólo permaneció en silencio, observando desde ahí.
―¿Quién es ella?
—Lady Maeva, heredera de las tierras de Luna, hija de Lord Abgar —informó Argus. Los dos estaban a varios pies de la terraza, unos cuantos pilares más atrás.
—¿Y ese quién es? Suena importante.
—Es un elfo de luz, aunque su raza sea lunar. Es dueño de grandes montañas repletas de cristales y diamantes preciosos ―explicó.
—Por lo visto sabes todo de él.
—Porque es el único elfo con la riqueza y linaje más similar a la familia real.
—Y con una princesa como hija ―añadió la elfa.
Argus observó a la dama elfa aun en la distancia; una elfa cuya piel era blanca como el nácar, de cabellos grises como sus ojos de luna.
―Eileen va a sufrir cuando se entere ―susurró.