El Mundo De Los Caídos

CAPITULO 6: ATRAPADA

NARRA ALESSANDRO

(ALEJANDRO)

 

Desperté jadeante y completamente sudado gracias a aquella pesadilla que me ha perseguido desde siempre, aquella donde la torturaban, donde aquel hombre la mataba, donde asesinaron a mi propio corazón, donde lo mate a él, donde casi mato a aquella castaña. Sus gritos, su rostro, su voz, y su aroma me han perseguido desde hacía ya cinco años. Observé todo el lugar intentando recordar donde me encontraba cuando unos toques provenientes de la puerta de mi habitación llamaron mi atención.

-¿Quién es?- pregunté con voz ronca mientras tallaba los ojos aún en la cama.

-Soy yo.- habló Sebastián al tiempo que abría la puerta y entraba sin previo aviso.- llegarás tarde a la venta.- se sentó en el sillón frente a la cama.

-Sí, ya voy.- me levanté y caminaba hacia al baño cuando su voz me hizo detenerme.

-Es linda...- dijo. Volteé a verlo sin entender y me di cuenta que se refería a la rubiales acostada en mi cama. Rodé los ojos y ya que se encontraba boca arriba regresé hasta ella y la cubrí.

-Si quieres la puedes usar luego. Ya acabé con ella. Es toda tuya.- fue lo último que dije antes de encerrarme en el baño y lo escuché murmurar algunas cosas pero la verdad no entendí nada y no me interesaba.

Me despojé de mi bóxer y me adentré en la ducha. 20 minutos después ya me encontraba bajando las escaleras con Sebastián a mi lado, quien además de ser mi mano derecha es mi mejor amigo, al tiempo que terminaba de colocarme mi rolex dorado.

-Fernando...- llamé a uno de mis hombres quien se encontraba junto a mi preciado Pagani Huayra.- por favor, asegúrate de que la señorita Novikov no esté en mi habitación cuando vuelva.

-Sí, señor.- asintió y se adentró en la casa.

Subí a mi coche y puse marcha inmediata hacia el lugar acordado donde se harían las subastas con mis hombres a mis espaldas, quienes en total eran 12.

10 minutos después me encontraba en mi puesto, entre las sombras, desde donde estaba sentado nadie podía verme, pero yo si podía ver todo. Era mi deber no ser reconocido, en mi trabajo es algo esencial.

-Señoras y señores, damas y caballeros, estamos aquí para dar inicio a las subastas anuales de estas bellísimas joyas.- habló el presentador y al instante un desfile de chicas en lencería y antifaces se mostró por todo el escenario, y por último estaba ella.

Aquella ojiverde que no salía de mi cabeza, era hermosa, y su cuerpo resaltaba aún más con aquellas diminutas vestiduras de color rojizo pero al mismo tiempo lucía como una cualquiera, la habían deshecho . La rabia se apoderó de mí al pensar en todos aquellos degenerados asquerosos observándola con lujuria.

Los silbidos y llamados de atención acompañados de frases repulsivas y machistas, debo admitir, no se hicieron esperar.

Todas se retiraron y luego pasaron de una en una. Cada una fue comprada en buenas cantidades pero entonces llegó su turno. La vi allí arriba, ya no llevaba el antifaz y la noté asustada, nerviosa, y maquillada exageradamente, y allí una vez más sentí lo que había sentido desde el primer momento en que la vi, la necesitaba, debía ser mía, debía hacerla mía. No tenía las agallas para venderla a aquellos carroñeros.

-Y ésta es nuestro broche de oro señores, y lo mejor de todo, es virgen.- gritó el presentador a través de los altavoces y es cuando no me contuve y le di la orden a Sebastián de que la sacaran del escenario. En menos de dos minutos mis hombres ya se encontraban arrastrándola hasta mi auto.- bien, lo siento señores, no está a la venta, creo que...

-¡DEJEN A ESA PUTA!-gritó alguien del público hacia mis hombres.- ¡OFREZCO 10 MILLONES DE DÓLARES EN EFECTIVO! ¡LA QUIERO PARA MI!- no paraba de gritar. Volteé a ver a Sebastián y al instante supo lo que quería.

Una vez que llegué al estacionamiento me acerqué a James.

-Llévenlo a la bodega, a él y a sus hombres y denles la bienvenida.- ordené y me subí al auto marchando a toda prisa con algunos de mis chicos aún a mis espaldas.

Inconscientemente volteaba a verla de vez en cuando, se encontraba hecha un ovillo en un rincón de los asientos y cada tanto mis ojos se encontraban con Sebastián que iba conduciendo. Lo conocía lo suficiente como para saber que quería decir algo pero no estaba de humor para escucharlo así que solo lo ignoraba.

Aquella niña se encontraba asustada realmente, podía notarlo por cómo se mantenía junto a la puerta como si quisiera atravesarla, como sus dedos parecían ponerse de colores debido a la presión que ejercía al oprimir las manos y la manera en que mordía sus labios como si contuviera un mar de lágrimas.

Llegamos a casa y rápidamente me dirigí hasta la sala.

-¿Qué hacemos con ella?- preguntó Sebastián quien venía junto a los chicos a través de la entrada.

-Enciérrenla en la habitación del fondo del pasillo izquierdo. Me encargaré luego.- me dirigí a los dos que la llevaban en brazos y desaparecieron junto a ella escaleras arriba.- vamos...- hablé a Sebastián y a mis dos chicos de mayor confianza.

Llegamos a aquella casucha a las afueras de la ciudad donde encerraba a todo el que me sacaba de mis casillas y me encontré a aquel hombre, que en estos momentos solo quería matar, escupiendo sangre y con el rostro casi irreconocible.

Le di una señal a Sebastián para que retiraran las bolsas de todos los hombres de Blaz Müller, el mayor traficante de armas en Alemania, y todos me observaban con terror.

Entregué mi saco a uno de mis hombres  y me acerqué a mi objetivo principal.

-Señor Müller.- Sonreí sarcástico.

-¡ERES UN HIJO DE TU PUTA MAD....- comenzó a gritar pero no logró terminar la frase ya que mi puño se estrelló contra su pómulo sin previo aviso. El abrumante eco que provoqué al estrellar mis nudillos contra su rostro se hizo presente junto a las maldiciones de su parte.




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