[…]
Llegamos, según Nicole, a casa del tal Chris. Bajamos del auto de Nicole. En el lugar había un estruendo ensordecedor y horrible que los chicos llamaban música, gritos y un aroma nauseabundo por todos lados.
Caminamos hasta la entrada cuando Nicole se giró hacia mí.
-Si quieres yo voy por ella.-asentí.
Esperé un rato hasta que escuchÉ las voces chillonas de Nicole y Emma discutiendo.
-¿Y tú que haces aquí, depresiva?-habló Emma y sabía que se refería a mí.
-La encontré con Chris en una de las habitaciones, ambos en ropa interior.-habló Nicole.
-¡Metiche!-se quejó mi hermana.
-¡Regalada!- se defendió Nicole.
-A ver, ¿Ayer no estabas llorando por él y diciendo que lo odiabas?-intervine.
-Me pidió perdón, está arrepentido. Así que lo perdoné. –habló con simpleza.
-Eres increíble. Emma, no vas a seguir viéndolo, es un idiota y…
-¡No soy una niña! ¡Ya tengo 17!-sentí que se alejaba así que empecé a seguirla.
-¡Si, desde hace menos de 24 horas! ¡Emma!-la llamé pero me no obtuve respuesta.
-Nicole, si quieres vete, yo me encargo de ella.-grité y no di tiempo a que me respondiera cuando volvi a caminar tras mi hermana.- ¡Emma, ven acá!
Mierda, choqué contra algo.
-¡No eres mi madre, copia barata de Ms. Poppins!
-No, pero soy tu hermana mayor y me preocupo por ti. Entiende que…
-¡Solo estás celosa, Teletubi barato! ¡Taxi!
La escuché gritar e intenté llamarla pero fue cuestión de segundos hasta que escuche las llantas del auto rechinar contra el asfalto alejándose.
-¡Emma!-grité pero fue inútil, se había ido.
Respiré profundo e intenté regresar pero nos habíamos alejado lo suficiente como para ni siquiera escuchar la música, todo estaba sumido en un profundo silencio y estaba completamente desorientada.
-Ok, todo estará bien, solo, camina un poco hasta encontrar algún lugar con personas.-me di valor a mi misma y continué caminando cuando de pronto escuche unos silbidos.
-Hola, hermosa-habló alguien.- ¡Samuel! ¡Ven, mira!
-Miren que regalito tenemos aquí. ¿Cómo te llamas?-habló otra voz.-Bueno, no importa, de todos modos nos divertiremos mucho, ya lo veras.
-Déjenme, por favor, solo quiero un teléfono.-Pedí.
-Aquí hay uno- dijo la voz que habló primero.
Sentí como uno de alguien respiraba en mi nuca y movía mi cabello. Me alejé bruscamente pero choqué con alguien más.
-Si te portas bien y eres una buena niña, podríamos prestártelo.-habló otra voz.
-Yo primero, ¿verdad?- habló otra voz.
-Cállate, Mike, ella se muere por mí. La pasaremos delicioso.-habló alguien más.
Sentí como uno de ellos me daba una nalgada y el miedo comenzó a apoderarse de mí.
-Por favor, no me hagan nada, déjenme ir.-supliqué pero de pronto un jadeo salió de mis labios al sentir como tiraban de mi cabello, hacia atrás, con fuerza.- ¡Ah!
Una lagrima rodó por mi mejilla.
Levantaron mi blusa y la gélida brisa nocturna chocó contra mi piel desnuda al tiempo que uno de ellos subía sus manos hasta mis pechos y los masajeaba sin pudor alguno.
Sus risas, sus voces, sus alientos de puro alcohol me hacían recordar aquella noche, aquel día en que perdí la esperanza.
Se deshicieron de mi chaqueta y de un tirón arrancaron mi sudadera. Intente cubrirme pero fue inútil, uno de ellos se acercó a mi dispuesto a deshacerse de mi ropa interior pero comencé con mi torneo de puñetazos empezando a agitar mis brazos en un intento desesperado por alejarlos pero tomaron mis brazos de rehenes, sentí como intentaban desabrochar mi pantalón e intenté patalear logrando golpear a uno de ellos.
-¡Estúpida!-mi rostro giró a un lado y sentía el ardor en mi pómulo derecho, me acababan de golpear.
Las lágrimas ya inundaban mi rostro cuando de pronto todo empezó a agitarse desesperadamente, las alarmas de unos autos empezaron a sonar incesantemente, y un resplandor cegador se hizo presente al igual que algunos gritos por parte de aquellos hombres, si es que así se les podía llamar. El que tenía mis brazos prisioneros me liberó arrojándome al suelo, intenté determinar que ocurría pero no podía entender nada, aquella luz era muy fuerte, tuve que cubrir mis ojos.
-¡No! ¡No, por favor!-gritó uno de los hombres.
-¡No!-gritó otro.
No entendía que ocurría y mucho menos que era aquella luz y porque yo podía percibirla.
De pronto todo quedo sumido en un silencio sepulcral durante unos segundos que me parecieron casi eternos, hasta que aquella luz finalmente fue desapareciendo.
-¿Hola?-Hablé intentando ponerme de pie.
-Oye…-de pronto escuché una voz masculina, algo ronca y gruesa, causaba escalofríos y algo de nervios, pero a la vez transmitía, de una extraña manera, paz y seguridad.
Lo escuché acercarse.
-Por favor, no me hagas nada- dije en un tono apenas audible mientras intentaba retroceder torpemente aun en el suelo.
-No, no, solo quiero ayudarte. Tranquila.
-¿Qué paso? ¿Qué fue esa luz? ¿Dónde están los hombres?
-N-no lo sé, ellos se fueron. ¿Estás bien? ¿Te lastimaron?
-Los escuché gritar.-insistí.
-Ven, te ayudo a levantarte.-no muy segura, con su ayuda, pase mi brazo sobre sus hombros y con su ayuda finalmente me puse de pie.- ¡OH! Lo siento, ten.-hablo luego de unos segundos y sentí como me cubría con lo que parecía ser un abrigo o una chaqueta.
-Gracias.-sonreí sinceramente.- ¿Quién eres?
-Emmm… pues, nadie, no soy nadie yo solo cruzaba por…
-Tu nombre.-lo interrumpí riendo un poco ante su nerviosismo.- yo soy Abighail, ¿y tú?
Suspiró.
-Soy Kaliel.
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Editado: 19.07.2020