He escuchado por las calles que aún me piensas,
siendote sincera, yo no lo hacía hace tiempo.
Me sorprendiste aquel trece de agosto,
no pensé que llamarías tan tarde.
Hoy en día ya no soy como era antes,
lamento informarte que he cambiado bastante.
Aquella niña de quince años que conociste
maduró y se dio cuenta lo tonta que fue.
Me arrepiento de muchas cosas
pero nunca de haberte conocido,
porque por más que haya sufrido,
aprendí por las malas de mis errores.
Me enseñaste muchas cosas
y una de ellas fue bastante importante;
ahora sé diferenciar lo que es enamorarse,
de lo que es dejarse llevar por un sentimiento.
Te daría las gracias si fuese necesario
pero en el camino que he transcurrido junto a ti
no solo me ayudaste mediante algunas enseñanzas,
también llegaste a hundirme en un mar que no tenía fondo.
No veía la superficie desde donde me encontraba.
Parecía que estaba atrapada en una bola de cristal
que no podía romper ni atravesar por mi cuenta,
y solo tú pudiste con ella cuando me di por vencida.
Tú mismo fuiste quien se hundió luego allí,
porque pude abrir los ojos y verte desnudo,
caí en la realidad de que lo nuestro no estaba bien,
que al final alguno de nosotros no saldría con vida.
Me alejé por mi propio bien y aquí me ves, viviendo.
Respiro un aire limpio y refrescante donde estoy,
muy diferente a la sensación de ahogo que alguna vez sentí.
Estando en un estado medio, ya no quiero recordarte.
Te pido perdón si es que crees merecerlo,
porque a diferencia de ti, soy una buena persona.
Con estas palabras quiero que entiendas que ya no fuimos ni seremos
y espero mueran tus esperanzas de alguna vez volverme a ver.
Este es nuestro punto final.
Yo lo he decidido, no has sido tú.