El Niño I

10

—Qué silencioso está por aquí, pongamos algo de música –habló ella, sacando su ropa de la valija y doblándola en la cama–. ¿Qué te parece un poco de pop en inglés, ah? —bromeó, tomó el teléfono y lo desbloqueó, se dirigió a la aplicación de música y de entre su lista, va buscando una canción que le agrade. No esperó a que el muñeco, sentado y recargado en una de las almohadas, le contestara.

Claro que noes un juguete.

—¡Mira nada más qué joyita tengo aquí! –exclamó emocionada, a tal punto que le llevó la pantalla a la cara de Hipo, cuando se dio cuenta de lo que hizo, rió de ella misma y rodó los ojos divertida–. Cierto, no eres real. Ni modo, vivo o no vas a escuchar a Ariana Grande —presionó el botón de reproducir y por la pequeña bocina salió el sonido.

El intro sonó, y las caderas de la rubia se movían con lentitud, mientras que ella seguía sacando sus pertenencias.

Youyou love it how I move youyou love it how I touch youmy oneWhen all is said and doneyou'll believe god is a woman susurraba, al ritmo de la música.

Al ya tener sus prendas clasificadas y dobladas, se dirigió al armario, con ganchos colgó los pocos vestidos que había llevado, los pantalones los apiló en un cajón, las blusas y suéteres en otro, y su ropa interior guardado discretamente.

Un pequeño golpe en la madera la sacó de sus pensamientos, se quedó quieta, intentando averiguar si se lo había imaginado o realmente había sucedido, pero la música no ayudaba mucho.

—¿Tadashi? —preguntó, algo temerosa.

Nadie respondió, inhaló profundo y se llenó de valor para salir de la habitación a ver si todo andaba bien allá abajo.

¿Y si es Hans? ¿Qué tal si ya te encontró?  Sacudió su cabeza, borrando esos horribles pensamientos. No podía ser posible, a nadie le había revelado su dirección, y había usado muy poco el teléfono más que para entretenerse, sin tomar en cuenta que apenas y era touch.

Caminó por el pasillo con sigilo, si alguien estaba adentro no quería ser detectada.

Bajó las escaleras, y se topó con sus zapatos desaparecidos, a unos cuantos centímetros de la puerta principal. Frunció el ceño, y se giró a todas partes, buscando alguna señal de vida que no fuera el de ella.

—Tadashi, esto no es gracioso —gruñó a la nada, avanzando a su calzado.

Los levantó, y observó que éstos se encontraban limpios. Ni parecía que fueron sumergidos en lodo hace unos días.

Otro golpe se escuchó, pero ésta vez en la planta de arriba. Su estómago dio un vuelco, aterrado. Su respiración se aceleró y empezaba a entrar en pánico.

Si buscaban asustarla, lo habían logrado.

Y era muy fácil hacerlo.

—¿T-Tadashi? —tartamudeó, asomándose al segundo piso desde los escalones más bajos.

Inspiró profundo, buscando valentía dentro de su corazón para subir y ahuyentar a quien estuviera ahí.

Paso a paso y sin prisa alguna subió las escaleras, la comezón en sus mejillas se hacía presente y ella daba todo de sí para no caer en sus impulsos, pues no habría alguien que la detuviera.

Llegó al final, volteándose a todas partes para descubrir de dónde provenía el ruido.

Un golpe más se escuchó... En la habitación de Hipo.
Podía sentir sus latidos despavoridos tras sus orejas, ardiendo del miedo. Titubeó un poco cuando quiso caminar hacia allá.

Él está ahíEstará esperándote con una maldita pistola y va a dispararte por haberlo abandonado, entre los ojoscomo el vil cobarde que es.

Tomó la manija de la puerta, y la giró.

Dejó salir todo el aire de sus pulmones en un grito ahogado, al percatarse que sobre la cama estaba el muñeco.

—¡No... No puede ser! ¡Estabas e-en mi habitación! ¡Esto no puede estar pasando! —sollozó, desde el marco de la puerta.

Sin previo aviso, cayó al piso casi de cara de no haber metido las manos. Gimió de dolor, ya que sus rodillas sí se estamparon de lleno contra el suelo.
La puerta se azotó tras de ella.

—¿Qué? –susurró, y se dio cuenta que se encontraba encerrada, con el muñeco diabólico–. ¡No, no, no! –se abalanzó a la puerta, forcejeando con el pomo desde el suelo–. Ábrete por favor —dijo, entre lágrimas.

Estaba tan concentrada queriendo escapar de ahí, que no nota cómo las puertas del armario se iban abriendo lentamente, hasta que una de ellas hizo un rechinido agudo y aterrador.

Ella dirigió la mirada horrorizada. Y se imaginó lo peor, Hans, se puso de pie y pateaba la puerta, imitando las películas de policías.

De nada va a servir si es desde adentroeso sólo logra abrirlo si estás en el lado correctorazonó su cerebro.



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En el texto hay: hiccelsa, misterio dolor caos, ex pareja psicópata

Editado: 22.11.2023

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