El Niño I

15

¡¿Qué mierda ha pasado?!

—Y-yo te puse aquí, ¡a-aquí! —gritó Elsa, tartamudeando. Pues el muñeco ya no estaba en su habitación.

Se tiró al suelo y buscó bajo la cama, nada.

—¡E-es que esto no puede ser! —las lágrimas ya estaban esparcidas en su rostro.

Levantó las almohadas, en un pobre intento por saber dónde estaba. El edredón. La sábana. Hasta haber deshecho la cama.

—¡N-no lo entiendo! —sollozó, rascando sus mejillas aceleradamente.

—¿Elsa?

La sangre le heló completamente. Su llanto se detuvo y por poco también su respiración.

Esto no puede estar pasando.

Se giró rápidamente, y sin pensárselo dos veces, corrió a las escaleras.

No faltaba mucho para empezar a bajar los peldaños, pero la detuvo un pequeño detalle. Uno espeluznante y abrumador.

En la puerta, se hallaba Hipo, sentado y con muchas hojas blancas regadas en el piso.

—¡Ya basta! —gritó ella, retrocediendo con miedo.

La vista se le empezaba a nublar, puntos negros y rojos es lo que veía. Los latidos desbocados de su corazón golpeteaban tras su orejas mientras avanzaba por el pasillo, dirigiéndose a su habitación; el único lugar donde creía que podría refugiarse.

Sus inhalaciones eran rápidas y no parecía llenar sus pulmones completamente, el aire le faltaba y las lágrimas seguían corriendo por sus mejillas. Sentía que le oprimían el pecho y que le golpeaban las rodillas, flaqueando cada cuatro segundos.

Hacía tanto que no tenía un ataque como ese.

—Esto no es real, esto no es real —se repetía a sí misma, azotando la puerta y aplicándole pestillo.

—¿Elsa? ¡Sal de ahí, quiero jugar! —la misma voz aniñada de hace un rato, gritó.

—¡Déjame en paz! —reaccionó la rubia, alejándose de la puerta.

—Tienes que cumplir las reglas, Elsa. ¿Por qué no las cumples?

A estas alturas, la pobre niñera ya estaba a nada de desmayarse por el miedo.

¡No! Tienes que ser fuertebusca ayudallama a TadashiLe sugirió su cabeza.

Se abalanzó a la cama, buscó su bolsa y sacó todo lo que tenía adentro.

—¡Elsa! ¡Sal de ahí, ahora! —el timbre de voz se volvía más fuerte, más ronco, más enfurecido. La manija se movía bestialmente, inyectando pánico en el interior de la muchacha.

—Contesta, por favor —suplicó, hecha bolita en su cama con el pequeño teléfono cerca de su oído, ya marcándole a Tadashi.

—Lo sentimosPor el momento su llamada no puede ser procesada —respondió la grabadora de voz de la compañía telefónica.

—¡No, no, no! ¡Por favor no! —chilló, volviendo a intentar.

—¡¿Qué estás esperando?! —la madera de la puerta crujía gracias a los golpes, cada vez más rudos que el anterior, llegando hasta un punto en que Elsa creía que se derrumbaría.

Justo como en los viejos tiempos.

—¡Ya basta Hans, basta! —exclamó, tomó una lámpara de noche y la lanzó a la pared, estrellándose en cientos de pedazos.

Tomó una cobija, y se cubrió completamente, mientras lloraba con desconsuelo en su cama.

El ruido se aplacó, la manija se quedó quieta, y ya no parecía haber alguien tras el muro. Como si todo hubiera vuelto a la normalidad.
Cuando Elsa notó esto, se destapó el rostro y esperó a que hubiera algún movimiento que le incitara a salir de ahí.

Pasos resonaban en el piso de madera, que se detuvieron justo frente a su habitación.

—Lo siento Elsa –hablaron, dejando en el suelo algo metálico–. Seré un niño bueno. Sigue las reglas y lo seré siempre. Sal de ahí, mira lo que te traje —las pisadas volvieron, pero ésta vez alejándose de ahí, para ya no regresar.

Dejó salir varios jadeos, y bajó de la cama, para luego caminar hacia la puerta.

Su mano se quedó estática cuando llegó al picaporte, debatiéndose si abrirla o huir por la ventana.

Tienes que averiguar lo que está pasando.

Agarró aire y coraje.

Su sorpresa fue grande cuando encontró una bandeja de plata esperándola, con una taza de café y un plato con mini sándwiches de galleta y maní.
Se puso de rodillas, examinando aquel detalle. Tomó una de las galletas, la sumergió en el café, y se lo llevó a la boca. Masticándola con lentitud.

El rechinido de una puerta abriéndose llamó su atención, giró su cabeza y se dio cuenta que el sonido provenía del cuarto de Hipo.

Ya no tienes nada que perder.

Se incorporó rápidamente, y caminó a donde su instinto le decía.

El muñeco ya estaba en donde lo había puesto, sentado en dirección hacia la puerta. Con una hoja a su lado.

La rubia lo tomó y lo leyó:

1. Respetarlo.

2. Limpiarlo.

3. Vestirlo.



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En el texto hay: hiccelsa, misterio dolor caos, ex pareja psicópata

Editado: 22.11.2023

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