El Novio de mi Mejor Amiga

Capítulo 8.- La Alegría que busca Armonía (664)

Alaia

—¿Algo que le guste a un chico? —pregunté frente al espejo.

La verdad me sentía muy sorprendida de lo que Lucero había dicho el día después de su cumpleaños. Estaba tan dudosa de que hubiera sido real y no solo un sueño, que en los 10 días que habían pasado le había llamado para confirmarlo 6 veces. Hasta que un día me dijo que dejara de llamarla para eso pues podría hacerla cambiar de opinión si la seguía presionando, que ya bastante le estaba costando sin pensar en eso.

—Esto es inútil —dije dejando mis únicos dos vestidos simples sobre mi cama—. Aunque ella acepte que tenga una relación con él, no sirve si me será imposible enamorarlo.

No podía decir que no había considerado alternativas antes, pero había buscado ignorar una posibilidad con Alan, por lo cuál no había pensado en nada realmente factible.

—¿Cómo gustarle? —había planeado una pequeña cita con él, como una forma de empezar a acercarme a él. Ya éramos amigos, así que sabía que tipo de cosas disfrutaba, pero entre eso y saber como gustarle había cierta diferencia.

—¿Qué sucede hija? —me preguntó mi madre.

—Invité a Alan a una cita, pero no se que ponerme. —expliqué con voz tenue.

—¿Alan? ¿No era ese el nombre del novio de tu amiga Lucero? —me preguntó claramente desencajada— No estarás…

—No, claro que no madre, si es él pero…

—¿Pero qué?

—Él me gusta hace varios años má —ella obviamente no le hacía feliz esa elección de palabras, pero con la mirada le rogué que me escuchara—. El día después de su cumpleaños, Lucero, ella, ella nos reunió a Alan y a mi. Supongo que no pude esconder mis sentimientos lo suficiente —opté por aclarar, pues sentía que se lo tomaría mal si sabía todo de manera exacta—. Nos dijo que si ambos estábamos de acuerdo, permitiría que ambas fuéramos sus novias, siempre que yo pudiera enamorarlo. Hubo también dos condiciones.

» La primera condición la puso ella, era que seamos honesto con ella en con respecto a nuestros sentimientos y la segunda la puse yo, si él terminara con ella o fuera responsable de que ella rompiera con él, cualquier relación conmigo igual habría acabado.

Mi madre me observó cautelosa, yo estaba casi segura de que estaba decepcionada de mi por aceptar ser una especie de “comida de segundo plato”. Pero ella solo dijo, después de mucho pensarlo.

—¿Estás segura de que ella está bien con esto?

—La cansé preguntándole —fue mi respuesta y luego apuntó a uno de mis vestidos.

—Ese es el que te queda mejor. Tengo que irme. —indicó viendo la hora en su celular.

Obviamente no podía esperar que estuviera a favor, pero estaba feliz de que, aunque sea, no estuviera en mi contra.

“Si no estás a favor de algo, pero lo único que te pone en contra son tus perjuicios, deseos, aspiraciones o creencias personales, más no la verdadera evidencia, lo moralmente correcto es ser neutral” —recordé una frase que me había mencionado en más de una ocasión en mi niñez. No conocía al creador de aquella frase, pero consideraba que probablemente había sido inspirada en una frase de Bertrand Russell sobre el agnosticismo, la mi madre y yo nos considerábamos agnósticas teistas.

Tras vestirme fui a la sala, pues era esta la que daba a la puerta, un cuadro con una representación de Jesús en la cruz se encontraba ahí. Junté mis manos para dirigir algunas palabras.

“Jesús, si realmente puedes escuchar mis palabras, te pido que intercedas entre nosotros y el creador, y si alguien debe sufrir por esta decisión que Alan, Lucero y yo tomamos en conjunto, sea solo yo quién reciba ese sufrimiento.”—Me persigne y seguí mi camino hacia la puerta.

No estaba segura de como saldría esta primera cita, si salía mal era seguro que Alan no volvería a aceptar tener una cita conmigo, pero tenía fe en que valía la pena intentarlo.




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