Lucero
Ningún secreto dura para siempre. Eso es algo que intentamos ignorar siempre, pero es nuestra eterna realidad.
Observamos nuestros errores y cruzamos nuestros dedos para que no nos afecten. Pero toda decisión tiene consecuencias y la decisión que Alan, Alaia y yo tendría consecuencias más fuertes de las que hubiéramos esperado.
Todo empezó una tarde, después de haber vuelto de clases. Mis padres se veían extraños mientras almorzábamos, intenté ignorarlo pero los nervios se apoderaban poco a poco de mi.
—Hija debemos hablar —me dijo mi madre mientras yo hacía mis tareas en mi cuarto.
—¿Qué ocurre ma? —le pregunté sin entender que ocurría.
—Hija, creó que debes dejar a Alan y romper tu amistad con Alaia. —sus palabras eran directas y cortantes pero mi respuesta no se dejó esperar.
—No va a pasar madre —respondí decidida—. No tienes derecho ni razón para pedirme eso.
Mi expresión no alegró en lo más mínimo a mi madre, la cuál no dudó en mostrar su molestia con mi actitud.
—Ellos no son buenos para ti y tú…
—¿Qué no son buenos para mí? —pregunté— ¿Por qué crees eso?
—Hija, ellos dos están saliendo juntos…
—Bueno, son amigos, es normal que pasen tiempo junto —intenté atajar.
—…un parte de amigos no se besan a escondidas, y menos engañan a sus parejas —acabó, en la pantalla de su celular se veía a Alaia y Alan en un beso, aunque no uno puro, solo un beso entre las comisuras de sus labios.
Sabía que ya no había vuelta atrás ¿por qué intentar fingir que no lo sabía? No había ninguna manera en que pudiera esconder esto si mentía ahora después de todo. Liberé un suspiro sabiendo que esto no saldría bien.
—Eso no fue engañarme ma —por la imagen ya sabía que era de una cita que ellos habían tenido hace dos semanas, era evidente que mis padres no habían conseguido la foto de primera mano—. Yo estaba enterada de eso antes de que ocurriera —le expliqué, no mentía como una forma de evitar que los celos afectarán nuestra amistad, Alaia y yo nos avisábamos de todas las citas que teníamos con Alan.
—¿Qué? —se veía conmocionada…
El resto de la conversación no tardó nada en convertirse en una discusión, y ustedes ya saben las reglas en una discusión entre hijas y padres, no importa que las hijas tengamos la razón, las madres siempre ganan pues ellas determinan el ganador.