¿Qué es la cita perfecta? Es una pregunta a la que jamás le he encontrado una buena respuesta, yoda mi vida he visto tantas películas de romance que en parte me han creado cierta expectativas que fueron aplastadas por tanto patán desagradable que he conocido, aún así me sé de memoria los diálogos de Julia Roberts en Mujer Bonita, siempre me imagine tener un beso en la lluvia como Diarios de una pasión o una casa rosada con mi esposo en Como Sí Tuviera 30 o tal vez encontrar el chico de mis sueños para recrear aquella escena íconica de Rose y Jack en Titanic, está noche era para al fin vivir aquel romance mágico que me habían dicho esas películas, hoy tal vez sería la noche donde Aaron y yo haríamos oficial nuestro noviazgo, entre nosotros claro está porque ya toda la escuela creía que salíamos.
— Siento que voy a vomitar. — Dije nerviosa mientras caminaba de un lado a otro en bata.
— Se llama resaca. — La mire mal a Zoe que tenía decenas de vestidos en su brazo.
— Lo que sea pero creo que voy a vomitar. — Empecé a caminar desesperada por toda la habitación.
— Cállate y mejor pensemos en que usarás. — Zoe saco diferentes vestidos y los coloco en la cama.
— Rojo, no, ya lo usé. — Tome un vestido rojo largo y lo lance. — ¿Amarillo de noche? ¿Negro? — Tome el vestido corto negro y lo mire bien. —¡Es horrible! ¿Por qué compré esto? — En la cama habían vestidos pero ninguno me convencía.
— ¡Tengo un idea! ¡Vamos! — Zoe me arrastró afuera de la habitación.
Para llevarme a la habitación de mis padres, estaba un poco llena de polvo, la cama blanca me recordaba a las habitaciones de hoteles, lo único que resaltaba era un gran cuadro de la boda de ambos, todo el lugar parecía una foto de muestra de algún hotel de lujo.
— ¿Qué hacemos aquí? Si mi madre llega a venir en cualquier momento y me encuentro aquí me va matar. — Zoe ignoro completamente lo que dije y me llevo al armario de mi madre.
La ropa de ella era diferente a la mía, tenía este estilo sexy chic y toda su ropa era de color blanco, negro y uno que otro toque de rojos, Zoe se acercó a la sección de vestidos y tomo uno largo de satín color hueso que tenía una abertura en la pierna derecha, unos tacones abiertos negros, un cinturón negro y me lo ofreció.
— Ponte esto. — Me metió a la fuerza al gran baño de mis padres.
Era aterrador estar aquí, las joyas de mamá estaban en una caja junto con vários perfumes y cremas corporales, apenas estaba el cepillo de papá y sus colonias, me cambié y aquellos grandes espejos podían reflejar lo hermosa que me veía esa noche, tenía que admitir que era realmente sexy, como última detalle tome un pequeño collar de diamantes de mamá y me lo puse.
— ¿Qué tal? — Pregunté mientras salía del baño.
— Olvídate de Aaron y sal conmigo guapa, estás que ardes. — Me miro de arriba a abajo con sorpresa.
— ¿Crees que le guste a Aaron? Es la primera vez que vamos a salir en serio, ni siquiera sé dónde vamos a ir o que haremos. — No puedo negar que siento como si el corazón me fuera a explotar del miedo que tenía, Aaron siempre sabía cómo hacerme sentir indefensa.
— No te preocupes, todo va a salir bien, ese chico cree que eres la mujer mas hermosa con lo que sea que llevas puesto. — Zoe sonrió con dulzura y ahí sonó mi teléfono móvil.
Rápidamente corrimos ambas hacia mi habitación donde lo había dejado, en la pantalla aparecía el nombre de Aaron y no tarde no un segundo en contestar.
— ¿Hola? — Trate de sonar calmada.
— Rubia, estoy aquí ya. — Esto es enserio, no puede ser.
— Okay, salgo ya. — Zoe estaba pegada a mi para oír nuestra conversación.
— Vale, te espero. — Colgó el teléfono.
Me despedí de Zoe con gran rápidez y salí hecha un rato hacia afuera, al salir estaba él ahí, con un ramo de flores esperando afuera del auto, al verme todo sus rostro se iluminó y se acercó a mí.
— Cuando creo que no puedes ser más hermosa me demuestras lo contrario. — Me entrego el ramo de flores de varios colores y olores, era como estar en medio de un campo.
— Son hermosas, jamás me habían dado un ramo. — Contesté con sinceridad.
— Las flores solo resaltan aún más tu belleza, pobre imbéciles no sabían lo que se perdían. — Me ofreció su mano y caminamos hasta el auto donde abrió la puerta para mí.
Ya no podía imaginarme mis días dónde él no estaría para abrirme la puerta siempre, se había vuelto algo tan normal entre nosotros que no me imaginaba que algún día él dejara de tener estás atenciones conmigo.
— Muy bien, ¿Dónde vamos? — Pregunté curiosa y una risa traviesa escapó de su boca.
— ¿Qué tan bien sabes caminar en la arena con tacones? — Pregunto mirándome de reojo.
— ¿Cómo? — Cuestione sorprendida.
— No te dire más hasta que llegamos ahí.
El camino hacia aquel lugar misterioso de Aaron fue bastante ameno, reíamos y cantabamos canciones tontas que habíamos oído gracias a Tiktok, ambos nos sorprendimos de que nos sabíamos aquellas letras tan perfectamente.
— Llegamos, es aquí. — Dejamos el auto en un parqueo de alguna de las tantas playas de San Diego.
A diferencia de otros lugares, aquí era bastante solitario, apenas habían unas cuantas casas en el lugar pero apenas habían unos cuantos autos, creía que iríamos a cenar en algún restaurante o tal vez ver una película.
— No sé si podrás caminar con eso. — Aaron con gran destreza me tomo en sus brazos y me cargó como princesa.
— ¿Qué haces? — Dije entre risas y él empezó a caminar.
— No puedo dejar que te ensucies, así que te llevaré hasta el lugar. — Me llevaba en sus brazos, sentía como me abrazaba, su mano en mis muslos mientras me cargaba hacia que me sonrojara.
— Estas loco, Robbins. — Lo mire y él solo me hilo el ojo.
— Estamos aquí. — Con cuidado me dejó en la arena y pude notar la escena que se encontraba frente de mí.