El Océano En Tus Ojos.

XVIII (Maratón 1/3)

Esta es mi forma de agradecerles por sus lecturas y que sigan aquí a pesar de que mi falta de actualizaciones. ¡Llegamos a las 1000 lecturas!

Disfruten esto, no se olviden de dejar su estrellita y un comentario para saber si esto les está gustando

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En el tártaro, la oscuridad consumía a sus propios habitantes, desde titanes hasta, ahora, dioses. Zeus llegó al fondo en pocos segundos, en su ser ya no notaba aquel destello de vida y poder eterno que en su sangre había portado desde su nacimiento. Había neblina, espesa, podía sentirla palpando su piel con una suavidad espeluznante; trató de ampliar su vista, pero fue inútil, la luz parecía ser algo extinto allá abajo.

A los pocos minutos, el cuerpo se Hades cayó al fondo de la oscuridad al igual que Zeus, su hermano notó la misma ausencia de algo en él, y no, no eran los regalos de los cíclopes.

 

—¿También te ha traicionado? —preguntó Zeus en un tono altanero, Hades lo miró con odio puro y, sin pensarlo mucho, se le fue encima a los golpes— ¡Hades!

 

—¡Todo ésto es tu maldita culpa! —Zeus lo tomó por las muñecas y cambió de posición con su hermano— ¿¡Cómo pudiste expulsarla!?, ¿qué derecho tenías, qué derecho tienes sobre nosotros?

 

—¡Soy el dios de dioses, maldito desagradecido! —conforme las palabras salían de él, su furia aumentaba— He hecho tantas cosas por ustedes dos, me he arriesgado a tanto por ustedes, ¿y es así como me pagan?

 

—¿De qué estás hablando?

 

—¡Poseidón me pidió que la expulsara del Olimpo!

 

—Estás mintiendo.

 

—¿Porqué habría de hacerlo estando aquí?, ¿qué más puedo perder, Hades?

 

—No lo entiendo, no tiene sentido —poco a poco cedió en sus movimientos y resistencia, y Zeus lo soltó, ambos tomaron asiento en el suelo.

 

—Como pudiste escuchar en su templo, fue prometida a Ares en matrimonio, pero había algo en ella que me encantó; era dulce, amable, la más hermosa de todas las hijas de mis hermanos y no pude resistirme —suspiró profundo y continuó—. Decidí transformarme en mi hijo, acercarme a ella y... Bueno, no hace falta decir que no pasó lo que me esperaba.

 

—¿Realmente trataste de hacerlo?

 

—No... Cuando me acerqué a ella, fue tan dulce, tan sincera, que no sucedió nada, te lo juró por nuestra madre; pero empezó a hablarme como si fuera Ares y dijo algo que no pude dejar pasar y no mencionarlo a Poseidón.

 

—¿Y por eso te hizo expulsarla?

 

—No era cualquier cosa, Hades, ella... —tragó duro, recordando aquel día como si hubiera sido ayer— se había enamorado de un humano —Hades alzó una ceja con sorpresa pero dejó a su hermano seguir—. Poseidón pensó en que, si aquello avanzaba y su hija se encaprichaba con el muchacho, le quitaría su trono un mortal; Adara planeaba traerlo consigo al Olimpo, hacerlo inmortal, alimentarlo con ambrosía y casarse con él. Sobra decir que Poseidón vio aquello como un atrevimiento, una ofensa, y dijo que prefería que su hija muriera antes de permitirlo, y así fue, planeamos todo para dejarla fuera del Olimpo y que ninguno pudiera recordarla. Ni siquiera sus seguidores mortales, nadie sabría nada de Adara.

 

—¿Qué pasó con el muchacho? —Zeus no miró a su hermano, sin embargo, miró al frente, con los ojos llenos de culpa y Hades no pudo dejarlo pasar— No...

 

​​​[ × × × ] 

 

Había llegado al templo de Helios en un tiempo impresionante, pues sabía que al primer lugar donde podría recurrir la mayor de sus hijas sería nada más y nada menos que con su melliza. Pues con ella encontraría un apoyo incondicional.
 

Además, iría con sus hijos mayores, los que representarán un peligro mayor. Sin Teseo, Poseidón podía sentirse un poco más seguro, pues había pasado a la otra vida y con ello se había llevado su leyenda.
 

Rodos no representaba un gran peligro pero no podía dejarla serlo en su ausencia. Sabía que Adara no se quedaría con los brazos cruzados y pronto iría a por él, ha no ser que él se adelantará en sus planes y frenará los intentos de su hija.
 


 

—¡Papá! —Rodos se acercó a su padre y lo estrechó en un amoroso abrazo que pronto hizo sentir rabia a Poseidón— ¿Qué estás haciendo aquí? No te esperábamos, Helios ha salido por algunas horas pero puedo llamarle para que venga a mí y podamos darte una bienvenida como te la mereces —en su mirada color grisácea, casi transparente, se notaba la pura felicidad que realmente le causaba la presencia del dios. Pronto, éste se separó de la cordial bienvenida de parte de su hija y la miró con seriedad, tenía la barbilla bien alzada y pronto su tridente se iluminó, las chispas del rayo de Zeus brillaban con intensidad.
 


 

—¿Sabés? De todos mis hijos, tú eres la única que realmente me agrada, no hay hipocresía en tus palabras, mi dulce Rodos, pero no arriesgaré mi triunfo por algo tan vanal como el amor —apuntó a la diosa, antes de que pudiera cubrirse lo suficiente, quedó petrificada en su lugar como una escultura de hielo—. No es nada personal, Rodos, pero tú entiendes —bajó su tridente y se encaminó al próximo lugar en busca de sus hijos. El templo de Helios era cercano a una preciosa y pequeña playa, donde Poseidón pronto se acercó y dejó que el agua le cubriera hasta las rodillas; un ser de piel como porcelana, tenía el rostro de un ángel y la figura de una mujer, pero, en lugar de piernas, había una aleta de color esmeralda brillante, se acercó a Poseidón y éste acarició sus pálidas mejillas.
 


 

La sirena retiró las manos del dios de sus mejillas junto a su mojada y rubia cabellera que le estorbaba en el rostro. Miró con curiosidad detrás del dios y vio a su hija hecha casi piedra, sonrió con malicia y lo miró pidiendo una explicación.
 


 




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