El Ogro Ríos

Capitulo 3

Silencio y sufrimiento Hace días que ignoro a mi ex jefe y sus llamadas constantes. Según el chisme, no hay mujer que aguante sus gritos ni sus insinuaciones. Cada asistente que ha pasado por su oficina desde que me fui, terminó abriéndole las piernas... y luego él las echó.

Mis amigas dicen que está como un ogro y zombi; no sabe ni en qué día vive. Mi teléfono vuelve a sonar. Esta vez, el bichito de la curiosidad se apodera de mí.

—Hola —digo con un tono coqueto.

—Olivia —su voz sale melosa y calmada—. Hasta que me contestas una llamada.

—Lo lamento. ¿Con quién hablo? Cuando suspira, irritado, sé que logré mi cometido.

—Isaac Ríos. Muerdo mi labio para evitar la carcajada.

—¿Quién? - Un gruñido y un golpe se escuchan a través de la línea.

—El ogro. No puedo evitar reír. —¿Dónde estás?

—En mi nuevo trabajo —cruzo las piernas.

—¿Nuevo trabajo? —repite con amargura—. ¿Dónde conseguiste trabajo?

—Bueno, ogro, desde que me cerró las puertas de cada empresa en este país, solo me quedó una. ¿Se imagina cuál? —No quiero imaginar nada —gruñe.

Seguro ya se está masajeando la sien. —Bueno, usted así lo quiere. —Apoyo mi cabeza en el almohadón del sofá—. Omar Ortiz.

—¿¡Qué!? - Ese grito que tanto conozco y me encanta se escucha a través de la línea. Cortó la llamada.

—Sin duda, mi día ha mejorado —digo, mirando hacia el techo.




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