La idea más inteligente que se me había ocurrido era trepar a un gran árbol.
El viento se llevaría el olor a otra parte del bosque, y no nos encontraría tan fácilmente porque los licántropos no es que suelan trepar a los árboles. Ciertamente, ignoraba si sabían o no hacerlo. Pero ante la duda, mejor en la copa de un árbol que en el suelo.
O eso pensé en aquel momento.
Por suerte a Amy se le da bien trepar, y pronto estuvimos en una de las ramas más altas desde donde, prácticamente, podíamos ver las copas de los árboles, y entre las hojas y ramas del bosque inmediato, algo de cielo, y también la luna. La única luz que nos salvaba de la oscuridad total, bañando el entorno en una pacífica eternidad que nada habría hecho presagiar del peligro que se cernía sobre aquel lugar.
Ella quiso decir algo, pero antes de que pudiese articular palabra le tapé la boca.
Negué con la cabeza, y señalé el suelo.
Me entendió rápidamente.
Acababa de escuchar un ruido entre unos arbustos cercanos.
Mirábamos expectantes, con el corazón en un puño, aterrorizados.
Finalmente, un lobo corriente apareció tras ellos.
Respiramos aliviados.
― ¿Qué ibas a decir? ―susurré, tomando aire. Prácticamente me había olvidado de respirar pese a faltarme todavía el aliento por la, más que asombrosa, carrera que nos habíamos marcado.
― ¿Crees que estamos a salvo aquí? ―preguntó con un hilo de voz, e, igual que yo, casi sin aire en los pulmones.
―Eso espero ―admití.
― ¿Con lo listo y lo rápido que es, seguro que no sabe trepar?
―Primero tendría que encontrarnos. Y luego tendría que trepar, que creo que no saben.
― ¿Cómo que "Crees"? ―preguntó sorprendida, y mirándome visiblemente asustada― ¿No era un lugar seguro?
―En principio sí.
― Fantástico, en principio ―dijo mordiéndose el labio con nerviosismo― ¿Y cómo trepe qué, Elías? ―exclamó.
―Baja la voz ―Le rogué de nuevo en un susurró.
―Perdón ―dijo tratando de tranquilizarse―. Pero, por lo que más quieras, dime que tienes un plan B, que no implique tirarnos desde esta altura... porque si lo que dicen de los cazadores es cierto, tú te romperás algo, pero yo me mataré. Si no nos ha matado antes él, claro.
La verdad es que no había plan B.
―Se me ocurrirá algo ―dije con honestidad. No iba a inventarme cosas que no sabía―, lo prometo.
Pero en ese preciso momento, en que los dos mirábamos como idos los ligeros movimientos del pequeño lobo que habíamos visto aparecer en la oscuridad del forraje, algo enorme y más que terrorífico se lanzó con sus fauces abiertas directamente hacia el pequeño animal, y con una simple sacudida se escuchó como partía su cuello.
Después desgarró su piel, arrancó su pequeño corazón, y sin el menor escrúpulo lo devoró.
Amy tenía ganas de gritar. Le tapé la boca con las manos, una vez más.
"Ni respires" susurré tratando de mantener la calma, y mirándola fijamente a los ojos, a modo de advertencia.
Pero precisamente, y gracias a esto, yo la cagué bien cagada.
En el mero movimiento que había hecho para tapar su boca, acababa de partir una rama del árbol, que cayó al suelo como si fuera plomo.
Definitivamente. Acababa de armarla parda.
Amy me miró con cara de "Ya está, estamos muertos".
Todo lo que pude hacer fue corresponder a su cara.
Ahora, alguno de vosotros ya estará adelantando acontecimientos; "Ahora seguro que el bicho asqueroso ese sube al árbol, rapta a la chica y la convierte. Y ya tenemos una historia tipo crepúsculo, pero al revés. Chico cazador, chica loba buenorra y algo descontrolada, chico intenta ayudarla a controlar sus poderes, y demás" ---como veis me intereso por vuestra incultura literaria---.
Pues mal en adelantar acontecimientos.
Lo único que pasó fue, que yo debí haber estudiado más el capítulo de los hombres lobo del libro "Manual de bestias potencialmente peligrosas, ocasionalmente encontradas, en la naturaleza." Más que nada porque ignoraba que los licántropos supiesen trepar.
Recuerdo que en el instante en que la rama dio en el suelo, sus ojos rojos de pupilas rasgadas se volvieron de inmediato en nuestra dirección, es decir, muy hacia arriba.