El oráculo Dremlevolt.

C U A T R O

Soñé que estaba en un lugar frío, oscuro y neblinoso, donde no había nada más que una luz muy brillante. Un hermoso fuego turquesa reposaba en las manos de una figura encapuchada que reía victoriosa. «Tú sigues. En nuestro mundo catástrofes hay, pero estoy segura de que muchas vidas salvarás. Bienvenida a nuestro mundo, soñadora».

Diciembre 5, lunes.

Desperté de un salto; estaba sudando, miré el reloj y me di cuenta de que era de madrugada. No pude dormir más, las palabras de la figura, ya familiar, se repetían. No podía quitarme de la cabeza aquel fuego.

El silencio fue roto por un trueno, entonces, sin pensarlo, agarré mi dije, el mismo que me acompañaba desde que nací y que me hacía sentirme protegida. Se trataba de un pequeño búho de plata con ojos turquesa.

En ese instante, un rayo de luz turquesa iluminó mi jardín, llenándome de temor y gran confusión. Lentamente y temblando, me acerqué a la ventana, estaba aterrorizada pero intentaba ser valiente. Me asomé al jardín y pude ver aquella figura con el fuego en sus manos.

Es real, no tengo dudas, me dije a mí misma para darme valor.

Quedé petrificada cual estatua; intenté gritar y no pude hacerlo, la voz se sofocaba en mi garganta. Súbitamente, un resplandor azulado comenzó a emerger vertiginosamente hasta que fue tan grande su destello que me empujó al gélido suelo, y quedé semiinconsciente, sin embargo, alcanzaba a percibir una voz que repetía: «Soñadora…».

―Emily, cariño ¿qué pretendes ahí acostada?

Abrí lentamente los ojos, percatándome de que ya era de mañana. Pudo haber sido un mal sueño, mas mi cuerpo adolorido y mis ojos irritados me hicieron descartar esa posibilidad.

―Nada, Abu. Solo estaba muy incómoda en mi cama y decidí dormir en el suelo ―murmuré con ironía. Ni yo lo hubiera creído, era pésima mintiendo.

―Claro, y cambiaste el colchón de plumas por el frío y duro mármol, y ni siquiera pusiste una almohada o una manta… ¡Estamos en invierno!

Excelente argumento, ¿podía debatirlo? Mejor, solo cambiaba la excusa.

―Uh, sí. La verdad es que me quedé hasta tarde hablando con Lee por teléfono y me he quedado dormida.

Era claro que mi abuela no se había creído ni un poco de la historia, pero prefirió ignorar lo ocurrido y cambiar de tema.

―Seguro… Hoy es tu cumpleaños dieciséis, ¡felicidades, mujercita! ―dijo y me abrazó jubilosa―. Lee te espera abajo, está muy guapo hoy. ―Enfatizó sus palabras con un leve tono de jocosidad.

Hice un gesto de desaprobación por lo ocurrido la noche anterior, mas una oleada de tranquilidad me llenó al saber que Lee aún pensaba determinarme.

―Cariño, sé que no disfrutas tu cumpleaños después de lo ocurrido con tus padres, pero si ellos estuvieran aquí desearían que fueras feliz ―prosiguió mi abuela malinterpretando mi gesto.

Cerré los ojos y permití que los recuerdos inundaran mi mente, llenándome de nostalgia. Dejé escapar una lágrima, y, acto seguido, me refregué los ojos para asegurarme de parar el flujo.

Efectivamente, el día de mi sexto cumpleaños mis padres salieron de casa a comprar algunas cosas para mi fiesta, pero no regresaron. Dos días después, encontraron sus cuerpos sin vida en un bosque, y, misteriosamente no se hallaron rastros para determinar su causa de muerte.

―Abu… ¿tú sabes cuál fue la causa de la muerte de mis padres? Es decir, si sabes, creo que tengo derecho a enterarme.

Ya estaba cansada de no saber la verdad, eso me destruyó en ese entonces, pues solo quería que me explicasen por qué mis padres no estaban junto a mí. A medida que crecí, maduré y acepté su ausencia, me empezó a carcomer la posible razón de su partida.

―No… Todo es un gran enigma; por favor trata de no pensar eso hoy. Voy a salir a comprar algo, y de paso le diré a Lee que suba ―dijo mi abuela y se marchó dejándome con la impresión de que solo había ignorado mi pregunta. Un minuto después Lee entró a mi habitación. Me sentí muy feliz verlo.

―Hola… feliz cumpleaños. Mira, vine a pedirte disculpas por lo de anoche, en serio me siento mal. Nada va a cambiar entre nosotros por eso. Solo espero que entiendas que fue una gran sorpresa. Nunca debí cuestionarte cuando creías que algo fuera de lo común te estaba ocurriendo, porque estás cuerda hasta donde sé y debí confiar en ti, como tu amigo…

Se le veía realmente arrepentido.

―De acuerdo, te entiendo. Gracias por seguir aquí a pesar de eso…

Sin duda alguna, el hecho más significativo de mi semana había sido esa disculpa.

Lee se había convertido en lo más preciado para mí y una de las cosas que más me afectaban era imaginar que se fuera de mi vida por mi culpa.

―Te tengo un regalo… no es la gran cosa… ábrelo. ―Me entregó una pequeña caja, la abrí y me encontré un brazalete de Spiderman. Suspiré, esbozando una sonrisa atontada y mirándolo con ternura. Lee levantó la mano, mostrándome uno igual.

Sin titubear, me lancé en sus brazos y él correspondió al gesto a la vez que reía dulcemente. Indudablemente, ese abrazo le donaría gasolina a mi motor interior. Una ráfaga de energía nos envolvió, llenando de paz mi corazón.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.