El oráculo Dremlevolt.

Q U I N C E

―Eso ha estado increíble. Especialmente, me refiero a la parte final, una especie de simulacro nunca falla. ¿Sabes? Fue interesante conocer nuestros animales y todo eso, pero en estas circunstancias me parece un relleno innecesario ―confesé.

―Sí, tienes razón, obvio, no los usaremos, a duras penas los conocemos, cualquier cosa podría fallar.

Asentí y me encaminé a la casa.

―Em, espera un segundo, ¿podemos hablar? ―dijo Lee con cautela y cierta timidez.

―Sí, ¿qué pasa? ―pregunté intrigada, girando sobre mis talones.

―Adivinaste mis movimientos... Sonará descabellado, pero... ¿acaso leíste mi mente?

Lo había considerado, pero al final concluí que solo supuse lo que haría.

―Creo que sí, pero pensaba que eso era imposible.

―Bueno, al parecer no lo es. ¿Por qué el carbono da tantos compuestos distintos?

Fruncí el ceño en busca de una explicación a ese comentario que no encajaba en la conversación.

―No lo sé, Lee. Tú eres el que sabe de química. ¿Por qué lo preguntas?

No entendía la situación.

―Para comprobar la teoría. En realidad, nunca lo dije en voz alta, hablamos a través de nuestras mentes. Me fijé bien y tampoco moviste los labios al responder.

―Ah... okey, ¡eso no es normal! ¡Oply! ―grité de repente. Gracias al cielo, ella se acercó enseguida. Las teorías alocadas de Lee me aterraban

―¿Qué pasa? ¿Cómo va el entrenamiento?

Lee y yo intercambiamos miradas en busca de una respuesta coherente.

―Bien, solo que creemos que podemos hablar entre nosotros desde nuestras mentes.

Oply quedó perpleja.

―Interesante... ―murmuró y se quedó pensativa, mirándonos fijamente―. Voy a preguntar algo, deben responder al tiempo lo mismo e igual.

Asentimos.

»Muy bien, ¿qué fue lo primero que te dije a solas cuando llegaste aquí, Lee?

―Nunca dejes de apoyar a Emily ―respondimos al unísono.

Volteé a mirar a Lee, anonadada. ¿Es esto cierto? ¿Nosotros...?

¡Ay! No sabía cómo tomar eso... ¿Es bueno? ¿Malo?

―¡No lo puedo creer! Tienen dotes telepáticas, lo cual significa que la conexión entre ustedes se hizo tan fuerte que también conectó sus mentes. Es algo simplemente genial, pero deben saber controlarlo y usarlo de la mejor manera posible.

―Es asombro...

Lee fue interrumpido por un terrible estruendo proveniente del suelo; instantes después, todo comenzó a sacudirse con violencia...

¡Un terremoto!

El suelo a nuestro alrededor comenzó a resquebrajarse rápidamente haciendo que gran parte de los presentes cayera. Las grietas se hacían cada vez más grandes y de ellas emergían oleadas de intenso calor.

Lee y yo nos asomamos por una grieta para ver de qué se trataba, e inesperadamente brotó una especie de lava que quemó la pierna de Lee, cuyo desgarrador grito se mezcló con los rugidos de la tierra.

―¡Lee! ―Todo dentro de mí comenzó a girar y empecé a sentir náuseas. Lee cayó al suelo, y yo, en medio de mi desesperación, no podía pensar bien.

La solución más rápida que se me ocurrió fue usar mi agua sanadora. Apenas lo pensé, me dispuse a actuar y vertí un poco de agua en la herida. Instantes después vi que su rostro se relajaba, luego, se incorporó y sonrió agradecido, tocando con delicadeza su pierna.

A nuestro alrededor, el panorama era simplemente pavoroso. Seguía temblando, aunque en menor magnitud. El campo de entrenamiento estaba destrozado, lleno de grietas enormes de las cuales fluía constantemente lava.

Me dispuse a arrojar agua lo más rápido posible en el interior de cada una de ellas para apagarlo todo, pero no funcionó. Era demasiado fuerte. No creí que fuera lava normal, de seguro era hechicería de Hades. Stroldenmare está aquí, concluí.

Segundos después de decirlo, en lo alto del campo de entrenamiento se originó un destello de luz verde que, al desaparecer, me permitió ver con claridad la figura de Stroldenmare.

―¡Me parece que ustedes no han entendido lo que implica meterse conmigo! No he acabado con ustedes. Pero bueno, ahora no tienen cómo entrenar, así que consideraré esto como el primer paso hacia mi victoria ―tronó, e hinchó el pecho con petulancia.

―Jamás te dejaremos ganar ―sentencié.

―Creo que ya lo estoy haciendo. Por cierto, su amigo Seb les manda saludos ―dijo con gesto burlón y desapareció dejando en mí unas ganas irremediables de acabar con él, aunque, así no lo quisiera aceptar, también me moría del susto.

¿Cómo estaría Seb? A lo mejor ya ni siquiera respiraba y todos nosotros seguíamos con la esperanza de volverlo a ver. Me abstraje unos segundos en esos pensamientos y me olvidé de la realidad presente. Aún había lava y grietas por doquier, lo cual significaba que todos debíamos salir de ahí pronto.

Vi cómo, desesperadamente, todos trataban de teletransportarse fuera del campo de entrenamiento, que seguía cayendo a pedazos, pero no podían; era lógico, la hechicería de Hades lo impedía.

Todo parecía ocurrir en cámara lenta. Shawn corrió angustiado, esquivando los peligros hasta que llegó a mi lado. Luego, agarró a Lee del brazo e hizo lo mismo con Oply.

Cuando Shawn trató de acercar a Jay, se abrió un pozo de lava que se lo tragó, y aunque tratamos de salvarlo por todos los medios, no fue posible. Arrojé un chorro potente de agua en la lava, pero eso solo la hizo más fuerte.

Oply profirió un desgarrador alarido mientras se halaba el cabello con brusquedad y miraba horrorizada el pozo. Luego, comenzó a dar vueltas sobre sí misma, desesperada, llamando a su novio entre lastimeros sollozos.

Al no obtener repuesta, intentó lanzarse dentro de la grieta, tratando de salvarlo. Shawn la detuvo, temblando hasta la médula, con los ojos a punto de estallar en lágrimas.

Quedé petrificada, gélida, ¡qué escena tan insoportable! Oply cayó desconsolada al suelo. Lee la levantó, atónito, tratando de ayudar. Todos debíamos permanecer unidos, en una situación como esa no había de otra. Shawn miraba al techo, pude ver lágrimas derramándose de sus ojos.




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