El oscuro secreto tras las cartas

CAPITULO 15

Abrí la puerta de casa y me encontré con mi madre frente a mi parada con los brazos cruzados. Parecía estar enojada y su expresión me lo confirmó.

- ¿Por qué tardaste tanto? -preguntó sería.

Cerré la puerta y me paré firme frente a ella. No le temía. No tenía autoridad en mí, pero era bueno hacerla creer que sí, de esa manera yo tendría el mando, sería más fácil manipularla.

-Te dije que fui a tomar aire-me limité a responder.

Tenía que usar la psicopatía a mi favor, pensaba seguir fingiendo que todo seguía de maravilla. Que seguía siendo esa correcta chica, de la que la mayoría del pueblo hablaba, para todos yo seguía siendo una Robinson.

-Regina, mataste a Louis ¿Cierto? -preguntó mi madre mientras su labio inferior temblaba.

Apreté los dientes y respondí-Sí. Lo maté y al final lo merecía.

-No puedes estar matando a todo el pueblo, debes seguir tomando tus pastillas. Regina esto es en serio, soy tu madre y por lo mismo te prohíbo que salgas sin mi permiso y sobre todo sin mí-alegó con cierta autoridad.

Cerré los ojos lentamente e intenté idear algo. No quería, ni podía matarla, todo el mundo se extrañaría y sospecharían de mi padre o de mí, en una investigación los primeros en que sospechan son la familia. Además, Estela Robinson me serviría en un futuro.

- ¿Qué tal si ya no puedo controlarlo? ¿Si esas ganas de matar prevalecen y crecen? No creo poder seguir con mi vida ordinaria. No creo poder volver a ser la misma, soy un monstruo, ahora soy esto y no hay nada más-hablé con la mirada perdida.

-Volverás a ser la misma, nadie sabrá lo que hiciste. Ahora comenzaron a buscar a Louis. Nada pasó Regina, tú eres y serás la misma, además deberás seguir con tu tratamiento-comentó mi madre acercándose a mí.

Me tenía en sus manos, no podía matarla, por lo menos no en ese momento. Estaba entre la espada y la pared.

-De acuerdo, seguiré tomando las pastillas, pero tengo una sola condición-comenté clavando sus ojos en los míos.

No la intimidaba, podría asegurar que, Estela Robinson, mi madre estaba más que segura de lo que haría, que no le importaría nada con tal de hacer lo que ella quería, al final dicen que todos estamos cortados con la misma tijera.

- ¿Cuál es?

-Que me dejes salir, está bien si no quieres que vaya sola, pero quiero por lo menos salir con Vania-establecí firme.

Jamás mostraría debilidad ante Estela, debía hacerla creer que ella y mi padre tenían el control. Que ellos me manejaban a su antojo, pero siempre sería al revés, yo los tendría comiendo de la palma de mi mano, no pensaba tocarme el corazón por esas dos personas que me criaron, mucho menos si se interponían en mi camino.

-Está bien, confió mucho en los Miller, por cierto, Vania vino hace rato a casa, pero no estabas. Siento que esta demás decirte que nadie puede saber lo de tu trastorno de personalidad-comentó dándome la espalda y concentrarse en picar un tomate.

El sonido de la hoja del cuchillo pegando repetidas veces contra la tabla de madera retumbaba por toda la cocina.

- ¿Puedo ir con ella? -pregunté fingiendo timidez.

-Sí, pero antes tómate una de esas-mandó mientras apuntaba con la punta del cuchillo un frasco de pastillas que yacía en la isla de la cocina.

Asentí, tomé el frasco de pastillas y me coloqué una en la lengua, rápidamente la pasé por debajo de la misma y fingí tragármela, mi madre sabía qué hacía mucho había necesitado de agua para tragarla.

Sin decir nada más salí de la casa metiendo las manos en los bolsillos de mi gabardina negra. Cuando perdí de vista mi casa escupí la pastilla.
Caminé un par de minutos por el pueblo hasta llegar a la casa de los Miller. Me encaminé por la entrada contorneada por luces, toqué la puerta y me recibió la madre de Vania.

-Hola Regina, ella está en su habitación-saludó mientras hacía un ademán para indicarme entrar a la casa.

A mi derecha había un gran cuadro en donde todos los Miller estaban pintados. Esa sí era una familia ejemplar y sobre todo sin mentiras.

Pasé la gran sala con sillones marrones y un candelabro vintage de velas. Me adentré por un pasillo oscuro y abrí la puerta con la que topaba.

Ahí estaba Vania acostada en su cama con el celular en las manos, al verme entrar se sorprendió y lo dejó en la mesita de noche.

- ¿Por qué no has llamado? Me preocupas Regina-preguntó levemente enojada mientras se levantaba de la cama.

Me encontraba debatiéndome entre contarle o no, ella corría un gran riesgo al estar conmigo, si no se lo decía y me alejaba, se extrañaría.

-Basta decir que soy un monstruo. Soy una horrible persona-confesé soltando un gran suspiro.

-Mataste a Louis ¿Cierto? -preguntó acercándose a mí y tomándome por los hombros.

Fruncí el ceño y quité sus manos de mí.

- ¿Quién te dijo eso?

-Regina por Dios, siempre lo he sabido, mucho antes que tú. Cómo tiras con arco, tus ganas de acabar con Louis y sobre todo con Lucy, vi como matabas a un cuervo, supongo que no lo recuerdas porque las lagunas mentales aparecen poco a poco-admitió.

- ¿Por qué no me lo dijiste? -pregunté confundida.

-Porque solo llegabas a matar animales, no a personas. No quería que llegaras más allá, no podías cruzar esa línea delgada entre decidir quién muere y quien vive. Prefería cargar con el secreto yo, creía que no podrías soportarlo o que detonarías por completo-explicó frente a mí.

-Pues ya lo hice y necesito tu ayuda. Tendrás que mentir por mí, decirle a mi madre que estoy contigo-supliqué mientras me sentaba en su cama.

Le confesé absolutamente todo, desde que el hecho de que era adoptada hasta la existencia de los Moritz. Aceptó ayudarme, obviamente de mala gana, pero al final logré convencerla, me ayudaría a escaparme de mis padres, claro que no estuvo nada de acuerdo e intentó convencerme de no hacerlo, pero hice caso omiso a sus palabras.



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En el texto hay: asesinato, psicopata, psicopatia y secretos

Editado: 28.07.2021

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