El oscuro secreto tras las cartas

CAPITULO 21

REGINA MORITZ

Mis ojos pesaban, mi respiración era lenta, tenía la frente empapada en sudor y mis manos estaban atadas detrás de mi espalda.

La silla en donde me encontraba no era nada cómoda, la iluminación molestaba al ser demasiado fuerte y blanca.
Me encontraba en un dormitorio, había una cama con un dosel, mesitas de noche y lo que me dejó con la boca abierta fue un cuadro gigantesco en una de las grandes paredes. Yo estaba retratada en el cuadro, llevaba mi gabardina, estaba apuntando con el arco de la serpiente y mi expresión era de concentración.

Eso lo había tramado Samael, lo que no llegaba a entender era ¿Por qué yo?
Las paredes blancas del cuarto saturaban mi vista, tenía la boca seca y el cuerpo rendido.
Mi vista se cruzó con algo brillante que yacía en una de las mesitas de noche, era una navaja, algo perfecto para romper las cuerdas con las que me encontraba amarrada.
Me levanté de la silla, me mareé y la vista se me nubló por algunos segundos. Me acerqué a la mesita de noche de espaldas y cuidadosamente me agaché poco a poco hasta tocar el mueble con mis manos. Al hacerlo comencé a buscar con mis manos la pequeña navaja.

Al lograr tomarla sentí un gran alivio, me las ingenié para cortar las cuerdas y al hacerlo comencé a revisar todo en la habitación.
En los cajones de las mesitas de noche había ropa de mujer, en un tocador también había productos como perfumes, cremas, etcétera y al parecer todas nuevas porque algunas estaban selladas o llenas.
Aferrándome a la navaja salí del cuarto, había un pasillo ancho y corto delante de mí. Al salir un par de fotos en un estante pegado a la pared se robó mi atención.
Me acerqué al mueble, había unas plantas artificiales y fotos, en ellas salía Samael con animales muertos, como si los hubiera cazado porque también mostraba un rifle 30-06, los conocía a la perfección ya que había uno en el cuarto de armas de los Moritz.
Seguí mi camino por el pasillo y al salir se extendía una sala, el lugar era elegante y sobre todo lujoso. Había una chimenea frente a un sillón gris oscuro, un candelabro de velas colgando por encima y había un cuadro más pequeño que el mío. Lo que me sorprendió aún más es que en el aparecía mi madre, lo más curioso es que tenía un hueco pequeño, como del tamaño de una bala, en la cabeza.
Samael era todo un misterio, que no estaba dispuesta a resolver, por fin había encontrado a un enemigo digno, pero él era mucho peor de lo que imaginaba.

Sin esperar más corrí hacia la puerta grande que parecía ser la entrada, al tomar la manija e intentar abrirla estaba cerrada con llave.

De pronto una voz ronca interrumpió el silencio- ¿Creías que te sería tan fácil salir?

Era él entrando desde otro cuarto.

- ¿Qué quieres de mí? ¿A qué estás jugando? -cuestioné agotada.

-Bella, bella-habló en italiano-. Hay mucho más detrás de mi interés por ti. Todo empezó por una sed de venganza. Mi padre se había interesado demasiado en tu dichosa madre, solo que ella jugó con él y un día, en mi propia casa, daba la medianoche cuando ese monstruo entró por una ventana y asesinó a mi padre frente a mí. Astrid sabía que yo estaba ahí por eso primero lo torturó. Para ella todo era un juego, pero no sabía que al hacer eso estaría forjando a una persona que en un futuro querría venganza.

Oh... Por... Dios...

- ¿Y qué tengo que ver yo con todo eso? -pregunté escrutando el rostro del chico.

Siempre se le veía serio, sus ojos grisáceos parecían matar con solo mirarte y las facciones en su rostro eran demasiado marcadas.

-Prometí vengar la muerte de mi padre y lo logré. Una mañana hace exactamente dos años Astrid Moritz, tú madre, iba de camino a buscar a la hija que había abandonado, pero no contaba con que yo sabría de tu existencia. Así que a tan solo unos metros de tocar la puerta de tu casa la asesiné. Se sintió liberador poder darle justicia a mi padre, ahí me di cuenta un monstruo no nace, se hace-explicó con gran fascinación.

-Ya la mataste, pudiste vengar a tu padre, pero aun no entiendo por qué yo estoy aquí-expresé desconcertada.

-Después de matar a tu madre necesitaba algo más, su muerte no fue suficiente, realmente no me sentí del todo satisfecho, por lo que pensaba acabar contigo, pero no pude-confesó con los ojos sobre mí.

De verdad creí escuchar mal. Creí que era tal vez una broma, porque el todo poderoso Samael no pudo matarme, alguien sin corazón capaz de matar a todo ser vivo solo por diversión, todo era aún más confuso.

PASADO

SAMAEL FIORE

Ahí estaba esa chica, a unos metros de mí tirando con arco, había algo más en ella que llamaba mi atención además de la perfección de sus tiros, sus ojos, eran cada uno de distinto color.

Desde ese momento supe que sería algo más que solo una chica ordinaria, en realidad era una Moritz.
Me serviría en un futuro, no pensaba matarla o al menos no en ese momento, esa chica prometía ser el ser más oscuro del planeta. Era alguien digna para mí, porque las personas podridas no podemos estar con nadie más, a menos que los queramos echar a perder.

Grabando bien en mi mente sus rasgos me dirigí a la cabaña que había mandado a construir cerca del pueblo.

- ¿Ya mato a la chica? -preguntó Jacob, mi mano derecha.

-No. Entre monstruos nos reconocemos y ella está rodeada de oscuridad, sus padres no saben lo que están forjando, fue un completo error ocultarle todo porque cuando lo descubra la bomba detonara-respondí poniéndome cómodo en el sofá.

-Sabes que si la matas no sería un problema-informó Jacob con obviedad.

-No lo entiendes, ella es peor que la perra de Astrid, teniéndola a mi lado todo sería posible, incluso me atrevo a decir que es como Odette Moritz, pero mucho peor, hay algo en ella completamente inexplicable-comenté con fascinación.



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En el texto hay: asesinato, psicopata, psicopatia y secretos

Editado: 28.07.2021

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