El oso

Capítulo 10

  • ¿Qué hacés despierta y con el celular? Bajale un poco el brillo a la pantalla, está re fuerte – le recriminó, un poco molesto, Copitelli a Mariel.
  • Le mandé unos mensajes a Bernárdez, por el almuerzo del domingo en la casa de él.
  • ¡A esta hora! A mí me parece que te gusta un poco... - comentó Copitelli tranquilamente mientras se acomodaba en la cama y se encendía un cigarrillo.
  • ¡Claro que me gusta! Me encanta... como amigo. Es una buena persona. Es el tipo de gente que quiero cerca de mío. ¿Está mal?
  • Obvio que no está mal, pero no te hagas la tonta conmigo.
  • No me hago la tonta, es la verdad. Somos amigos.
  • ¿Sabés que el tipo está muerto por vos? Claro que lo sabés. Y con esas actitudes le estás  dando esperanzas. El tipo ve que le mandás un mensaje y sus posibilidades de estar con él aumentan. No digo que sea así, digo lo que él debe pensar.
  • Nada que ver. Ese sos vos... no él...
  • Lo estás histeriqueando y, encima, Bernárdez es muy ingenuo.
  • Yo no creo que se haga ilusiones.
  • Sí, te digo que sí y no tengo dudas. Los hombres somos así de boludos cuando una mina nos mueve el piso, y vos a Bernárdez le provocas un terremoto, un maremoto un tsunami. Sos una bomba atómica para él. Y el tipo es un perdedor.
  • ¡No hables así de Isidoro! Por ser un buen tipo y es un boludo y un perdedor... nada que ver...
  • Ay... ¡Cómo le defendés a Isi! Ves que te gusta
  • Ufff... ¡Nada que ver!
  • No parece. Yo creo que deberías tener otra actitud. Tenés que hacer todo lo contrario a lo que hacés. O no darle nada de bola parea desilusionarlo o darle mucha bola, seguirlo, acosarlo, como para que el tipo se espante y se olvide de vos. El deseo se acaba cuando lo que deseas lo tenés al alcance de la mano, cuando el objeto de deseo deja de ser algo inalcanzable. Haceme caso.
  • ¿Qué pavada decís, Hernán?
  • Lo que escuchaste, no te hagas la boba.
  • Tenés que hacer eso, porque si no el flaco va a estar como un perrito faldero atrás de vos  hasta el fin de los tiempos, a no ser que eso es lo que vos querés...
  • Me estás hartando, Copitelli.
  • Con el papel que estás haciendo ahora le hacés peor. De esa manera lo vas a tener al tipo comiendo de tu mano siempre. Peor que eso no hay nada, darle una esperanza que no es real.
  • Yo no le hago eso apropósito, yo quiero ser su amiga de verdad. No es ningún papel.
  • Pero él quiere otra cosa. ¿No te das cuenta que ese tipo daría la vida por vos?
  • ¡Eso es muy romántico!
  • No. Eso es una boludez. Las novelas románticas no existen, son una exageración. No podés creer que haya tipos así y que sean normales. Bernárdez no es normal.
  • Y vos... ¿Darías tu vida por mí?
  • Sí, pero es diferente.
  • ¿Cuál es la diferencia?
  • La diferencia es que él daría la vida de verdad por vos.

 

Mariel se quedó pensado en las palabras que le había dicho con toda crudeza Copitelli. Pensaba que algunas cosas que decía tenía razón, pero no coincidía en otras. No creía que Bernárdez fuera un boludo, un ingenuo por ser un romántico. A ella también le gustaba esa parte de Isidoro. Mientras intentaba dormir, escuchaba el ronquido de Copitelli que ya se había quedado dormido. Sabía que no tenía ningún  tipo de futuro con un tipo así, pero lo miraba y veía a un adonis, a un tipo tan lindo que creía que nunca había estado con un tipo así en toda su vida. Pero también sabía que eso no era todo, que eso no era lo realmente importante de una persona. Había cosas de Copitelli que no le cerraba, sobre todo su frialdad para explicar ciertas cosas. Le había dolido que le dijera que Isidoro no era normal o que era un boludo y que era un perdedor. Y de repente se dio cuenta que estaba molesta cuando lo atacaban a Bernárdez, era una molestia que no podía explicare. Sentía como que la atacaban a ella, era raro. No se conocían hacía mucho tiempo y eran solo amigos, o mejor dicho, buenos compañeros de trabajo, eran solo un proyecto de una amistad, que ella creía que podía ser para siempre. Cuando estaba por dormirse, Copitelli se desperezó.

 

  • ¿No pensás dormir, Mariel? – le preguntó Copitelli medio molesto –
  • Si...
  • ¿No podés dormir? No me digas que estás pensando en Isi...
  • ...Hernán, a veces parecés tan maduro y otras...mirá...un nene de diez años parecés...
  • ¡jajajajajajajajaja! No te enojes...vení para acá – Copitelli abrazó a Mariel y comenzó a besarle el cuello, mientras ella hacía que se resistía.
  • No me enojo. Me desilusionás...
  • ¿Te desilusiono? Yo no sé qué querés vos de esta relación. Yo no pienso que nos va a deparar el futuro, las cosas se darán como se tengan que dar...
  • Ya sé cómo sos. No hace falta que me lo expliques. Sos un polvo y me voy...
  • Yo no dije eso. Dije que...
  • Ya te entendí – le dijo Mariel interrumpiéndolo, con una gran tristeza en sus ojos –
  • Bueno, Mariel. Yo creo que vos no sabés lo que querés. No te la agarres conmigo, si hay algo que no me gusta es que me rompan las bolas.
  • Bueno, si te rompo tanto las bolas, ya me voy. Y listo. No me jodas más, no me llames y en el laburo solo “hola, que tal” solo por educación. Sos un ser horrible, Hernán.
  • Bueno, ok. Andate. Ya se te va a pasar.
  • ¡No se me va a pasar nada! Ya fue, te dije.
  • Andá. Ok. Ya vas a volver.
  • ¡No voy a volver nada! Vos no entendés nada...
  • ¡Vos no entendés nada! No sé quién te creés que sos, te pensás que todo pasa por lo físico y te crees que podes tratarme como si fuera un tapo de piso, se acabó.
  • Ok. Que tengas un lindo almuerzo el domingo en lo de Isi, disfrutalo. Y que sean felices, y coman perdices.
  • Vos será toda la vida un infeliz porque solo te importa lo que te pasa a vos. Tenés un ego muy grande. Chau.
  • Chau, Mariel, Espero tu vuelta.



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En el texto hay: amor, amistad, amor de familia

Editado: 27.07.2023

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