El oso

Capítulo 11

El sábado arrancó como un día que no iba a pasar demasiado. Me levanté a las nueve y desayuno con la vieja y la tía. Luego me quedé mirando tele hasta esperar el almuerzo. En plena sobremesa me llegó un mensaje de Mariel.

 

  • ¿Hola? ¿Cómo andás, Isi?
  • Hola, Mariel. Acá en casa terminando de comer.
  • Ah. Ok, te escribo después.
  • No, no. Estamos justo en la sobremesa.

 

En un momento levanté la vista y la vi a la tía Rosa observándome, me miraba, miraba el celular, la miraba a mi vieja. Me estaba estudiando, me estaba escrutando.

 

  • Ah, buenísimo. Como envidio eso de vos. Yo acabo de comer una ensaladita sola.
  • ¿Comiste solo la ensalada o la comiste sin compañía? – le pregunté haciéndome el tonto, papel que me salía bastante bien porque lo había practicado toda una vida.
  • ¡Ja! ¡Qué gracioso, Isi! Comí la ensalada yo solita, sin compañía…
  • ¡Ja! Ok. Juro que no te había entendido – le mentí.
  • Todo bien.
  • ¿Y con Copitelli?
  • Todo mal, me metiste el dedo en la llaga – me puso el emoji de llanto.
  • ¿No me digas que se pelearon? – en ese momento agradecí que los mensajes de WhatsApp no demostraran nuestras emociones. Estaba feliz.
  • Si…viste como es…puro ego…
  • Y…sí. Eso es verdad.  Pero bueno, son peleítas…
  • No…no creo. No me gustan muchas cosas de él…lo que pasa que me calienta mucho.

 

Tragué saliva mientras pensaba que contestarle. La verdad me hinchaba las bolas que me hablara de esa manera, eran celos. Si, estaba locamente celoso.

 

  • Y si…te une eso.
  • Sí, es muy salvaje en el sexo y tiene mucho aguante. En pocas palabras: me recontra garcha. Es una bestia.

 

Yo sentí que me habían subido los colores a la cara. Estaba furioso. Y no entendía porque me hablaba del sexo que tenía con Copitelli. Bah…si lo entendía, yo le había dicho que quería ser su amigo o, mejor dicho, acepté su propuesta. Y ahora estaba en medio de una conversación que no me era nada cómoda.

 

  • Claro – le escribí sin ganas. Ahora si whatsapp demostró lo que sentía.
  • Te pasa algo…estás medio seco ahora.
  • No…que no sé qué decirte. Que contás como es tu sexo con él, y que te voy a decir…
  • Bueno…está bien. Tenés razón. Eso lo puedo hablar con mis amigas, y amigos. Yo pensé…
  • Si, somos amigos…pero no sé qué decirte. Es como nuevo para mí.
  • O sea que nunca tuviste amigas…
  • No es eso, es que no me contaban cosas tan íntimas…

 

Luego de mi último mensaje, Mariel estuvo como media hora sin contestar. Pensé que ya se había terminado la conversación hasta que me mandó otro mensaje.

 

  • Hola, Isi. Gracias por escucharme. – mandando emojis con corazones rosas – se la notaba feliz.
  • De nada.
  • Me acaba de llamar Hernán, esta noche nos vemos…Me hizo bien hablar con vos.
  • ¡Cuánto me alegro! – emoji de sonrisa. Mentí.
  • Chau, Isi. Te quiero
  • Chau, saludos a Copi.

 

Con que necesidad me dijo “te quiero”, con qué necesidad le dije “saludos a Copi”. En fin…quedé peor que antes. Imaginármela con Copitelli teniendo sexo me enloquecía, y encima se lo hacía salvajemente y le encantaba. Y tenía aguante. Ahora como podía yo competir ante eso…cualquiera me diría con amor…eso es todo verso edulcorado. Luego me dormí una siesta para no pensar en nada. A eso de las seis me despertó mi vieja.

 

  • Isi, vino Jorgito. Te está esperando en el patio.

 

Me levanté. Me pegué una ducha rápida y me fui al patio. Ahí lo vi a Jorge tomando una cerveza con una picadita que, seguramente, le había servido la tía Rosa que estaba junto a él a plena carcajada que yo escucha desde el baño.

  • Ay, Isi. Este Jorgito es tremendo. Los dejo un rato solos, me voy a la cocina.
  • Vaya, tía. Y gracias por la picada y por prestarme la oreja – le dijo Jorge con todo su encanto.
  • ¿Cómo andás, Jorge?
  • Todo bien. Te venía a invitar al club. Hay fiesta hoy…
  • No, no tengo ganas.
  • Dale, hermano. Somos jóvenes, vamos a divertirnos.
  • No tengo ganas, en serio.
  • A ver, déjame adivinar…
  • No me jodas, Jorge.
  • Ya sé, Mariel.
  • Si ya lo sabés, para que me escarbás…
  • No te escarbo, bueno, veo que estamos susceptible.
  • No. Disculpá. Sí, es Mariel.

Le conté todo lo que habíamos hablado con Mariel.

  • Y, yo no sé qué decirte. Te veo que estás hasta las manos, pero más allá de lo que yo te pueda decir, vos vas a seguir yendo para adelante. Y está bien.
  • Sí, ya sé que no doy bola. Pero, me vuelve loco. No lo pudo dominar.
  • Nadie puede dominar los impulsos. Es así.
  • Si, y a Mariel le pasa lo mismo con Copitelli, el tipo la tiene en un puño, y ella lo sabe.
  • Sí, increíble, una piba con tanto carácter, pero el flaco hace lo que quiera con ella.
  • Sí. ¿Sabés que pienso? No puedo comprender como, muchas mujeres, se enganchan con tipos como Copitelli, tipos mujeriegos, que hay a montones. Es como que admiran su poder de seducción, su experiencia en los sinuosos caminos del sexo y el amor, sin darse cuenta que ese tipo de hombres solo buscan su propio goce, su satisfacción única. Y esa búsqueda de la satisfacción es solo lograda a través de la conquista. En el sexo ni se esmeran ya que solo les interesa incrementar su lista de amantes, lograr otro nombre, sumar otra unidad, otra conquista.
  • ¿Y vos como sabés todo eso?
  • Lo leí en un libro…
  • Pero, bueno, tiene su lógica.
  • Igual en el caso de Copitelli lo del sexo, por lo que me contó Mariel, no es tan así, dice que es una bestia en la cama,
  • ¿Eso te contó? Es una cruel esa mina…
  • Yo pensé, no eso, pero si…que…no sé con qué sentido me lo contó.
  • Para tenerte ahí. Como un boludo te tiene. Eso quiere la mina. Se va a sacar toda la calentura con el galancete de la oficina, le va a entregar todo, le va a hacer todo y después, ya gastada, se te va a entregar mansamente. Y como vos sos tan boludo la vas a llevar al altar como si fuera una virgen…
  • ¡Qué antiguo que sos, Jorge!
  • Bueno, la última parte la leí en un libro también. ¿Suena lindo, no?
  • Puede ser que tengas razón…
  • No puede ser, tengo razón…



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En el texto hay: amor, amistad, amor de familia

Editado: 27.07.2023

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