Llegamos a casa, entramos y fuimos para el patio. Ahí estaba tía Rosa que nos recibió con el amor y la algarabía que siempre la caracterizó. El beso y el abrazo que se dieron Jorge y tía Rosa fue un tanto frío, mas el cariño se notaba que seguí incólume.
- Bueno, Rosa, la felicito. Enhorabuena. – le dijo Jorge a Tía Rosa con simulado entusiasmo.
- Por el casorio me decís…bueno, gracias. Era hora de sentar cabeza, viste.
- Es verdad, aunque para eso no hay edad ni tiempo.
- Yo no hablé de edad, rajá de acá – le contestó tía Rosa con gracia haciéndose la enojada.
Yo en un momento me levanté para hablar por teléfono con Mariel. Ellos siguieron en su mundo.
- No lo dije por usted, tía Rosa. Lo digo en general, la gente a veces apura los tiempos de los demás sin fijarse que tal vez, sus tiempos, no estén tan bien. Aparte, cada uno tiene su momento, su lugar. Hay que ser más libres sin importar lo que los demás nos digan. La gente siempre habla. – le dijo Jorge con suma seriedad.
- Es verdad, mi querido Jorgito. Viste como es en el barrio, yo soy la puta porque anduve con algunos tipos de acá, y mi hermana es la monja, la frígida porque no se le conoce nada. La gente es jodida. No hay que dar bola.
- Y usted eso lo ha seguido al pie de la letra, no ha dado bola y la ha pasado en grande.
- Sí, fue lo que siempre intenté. ¿Vos cómo estás, Jorge?
- Bien, ya sé a qué va. Estoy contento por usted, yo la quiero mucho como al resto de la familia. Y no tengo ningún rencor ni nada, después de todo nunca fuimos nada formal, un chichoneo hasta que llegamos a algo, que para mí fue maravilloso, pero ya fue, Rosa.
- Bueno, me alegro que lo tomes así, vos viste como son en general los hombres. Muchos se creen que son nuestros dueños cuando una les dio un poco de bola.
- Es verdad. Es muy de los hombres esa actitud, pero yo nada que ver, y como le dije, me alegro de su casamiento con don Tránsito.
- ¡Qué personaje don Tránsito! Es un gran tipo. Creo que la voy a pasar bien con él, tal vez no tanto a nivel sexual… - afirmó tía Rosa mirando a Jorge como para derretirlo.
- Rosa, voy a aclararle algo, a mí no me gusta estar con mujeres ni comprometidas ni casadas ni de novia. Se lo digo por las dudas.
- Ves, al final no estás tan contento con mi casamiento, algún rencor te quedó.
- No, tía Rosa. Yo le conté a usted casi toda mi vida, usted ya sabe lo que me pasó con esa piba del laburo. No quiero sufrir ni hacer sufrir a un tercero. Muero por tener sexo con usted nuevamente, pero bajo estas circunstancias es imposible. Disfrute de don Tránsito, usted es capaz de sacarle el jugo a cualquiera.
- Bueno, no tenías porque ser tan gráfico – le espetó tío Rosa con una sonrisa sardónica.
- ¡jajajajaajajajaja! Ya sabe que quise decir…
- Sí, es solo un chiste. Bueno, lo lamento que no podamos tener algo entre nosotros.
- Si, yo también lo lamento.
Corté con Mariel, y cuando ingresé al patio me encontré con un clima mucho menos tenso del que esperaba. Jorge y tía Rosa reían mientras tomaban vino blanco con soda y hielo. Yo me serví lo mismo y me sentí al lado de tía Rosa. El calor arrasaba. Estuve colgado unos instantes hasta que tía Rosa me despabiló tomándome del brazo y moviéndomelo.
- Acá estoy tía.
- Pero nene, te pregunté diez veces lo mismo — exageró tía Rosa.
- Si, estaba …estaba colgado pensando. No te escuché.
- Sí, ya nos dimos cuenta, Isi querido. — exclamó Jorge.
- Lo que pasa que acabo de cortar con Mariel.
- ¡Qué raro esa chica volviéndote loco! – dijo con un poco de bronca tía Rosa.
- Es que me dio una noticia que me dejó helado.
- No me digas que se te tiró… — bromeó Jorge.
- No. Todo lo contrario. Me dijo que se casa con Copitelli, que el tipo le propuso matrimonio hace un rato. Me dijo si puedo salir de testigo en el civil.
- Bueno, esta piba ya se va de pelotuda, Isi. Yo mejor me voy para la cocina a preparar la cena porque no quiero hablar de más — replicó con bronca contenida tía Rosa.
Jorge se me quedó mirando un rato largo sin decir una sola palabra. Su cara era una máscara por su gran expresividad, no hacía falta que me dijera nada. Me intimidó tanto su mirada que empecé a hablar, a justificarme y, a justificarla a Mariel.
- Y bueno, parece que tenemos dos casamientos en breve.
- Vos tendrás dos casamientos, yo por ahora solo tengo el de tía Rosa y don Tránsito. Al de Mariel y ese tipejo no pienso ni asomar las narices. No me interesa.
- Pero, Jorge. Venís conmigo, me hacés la gamba.
- Isi, ya somos grandes. Yo no te voy a repetir todo lo que te dije. Yo sigo pensando lo mismo de vos, de Mariel, de Copitelli y de la mar en coche. Ya me cansé de hablarte. Vos no entendés o yo no sé explicarme. Da lo mismo. Tal vez yo sea el equivocado, eso no lo sé.
- Pero, Jorge, no tiene porque haber un equivocado. Son diferentes maneras de ver las cosas, vos vas al casamiento de tía Rosa …
- ¿Qué tiene que ver? A mi tu tía no me forrea, no me usa, no me humilla. No me vengas con eso. Con ella tuvimos una historia, un histeriqueo, un encuentro y nada más. ¡Cómo vas a comparar! No me hagas calentar al pedo.
- No estoy comparando. Pero mirá como te ponés, por algo te jode lo que te dije. Son cosas diferentes, eso es verdad, pero te quiero decir con eso que vos también te mandás boludeces, y que siempre es más fácil señalar el error en los demás y pasa por alto los nuestros. Todos nos mandamos cagadas, vos también, Jorge.
Jorge me miró con un poco de bronca, no diría odio porque el era incapaz de odiar, pero había sentido el golpe porque se dio cuenta que algo de razón tenía.
- Está todo bien, Isi. Cada uno con su cruz. Tenés razón, hermano — Mientras se acercó y me dio un abrazo de esos que parece que te van a quebrar las costillas.