Capítulo 31
Isidoro se paró rápidamente y se abalanzó sobre el médico. Al mirarlo le vio como cara de preocupación, pero en realidad tenía cara de nada como tiene todos los médicos en esas circunstancias.
- ¿Y doctor? ¿Cómo está?
- No está bien. Le cocimos la cabeza pero tiene un gran coagulo en el cerebro producto del golpe. Ahora hay que esperar.
- ¿Solo eso? No nos puede decir nada más.
- EN estos casos es mejor esperar. No hay un remedio específico para el coágulo. Este puede desaparecer como no. AL ser tan grande puede afectarle diferentes actividades cerebrales.
- ¿Cómo cuales, doctor?
- La vida, el habla, la parte motriz. Por ahora es demasiado temprano para sacar conclusiones. Yo entiendo su desesperación, pero no puedo decirle mucho más. Incluso todavía esta con peligro…
- ¿Peligro de que?
- Peligro de muerte, señor. Es la dura realidad. Fue un golpe fortísimo. Ahora está totalmente sedado para que no tenga ningún tipo de dolor. Calculo que se despertará en doce o catorce horas. Ya le dije: ahora a esperar.
A Isidoro le quedó la mente en blanco, le bajó la presión y casi se desmaya. Mariel lo sentó en uno de los sillones de la sala de espera. Rápidamente fue recuperándose.
- ¿Te imaginas si muere, Mariel? Yo me muero con él. Es mi hermano, es más que un amigo. Nos conocemos de toda la vida. Y todo por mi culpa.
- No te castigues, Isidoro. Ahora hay que esperar. No tomes tan al pie de la letra lo que te dijo el médico, ellos siempre te pintan el peor panorama. Tal vez sea así o no. Como te dijo él, hay que esperar.
- Sí. Y como hago para esperar. No voy a poder dormir…
- Esperá que me manda un mensaje Copitelli.
Mariel se alejó un poco de Isidoro para escuchar el audio que le había mandado Copitelli y para poder mandarle ella la respuesta. Luego volvió con Isidoro.
- Isi, ¿Vos me mandaste un regalo a casa? Si, sos vos, otro Isidoro no conozco.
- Ah, sí. Te lo mandé yo. Espero que no lo haya abierto Copi.
- No, no lo abrió. Me dijo que es enorme. Bah, por lo lo que dijo no hay que ser muy despierto para saber que es…
- ¿Y qué te dijo que es?
- Un oso de peluche enorme, más alto que yo.
- Bueno, deberían haberlo mandado en una caja estos nabos de la tienda.
- Ya fue. Gracias. Copitelli se puso celoso, que no moleste. Lo pondré en un lugar especial de mi cuarto.
- Si, no esperaba menos de vos.
- Bueno, ahora hay que ir a dormir, Isi.
- Sí, yo no creo que pueda dormir.
- Intentá y, no te enojes por lo que te digo, no tomés más por hoy al menos. Deja que el dolor te parta, pero no te escudes en el alcohol.
- Gracias por preocuparte.
Salieron del hospital. Tomaron un taxi hasta la casa de Mariel. Isidoro la acompañaría y luego iría a su casa.
- Gracias por acompañarme, Isi. Sos todo un caballero.
- NI loco te dejaba sola a esta hora, aparte, gracias a vos por acompañarme en este momento de mierda de mi vida.
Isidoro se puso a llorar como un chico. Mariel le secaba suavemente las lágrimas que caían por sus mejillas, se acercó tanto para mirarle sus ojos que Isidoro no aguantó y le dio un beso, fue solo un pico, pero Mariel no aguantó y abrió su boca para que sus dos lenguas se fundieran en un beso que duró más que cualquier otro beso que hubieran dado en toda su vida. Luego se separaron lentamente, ninguno de los dos sabía que decir, ni siquiera se animaban a mirarse a los ojos. Una vez cada uno estaba en su asiento, Isidoro miró por la ventana, no podía mirarla a ella. A Mariel le pasaba lo mismo. Isidoro tomó otra vez la iniciativa y comenzó a acariciarle las manos, Mariel se estremeció y comenzó a tocarle el pecho, la panza y bajó hasta sus pantalones. Isidoro no aguantaba más, estaba con la mujer con la que había soñado durante noches y días, la tenía a merced de él. Por un momento se olvidó de Jorge, tomó de la nuca suavemente y le dio otro beso más largo que el anterior. Mariel respondió con salvaje instinto. Ella le había bajado los pantalones y lo tacaba a pelo. Isidoro estaba desesperado, no aguantaba más. Le empezó a tocar los pechos y comenzó a succionárselos ya mordisquearlos. EL chofe miraba por el espejo. Era toda una escena porno en ese coche. Mariel se arrodilló como pudo en el auto y le dio un poco de placer con su boca. Ya no podían más. Isidoro se la sacó suavemente de encima y se subió los pantalones. Ella se peinó un poco y se quedaron mirando por unos instantes que parecieron eternos.
- Mariel, ya no somos dos chicos. Esto se nos fue da las manos. Vamos a mi departamento.
- Pero Copitelli me está esperando.
- No importa. Esto nos va a hacer mal. Yo siento que voy a explotar. No puedo más y vos tampoco. Metele cualquier excusa.
- Se va a dar cuenta.
- Que se dé cuenta. Señor, cambiamos de planes, vamos para Ramos Mejía.
- ¡Pero, Isi1 Vamos a hacer un desastre.
- Yo voy a hacer un desastre si no me saco la calentura que tengo, y vos también, no te hagas la tonta. No damos más ninguno de los dos. Esta noche va a ser nuestra y mañana veremos que hacemos. En la vida hay que jugársela alguna vez.
- ¡Que desastre vamos a hacer! Pero es verdad, yo no aguanto más. Le voy a decir a Copitelli que voy más tarde.
- Si, igual se va a dar cuenta. Ya estamos jugados, Mariel.
- No me digas que se va a dar cuenta porque no voy nada a tu casa. Me estoy poniendo nerviosa.
- Vos no estás nerviosa, estás temblando como una hoja por la calentura que tenés. Si a vos te pasó lo mismo que a mí cuando me conociste. Y después te metiste con COpitelli solo porque es un tipo con facha, pero sabés que te va a cagar toda la vida, yo en cambio no te voy a cagar nunca. Solo tengo ojos para vos.